Ya que he cogido carrerilla, agrupo dos crónicas de dos funciones separadas entre ellas por un corto espacio de tiempo en el que también he asistido a otros acontecimientos, como un bolo de Javier Camarena que vino únicamente para vender su libro, tan simpático como siempre, pero con una voz claramente deteriorada (no sé si desde Il Pirata de Madrid o desde qué) y una Rusalka que ya tiene hilo propio y ya croniqué.


Las agrupo porque están íntimamente relacionadas. La intimidad y la relación viene de ser dos Púrcelles, interpretadas por orquestas especialistas en el palo, de gira y con una estrella del firmamento operístico que hace de gancho comercial y supone uno de los principales atractivos.

También cuentan con alguna diferencia notable. Una la vi en el Palau de Les Arts y la otra en el Palau de la Música, que, aunque están a tiro de piedra, ni son lo mismo ni se parecen. Otra diferencia es que en una la estrella es su creador y Alma Mater, quien todo prepara y todo decide, y en la otra es una mezzo de éxito, que no siempre canta con esta orquesta ni en este repertorio, pero es de las cantantes más mediáticas que en la actualidad existen.



En Les Arts asistí a una magnífica Fairy Queen, dirigida por William Christie, con Les Arts Florissans, los cantantes de la academia Le Jardin des Voix y la extraordinaria coreografía de compañía Käfig. The Fairy Queen es una semi ópera, de esas que escribió Purcell y que se presentó en versión semi escenificada.


Lo de que sea una semi ópera, la hace irrepresentable íntegramente, de imposible seguimiento argumental, y tan inconexa que los cantantes no se identificaban con los personajes, sino que contaban con tres mezzos, una soprano, dos tenores, un barítono y un bajo y así de describían en el programa ahora digital (que el modesto tríptico que publicaba Les Arts iba a acabar, junto con los agricultores, con el planeta). Los cantantes iban cambiando de personaje en función de la intención de Christie. Este metió la tijera, como están obligados todos a meterla, ya que 5 horas son irrepresentables, y dejó la representación en algo menos de dos horas.

Lo de semi escenificada es un decir, ya que contó con una puesta en escena muy completa y compleja, basada en una extraordinaria coreografía de Mourad Merzouki, con 5 bailarines de hip hop dejándose el alma y con los cantantes, todos muy jóvenes y sin ningún descalabro vocal, añadiéndose tanto al baile como a los movimientos, con esfuerzo y hasta diría que con acierto.


¿Quién me iba a decir a mí que un pasticcio de semi ópera barroca combinada con break dance me iba a gustar? Pues me encantó, y es que cuando se tiene buen gusto y las cosas se hacen con trabajo y acierto, el resultado es francamente bueno.

A mi lado se sentaron dos señoras septuagenarias que antes de empezar me preguntaron por lo que íbamos a ver, ya que no conocían ni la obra ni a los intérpretes. Yo les expliqué un poco la obra y les dije que del resto no sabía nada, pero que seguro que algo bonito, ya que William Christie era un seguro de vida. Al terminar, en los aplausos, se giraron hacia mí y me dijeron que les había encantado y una añadió: ¡y el director es muy majo, y hasta guapo!



En el Palau de la música valenciana asistí a un Dido y Eneas después de un Jephte de Carissimi, que dos días antes habían pasado exactamente igual por el Real, pero 5 veces más caros.


Aquí la orquesta era Il Pomo d’Oro y la estrella Joyce DiDonato. Versión concierto, esta vez, del todo. En el clave y dirigiendo estaba el joven y enérgico Maxim Emelyanychev y tengo que decir que sonó a gloria. Mención especial para el estupendo coro del Il Pomo, con algunos de sus miembros saliendo a los atriles y ejerciendo de solistas con acierto y éxito.


Los papeles principales los interpretaron: la bellísima Fatma Said que fue una muy expresiva Belinda, con voz delicada y gran transmisión. Andrew Staples que fue un Eneas y un Jephte adecuado y de timbre agradable, pero me dio la impresión que papeles de más exigencia, mayor orquesta y mayor teatro, se le quedarán grandes. Beth Taylor fue una hechicera cargada de expresividad y riesgo, con unos graves dramáticos peligrosos muy bien resueltos. Y la segunda mujer e hija de Jephte fue Carlotta Colombo, también correctísima y muy entonada.


Dejo para el final a Joyce DiDonato, que me dio la impresión de que cantó menos que todos los anteriores, pero se le aplaudió más. Es lo que tiene ser el reclamo. La próxima vez podrían añadir a Jeni, si tiene tiempo, ya que creo que va a ser fallera mayor infantil, presentadora del tele cupón y nueva musa de Almodóvar.

A mi DiDonato me cae muy bien, la he visto en 7 óperas distintas en directo y siempre he salido encantado. Cierto que emite unos sonidos demasiado fijos, pero es muy lista, sabe mucho y el lamento de Dido lo hace bellísimo.
En un cartel en el que el nombre de DiDonato es el único que figura, que hay que leer en pequeñito que es para cantar Dido y Eneas de un tal Purcell, pues como que se le espera algo más. Pero bueno, lo cantó con mucho gusto, regulando con delicadeza, y arrastrándonos al drama de la reina cartaginesa. Vamos, no fue un bolo como el de Camarena, pero me quedé encantado por el conjunto y un poco con ganas de más DiDonato.



En resumidas cuentas, en menos de un mes dos delicias del mejor barroco inglés del genio de Purcell. Pequeños pedazos de gloria que paladear. Y que vengan muchos más.



Saludos