Para mí, el gran aliciente de esta Quincena y, desde la primera línea, decir que la función fue sustancialmente mejor que la escenificada "Les contes d'Hoffman" de apertura. Menos nombre, menos pompa pero mejores resultados.
Por problemas personales no pude llegar al Concierto para piano y orquesta nº 1 del mismo compositor, que abrió el concierto de la Orquesta Nacional de Rusia, con la dirección de Mijail Pletnev (si hubiera sido una ópera seguro que habría inventado algo para llegar, por supuesto) pero sin problemas estaba en mi butaca para la escucha de esta breve ópera, de apenas sesenta minutos, qe interpretaban cantantes ignotos para este que escribe.
La función fue notable; quizas no sobresaliente, pero de calidad. A ello ayudaron una Orquesta de gran nivel, unos cantantes más que buenos y un coro (el nuestro, el de la ABAO) que tuvo una actuación tambien notable.
"Aleko" es una "Cavalleria rusticana" o un "Il tabarro" rusos, surgidos de la mano de un compositor de apenas veinte años. Por estos lares es practicamente un milagro verla, aunque tampoco creo que tenga gran predicamente en su tierra natal. En disco es facilmente encontrable la caja de tres CDs, conteniendo las otras dos óperas breves del autor, a saber, "Skupoi ritsar" y "Francesca da Rimini", odas ellas inferiores a los sesenta minutos.
Yevgeni Kungurov, barítono, fue "Aleko", quizás el menos redondo de todos por una tendencia al espectáculo. Así, el final de la cavatina y punto central de la obra fue hecha con "demasiado" ímpetu vocal. De todas formas, por voz y por figura su Aleko fue notable.
Veronica Dzhioeva fue Zemfira, la niña mala que abandona al marido para irde con un joven gitano (así, sin nombre) y mostro una voz de mucho peso, de color oscuro, muy adecuada para esta reivinidcativa Carmen rusa.
Sergei Romanovsky era su amante, el joven gitano. Una voz de tenor insultantemente fresca y bella, aunque con alguna pequeña dificultad en la emisión del agudo, que no en "tener" la nota.
Piotr Novikov era el padre de ella y su voz era la típica profunda de los bajos rusos, con ese color tan característico.
El coro de la ABAO, muy bien subrayando la labor de los bajos en una tesitura extrema por la parte inferior: contundentes, sonoros.
Mijail Pletnev dirigió con brio y efectismo una Orquesta de gran nivel. En ocasiones quizás peco de querer buscar la fibra sensible del oyente (que en el 99.99% de los casos jamás habría oído esta obra) con finales espectaculares pero queda para mi recuerdo su gran "Danza de los gitanos" y la escena final, la de la muerte de los amantes, con ese seco golpe de timbal como colofón.
Tras sesenta minutos de silencio, aplausos y bravos para todos. Una buena noche.
PD: ya que el coro se la sabe, la ABAO podría programarla escenificada en compañía de las arriba citadas.
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