Idomeneo…………………………..Bernard Richter
Elettra………………………………..Federica Lombardi
Idamante……………………………Lea Dessandre
Ilia………………………………………Giulia Semenzato
Arbace……………………………….Omar Mancini
Gran sacerdote di Nettuno…Luca Bernard

Director de orquesta………….Leandro García De Alarcón
Director de escena…………….Sidi Larbi Cherkaoui

Cappella Mediterranea+ miembros de la orquesta del teatro
(Versión de concierto debido a huelga de personal)


La primera vez que tuve contacto con esta ópera no fui consciente de cuál ni de quién era, ni de cuánto me iba a gustar en años posteriores de mi vida.

Había algunas asignaturas de mi carrera que me permitían escuchar música mientras estudiaba ( dibujaba , en este caso) , y me ponía en la radio un canal de RNE , creo q era Radio2, donde “echaban” solo música clásica, a modo de música de fondo. Así, concentrado como estaba una tarde en mi trabajo, tendría yo 19 ó 20 años, de repente empecé a prestar atención a lo que se oía, un grupo de personajes (4 me pareció) que se  interpelaban, que expresaban cada uno un sufrimiento distinto, con unas frases que se entrelazaban, que parecían tener siempre la misma música pero que era siempre distinta, y que se iba desarrollando en una serie de modulaciones que me parecieron modernísimas, nada convencionales, bellísimas y sombrías, pero que en un momento dado se llenaban de luz; y a partir de ahí comenzaba una especie de finale  infinito, tal era la cantidad de ideas musicales, de variaciones del mismo tema que en un par de minutos más acababan concluyendo con el lamento único de uno de los personajes, apenas acompañado por una orquesta en retirada.

Fascinado por aquella fiesta sonora que a mi me pareció maravillosa, me quedé muy sorprendido cuando el locutor anunció que acabábamos de escuchar el cuarteto de la ópera Idomeneo (ni siquiera entendí el nombre en aquel momento) , de Mozart.

Para mi Mozart era entonces la Flauta Mágica, alguna serenata, El Rapto, la Marcha Turca, alguna sinfonía, algún concierto suelto…..todo ello sinónimo de música alegre, bella y fácil de escuchar (cierto que mi capacidad de análisis estaba bastante limitada, si lo ahora lo pienso). Volví a mi trabajo y pasaron unos cuantos años hasta que descubrí Idomeneo, ópera que por su argumento de “romanos” ( griegos debería de decir) me había parecido antes muy poco interesante. En fin, la juventud es lo que tiene.

Hoy día , para  mi no hay ninguna duda de que Mozart escribió en Idomeneo los mejores recitativos acompañados (con el permiso de doña Ana), y uno de los 2 mejores cuartetos de toda la historia de la ópera, solo igualado por Verdi en su Rigoletto. Ambos de una enorme belleza musical, pero sobre todo, espléndido vehículo expresivo de los sentimientos encontrados de 4 seres humanos que están viviendo una situación sobre la que cada uno tiene un punto de vista muy diferente.

Para mi contiene además los coros más esplendorosos de todas sus composiciones operísticas, también con el permiso de Tito.

Dirigió Alarcón con un un punto de protagonismo haciendo suya la música de Mozart y realizando algunas aportaciones rítmicas y de legato que no molestaron en absoluto y que en mi criterio, están en el espíritu de la obra mozartiana.

Para mi lo interesantísimo de esta obra y lo que me llamó la atención desde el primer momento que la escuché en serio, es el intento de no parar la acción que urge al joven Wolfgang a enlazar una escena con otra sin solución de continuidad, desde ese principio tan brillante donde asistes sin aliento a una obertura que, lejos de terminar a la grande, lo hace con un delicado pasaje de la cuerda que da paso con toda fluidez a Ilia, que, alternando recitativo seco y accompagnato, surfeando entre andantinos, allegros agitatos y andantes diversos, llega a un breve arioso que se desarrolla entre bellísimas modulaciones sulfúreas hasta un calmo adagio, en el que pareciera que va a encontrar acomodo—¡¡¡por fin , el aria!!!!—pero no......, el cerebro lleno de ideas del joven Wolfang reta tu paciencia (y deleita tu escucha de paso) por un rato más, y lanza a Ilia a otro recitativo que termina con un allegro furioso que parece el comienzo de una sinfonía, y ahora ya sí, por fin , se hace la paz y empieza el aria.

Imbatible comienzo.

Así toda la ópera. No sigo, porque es imposible; los números se enlazan unos a otros con una liquidez y afluencia que no dejan respirar al oyente, convirtiendo a la propia música en una experiencia dramática en sí misma.

Alarcón se toma las intenciones que sin duda están en Mozart como propias, y decide hacer del drama orquestal su punto fuerte. Mucho contraste dinámico, mucha juego con las posibilidades rítmicas de la partitura, tiempos vivísimos, colocación espectacular de coros e instrumentistas para darle mucha más presencia a la música (al estar libre de la escena en este caso, como ahora explicaré, se lo pudo permitir), dirección firme y detallista, si acaso un punto superficial en algunos momentos.

Frustrante esta función, no desde el punto de vista musical, sino del escénico. El director de escena era el coreógrafo Sidi Larbi Charkoui, director artístico también del teatro, y el punto interesante de la producción es que convertía la ópera en una especie de ballet donde todos los elementos marinos, el monstruo, las playas , las naves, estaba realizado a base de cuerdas de barco y luces.

Pero el día de mi función, parte del personal del teatro se declaró en huelga porque, según me explicó una de las huelguistas (estaban a la puerta del teatro para explicar la situación muy educadamente), a los más nuevos no les permitirían convertirse en, llamémoslo, funcionarios, con lo que nunca podrían aspirar a tener derechos plenos económicos ni laborales. Todo muy resumido, pero vamos, que Suiza no parece ser sólo ese país ideal de Heidi y las vaquitas, de relojes de lujo y trenes de postal.

La dirección del teatro decidió no cancelar y dar la versión en concierto, que es a la que asistí.

Mucho más adecuada me pareció Federica Lombardi para cantar Elettra que la Ana Bolena que le escuché hace unos meses. Su bonito color algo oscuro de timbre carnoso y homogéneo, un amplio volumen, una proyección notable, buen gusto para la ornamentación y una más que noble y notable presencia física dieron credibilidad escénica a algo que, dadas las circunstancias , no la tenía. Cantó excelentemente “Tutte nel cor vi sento”, donde los difíciles fortepianos y delicadas apoyaturas no se le resistieron en absoluto; Igualmente preciosa su interpretación soñadora de “Idol mio”. Las agilidades no se la dan mal pero las corcheas picadas de su aria final, esas carcajadas un poco siniestras de su frustración, fueron ejecutadas en legato, bajón músicoteatral bastante decepcionante.

Muy bello, penetrante y luminoso el timbre el de Bernd Richter, que sustituía al programado Stanislass de Barbeyrac, y que cantó con mucha intención y muy buenos acentos su papel, pero…..ayyy!!!, las agilidades de “Fuor del mar” fueron un muro infranqueable para él. Las cascadas de semicorcheas, los trinos de duración de una blanca seguidos de una apoyatura en fusas, las cadencias larguísimas donde respirar es casi imposible….a casi nadie he escuchado que lo ejecute bien, pero por desgracia en este caso se convirtieron en un batiburrillo elaborado muy trabajosamente que deslució mucho el global de su prestación.

La Ilia de Giulia Semenzato, interpretada desde el prisma más delicado y dulce del personaje, en consonancia con la voz de la cantante, si bien matizaba y emitía con delicadeza las bellas frases agudos y filados de sus arias, careció un poco de fuerza y proyección en la voz para, al menos a mi, acabar de poder meterme en su piel.

Esperaba más de Lea Dessandre, a quien nunca había escuchado, pero que venía precedida de una cierta fama. Su mezzo resulta demasiado claro para Idamante, su volumen es más bien justito y tiene un vibrato que a mi no me gusta. Sin embargo si lo hizo su fraseo muy expresivo, su emisión contenida y elegante, al igual que sus maneras en escena, comedidas pero sinceras.

Quien piense que el aria de Arbace es aburrida o monótona, debería haber escuchado esta versión: De Alarcón hace aquí una especie de pequeña sinfonía donde pone especial cuidado para que en la repetición cada compás suene de manera distinta, como en general con cualquier aria ABA; las repeticiones se benefician de una acentuación ligeramente diferente, un legato diverso o un tratamiento rítmico algo variado. Irrespetuoso? Ni dea, pero me gustó mucho. El color meridional de la voz resonante de Oscar Mancini hizo el resto, coronando el aria con un espléndido sobreagudo.

Es una gozada poder escuchar los coros de esta ópera apenas a 3 ó 4 metros. La sensación de “surround” que produce escuchar “Godiam la pace”, “Pietà! Numi, pietà!”, o “Qual nuevo terrore”, con las masas corales colocadas a cada lado y en los palcos, pero prácticamente encima del oyente, es insuperable.

Ni que decir tiene que el teatro estaba medio vacío, ya que muchos asistentes decidieron aceptar la oferta de la dirección de devolver el precio de la entrada o bien cambiarla por una especie de vale para otra función.

Una pena. Ellos se perdieron la experiencia musical de una orquesta pegada al público.

Lea Desandre es una de esas cantantes que, con un material vocal más bien pobre (y fundamentalmente de soprano y tampoco especialmente grande de volumen) tiene musicalidad y sabe cantar; y eso no solo la salva sino que la convierte en una opción por encima de la media en el repertorio que interpreta.
Dice bien, da sentido a la palabra, actúa bien sobre el escenario... pero la voz, efectivamente, da para lo que da. Ha habido otros casos de artistas interesantes que lograron grandes virtudes a pesar de las limitaciones de sus instrumentos (pienso en Rockwell Blake o Patrizia Ciofi como dos casos clarísimos): en esa línea hay que situar a Lea Desandre a la que, pese a la emoción incuestionable que le imprime, ya la Dido de Purcell le está grande por medios; y de hecho está entrando en Mozart con mucha cautela (ha hecho Cherubino, pero en La Clemenza di Tito por ejemplo todavía canta Annio en lugar de Sesto). Puede que este Idamante sea lo más gordo que haya hecho hasta ahora a nivel de evolución de instrumento; quiero pensar que lo esté testando para ver por dónde sigue. Con esto no quiero decir que no sea interesante; que lo es pero hay que saber lo que tenemos enfrente.

Ciofi, qué y gran maravillosa cantante. Su material era pobre, en efecto, pero en absoluto feo, con unas veladuras que desplegaban unos reflejos interesantísimos. Eso sí, se sufría muchísimo con la tensión a la que sometía a su garganta, aquellos agudos a los que parecía imposible que llegase (y a los que a veces llegaba cual tren chirriando sobre los raíles), pero qué delicadeza e infinidad de matices en su emisión, qué gusto exquisito para los adornos y variaciones, qué musicalidad a prueba de bomba....De las mejores belcantistas que ha habido en estos últimos treinta años.