SINFONÍA N.º 9 «LE FOSSE ARDEATINE» (Schuman) y REQUIEM (Mozart). Chicago Symphony Orchestra. Symphony Center. Chicago. 23-II-2019
Cuando vi que la Chicago Symphony tenía programado el Requiem de Mozart dirigido por el, para mí, mejor mozartiano de las últimas décadas como es Riccardo MUTI, rápidamente me lancé a comprar una entrada. No reparé siquiera en la otra obra ofrecida en el programa (que hasta la propia orquesta anunciaba casi como una propina, consciente de cuál era la que tenía tirón).
Un error pues, sin desemerecer un gran Requiem, ha sido esta otra pieza la que ha hecho el concierto memorable. Se trata de la Sinfonía n.º 9 del compositor estadounidense William SCHUMAN, de 1969. Al leer su subtítulo, «Le fosse Ardeatine», en referencia a la famosa masacre nazi en Roma como represalia por un ataque de partisanos en 1944, Muti se sintió muy intrigado. Tanto, que decidió organizar un concierto en conmemoración de este triste acontecimiento, acompañando la sinfonía de Schuman con el Requiem en homenaje a las víctimas y con la colaboración del Consulado italiano y del Istituo Italiano della Cultura. En efecto, la prensa italiana se ha hecho eco de estos conciertos, el Presidente de la República envió una carta a Muti (reimpresa en el programa) y el embajador italiano viajó desde Washington para ver el primero.
Han montado, por lo tanto, un evento de gran relieve cultural y tanto Muti como la orquesta han estado más que a la altura, con una interpretación impresionante. La obra de Schuman es sobrecogedora, muy interesante y difícil, a menudo desnudando a pequeñas secciones de la orquesta, que deben hacer frente a pasajes virtuosísticos. El inicio es solemne y pausado, el clímax muy violento y por el medio hay lugar para varias emociones, pero siempre con un fondo melancólico.
Realmente me ha gustado mucho y me atrevería a decir que acabará quedando como uno de los momentos de la etapa de Muti en Chicago. No tengo claro hasta qué punto mi entusiasmo fue compartido por el público pues, como he dicho en otra ocasión, los de Chicago suelen ser bastante fríos en las ovaciones. A la señora que tenía al lado desde luego no le gustó: se giró al acabar y dijo a su marido, «OK. That's done. Now let's hear some music», en referencia al Mozart de la segunda parte. Mozart que, por cierto, me quedé sin saber si cumplió sus espectativas, pues ambos salieron corriendo escopetados sin aplaudir (con tanta prisa que los dos se dejaron el paraguas detrás).
El Requiem fue magistral. Obviamente, no estamos ante un Mozart historicista, con una orquesta bien nutrida y un coro de 90 personas. Pero con agrupaciones de tanto nivel y la batuta de Muti, la transparencia fue total. En esta pieza la estrella para mí fue el coro, en especial las voces femeninas, con unas dinámicas impresionantes. Por otra parte el cuarteto vocal (Sara Mingardo, Benedetta Torre, Samir Pirgu y Mika Kares) pasó sin pena ni gloria.
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