F. Joseph Haydn - Cuartetos de cuerdaLlevo unos días tratando de distanciarme de la insensatez ambiental a base de escuchar cuartetos de Haydn a todas horas. Mano de santo. Un mundo ordenado, sometido a reglas racionales y razonables, un discurso con sentido en el que el lenguaje significa lo que todos sabemos que significa, un viaje que termina en casa. Y, sin embargo, cuando uno lleva un rato escuchando, cae en la cuenta de que en ese viaje suceden muchas cosas, que en el lenguaje hay diálogo y creación de significados, que la razón no anula la fantasía, ni la excentricidad, ni el sentido del humor, que el orden no se impone sino que se siente como natural y, por eso mismo, nos permite encontrar a un ser humano muy alejado de ese cortesano obediente, inexpresivo y prematuramente decrépito que algunos caricaturizaron como Papa Haydn.
Además, tenemos Spotify (o cualquier otro medio similar, no me llevo comisión). ¿Valoramos como se merece la posibilidad de disponer de las grabaciones de prácticamente todos los grandes conjuntos de la historia del disco y poder compararlos con un simple clic? Los cuartetos haydnianos nos permiten hacer un recorrido por las formas y las modas de interpretar de los últimos cincuenta años. Es llamativo cómo se notan incluso con un compositor tan “canónico” como Haydn. Y también se nota cómo cambian nuestros propios gustos. En mi caso, ya no me llenan lecturas que hace no tanto tiempo consideraba ideales, como las del Cuerteto Amadeus o las del Cuarteto Kodaly. Ni soy capaz de recordar qué tenían de memorables las interpretaciones del Emerson. En cambio, ¡qué bien pasa el tiempo por el Cuarteto Italiano! ¡Qué clásicos son ya los Jerusalem (o qué viejos, más de veinte años)! ¡Qué excelente alternativa joven la del Cuarteto Minetti! Y, en el mundo de la interpretación históricamente informada, que en otros repertorios nos ha pillado a algunos un poco mayores, la audición de grupos como Mosaiques o Festetics resulta muy recomendable para explorar otros registros del inquilino de Eszterháza.
En definitiva, que me quedaría muy a gusto en ese mundo, pero tengo que volver a este. Bueno, todavía no, que es domingo.