Eran aproximadamente las 19 horas y cuarenta y cinco minutos cuando en compañía de Alfredo Germont acudía con emoción juvenil a la representación de una de mis obras preferidas. El “cartelone” que pendía de las arcadas de la puerta principal del Liceu, confirmaba que se trataba de “Don Carlos”, música del Maestro Verdi, basada en el poema dramático “Don Carlos” Infant von Spanien” de Friedrich von Schiller.
Allí nos esperaban los entrañables GranGottlob y Cleopatra. Un sinfin de amigos, conocidos y saludados nos acompañaron en nuestra esperanzada ascensión al cuarto piso del Teatro y, como en la grandes ocasiones ocupamos nuestras localidades ansiando la aparición de Mauricio Benini para que oficiara el ritual mágico que precede a la apertura de una de las más bellas páginas jamás escrita y legada por el Cisne de Buseto a la humanidad .
Tal vez ese es el postrer instante de felicidad que alcanzo a recordar de una tarde de sábado iniciada con los mejores auspicios: Iba a rencontrame con un teatro de ópera, si se me permite con el “nuestro”; además lo haría entornado de grandes amigos, amantes por encima de todo del arte, de la música…¡imposible hallar mejor compañía! . Recuerdo el efluvio del éter que uso para “perfumarme” en esas especiales ocasiones, había impregnado con él mi vestuario y se esparcía agradablemente alrededor del habitáculo que ocupaba…Todo estaba listo. Ya podía iniciarse el espectáculo….
A partir de ahí se inició una terrible pesadilla de la que no consigo recuperarme. Me he prometido mil veces a mi mismo no comentar nada más sobre lo que ayer sucedió en el Liceu. Pero una vez más, con esa “coherencia” que me caracteriza, entro al trapo de la provocación, con el mismo ardor que me acompaña desde mi lejana juventud, postulando la defensa de causas que desgraciadamente considero perdidas.
Sin embargo usando las palabras amadas por el Maestro: “Dio, che nell’alma infondere amor volesti e speme……Giuriamo insiem di vivere e de morire insieme”. Reconfortado por la imagen que llevo en mi cartera desde muy arcanos tiempos, y que alguno de vostros ha tenido ocasión de contemplar: una desvencijada figura de Giuseppe Verdi, mil veces recompuesta para su preservación por plastificaciones diversas… Por lo que significa, por el amor, el profundísimo amor y respeto que profiero a la figura humana y artística del Maestro, una y mil veces saldré en defensa de su memoria ultrajada sin piedad por una sarta de arribistas mediáticos, buscadores inmisericordes del éxito fácil y carentes del mínimo escrúpulo ético.
Sí, he sido humillado, vejado, insultado por un likud fanatizado, que se debate cual hiena enardecida relamiéndose de placer ante el dolor que sentimos muchos de nosotros al ver destruida cual castillo de naipes toda una era. Me han llamado imbécil, patético,
“facha”… He estado a punto de pegarme con el ocupante de la localidad limítrofe. Y si no lo hice fue por respeto al lugar y por ser invitado de Gottlob,una persona extraordinaria que no merecía un comportamiento violento y totalmente censurable de mi parte.
El llamado “sueño de Eboli” es una de las mayores cargas de profundidad destinadas a dinamitar el espectáculo lírico, tal como lo entendíamos hasta ahora. Destruye la unidad dramática de la obra incluyendo un “numerito” propio del “vaudeville” que no sólo no aporta nada a la obra sinó que la denigra, envilece y parodia. Sin entrar en detalles que prefiero olvidar, el auditorio seguía esa parte con risitas, comentarios jocosos y chanzas de todo tipo. Una vez culminada esta página, y al cesar la música surgieron unos“bravos” desmesurados por los admiradores de este nuevo arte, que lógicamente conllevaron las inmediatas protestas de una gran parte del público. En ese momento se me ocurrió, y no era el único, en prorrumpir en una sonora protesta. En aquel momento la persona situada delante de mí, se giró y en alta voz me conminó a cesar en mi protesta Yo le repuse que a música parada y ante el fenomenal escándalo que se montaba en la Sala tenía el mismo derecho que los demás a expresar mi contestación ante lo que consideraba una burla escálndalosa a la obra del Maestro. Estos argumentos provocaron al elemento en cuestión el calificarme de “Imbécil”. Tras breves momentos de duda, en los que barajé la posibilidad de soltar mi “gancho”de derecha, opté por una considerada réplica en forma de usar, siempre en términos psicológicos, la palabra cretino para calificarle, ya que me parecía más elegante.
A partir de este momento no se podía continuar la representación desde un punto de vista, por decir de alguna manera, convencional. Aunque no estoy muy motivado para efectuar la crítica artística, por deber de crónica si citaré como gran triunfadora de la noche a Sonia Ganassi, estuvo muy precisa en sus dos intervenciones estelares, solucionándolas con eficacia y solvencia de medios, especialmente los líricos y muy consistente presencia escénica. Carlos Alvarez en su línea actual de corrección exquisita, adoleciendo de cierta carencia de empastación en el dúo con Farina. Este es un caso digno de extenderse algo más. Fue abucheado como pocas veces he visto en el Liceu. En realidad su actuación fue calamitosa, pero también sorprendente. Empezó con unas medias voces dignas de mención. No le conocía esa capacidad de introspección y modelación de un personaje de contenido atormentado al que sirvió modélicamente en ese apartado. Curiosamente en la parte que yo le creía más propia, la spinto, naufragó absolutamente. Todos los agudos escandalosamente portamentados, y un vibrato más propio de Héctor del Mar en sus epopéyicas intervenciones del carrusel deportivo de la Cadena SER. Línea siempre calante, en fin yo temí que pudiera llegar al final.
Prestia es otro caso digno de mención. Salida de “traca y mocador”.Colocó algunos graves muy sostenidos como para poner como modelo a seguir en las academias de canto. Se batió el cobre contra el Inquisidor Halfvarson, y salió ganador del duelo. Pero le falta algo para redondear una actuación que pueda catalogarse de antológica. El citado Inquisidor, estando bien en general, es Halvfarson, no tuvo su mejor noche. Incluso erró clamosamente su inicial intervención al fina de la escena de la muerte de Posa. Excesivo vibrato en la sustentación de determinadas frases.
Me queda la Pieczonka, inolvidable Ariadna hace unos años. Fue de menos a más a medida que avanzaba la función. Verdi le dio una aria conclusiva de las que pone los pelos como “scarpias”, ( con entrañable recuerdo por alusiones al “barone”, otro de los damnificados de la noche…). Acabó bien, muy bien. Lástima que en el dúo el pobre Farina era un lastre que le impedía el triunfo que yo entiendo merecido.
Estuvo bien el Monje, despertando expectación en su primera frase…Luego ya con la orquesta encima, pues simplemente correcto.
Me gustó la dirección de Benini, muy atento y respirando con los cantantes. Ello conllevó algún ralentamiento en el continuum, que se hizo especialmente sensible en el duo de Farina y Alvarez, quizá necesitado de mas ensayos. Prefiero no obstante esta contención a la ampulosidad de Palumbo.
Hecha esta reseña artística, en la que mi indignación ha estado en estado latente por unos instantes, para no hacer más larga esta exposición me remito “palabra por palabra” a lo dicho por MdM. Le admiro por lo que ha dicho y sobretodo por lo que ha hecho:marcharse. Si no lo imité fue por los más que sensacionales amigos que me arroparon toda la noche y que me lo impidieron. A todos ellos gracias por ser como sois. Gracias por vuestra incomparable amistad, por vuestra comprensión, vuestro afecto.
Me han calificado de “facha” y yo usando las palabras de otro gran Maestro les digo:
“del Sufrimiento la comprensión.. De la comprensión, la compasión…De la compasión, el Amor….”
No pasarán!
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