Abdallo escribió:
Lo que resulta escandaloso es que en un foro de aficionados y amantes del canto, se nos acuse de reaccionarios, anticuados y desconocedores del nuevo ritmo de los tiempos, donde ya no importa si se canta bien o mal, sino que se acople a las modas y exigencias de los directores de escena, debiendo cumplir criterios como tener determinados pesos y tallas, sin importar un comino lo que es la esencia del trabajoso arte canoro. Vamos, que hoy unos por gordos y otros por feos no tienen cabida. Brave new world!
Esto es lo de siempre. De unos años hasta aquí (pongamos en los últimos 30 años) las carreras son más rápidas y más cortas (15 años y que pase el siguiente) y hay que hacerlo todo en menos tiempo. Esto produce que se preparen las cosas menos, que se cante peor y que haya artistas con menos carisma (porque una puede estar preparada para cantar una buena
Sonnambula pero, en el fondo, aquí de lo que se trata es de cantar bien
Traviata que es con lo que se gana dinero). Primer asunto en el que entra en juego el marketing: para fabricar una estrella necesito que cante ciertos títulos. Nadie llega a ser una estrella cantando toda su vida Mozart, Rossini, Berg o qué sé yo. [Por eso, por ejemplo, gente como Florez o Camarena se mete en los fregaos que se mete al decidir ampliar repertorio].
Después, vivimos en un imperio de la estética. Es una realidad que ahora se busca gente cada vez más joven (nadie piensa en cantantes de 50 años para una Gilda, se tiende a buscar sopranos de 25 que las hay y cantan fantásticamente) y preferentemente atractiva (Díganme qué grandes divos de las últimas tres décadas son feos?) Evidentemente ciertos físicos lo van a tener más difícil para hacer carrera en según qué campos (pero esto pasa en todo: Mario Casas es un actor lamentable pero ahí está gracias a su físico; y si yo tuviera el físico de un Mario Casas o el de un Jose Coronado y no el mío seguramente hubiese triunfado más). Negar esto, que no lo he impuesto yo, que lo ha impuesto la sociedad, es una tontería: ha habido cantantes con físicos menos agraciados que no han llegado a hacer la carrera que podrían por sus físicos. Aquí, de nuevo, entra en juego el marketing; que se ha convertido en un elemento fundamental en la ópera en los últimos años.
Para vender entradas yo necesito un nombre carismático, y como hay tan pocos nombres carismáticos hoy; para vender entradas puedo vender un montaje polémico, un montaje firmado por un actor o un director de cine muy famosos (aunque no tengan ni idea de ópera), invitar a participar en un montaje a alguien famoso ajeno a lo operístico (en Madrid hemos visto a Ángela Molina, Cecilia Roth, Emma Suárez, Blanca Portillo, Rossy de Palma, Nuria Espert, Anne Igartiburu...). Son factores del markenting que impera hoy. Hoy un montaje puede vender más entradas que un reparto si la cosa se organiza bien. Veamos la Tosca de Villalobos: ¿los repartos eran destacables? No, en absoluto. ¿Se habló del montaje en las portadas de periódicos que no suelen hablar de ópera? Sí, absolutamente. ¿Resultado? Se llenó. Pues eso. No les habrá gustado a los puristas, pero el teatro estaba lleno; así que el Liceu feliz.
Luego el problema es que, por ejemplo, un señor de 65 años como Alagna y otro de 70 como Kunde, en ambos casos con más de 35 años de carrera pongan en evidencia a la mayoría de tenores de 30 y 35 años de edad que hay ahora en circulación. Esto ocurre (no vamos a negarlo) y es un síntoma de que hoy se canta peor y se buscan otros valores más allá del canto.
Lo siento mucho, la ópera (ahora) es así, no la he inventado yoooooooooooooo. Y el markenting ahora cuenta.