Lord Enrico Ashton............................Andrzej Filończyk Lucia Ashton..................................... Serena Sáenz Sir Edgardo de Ravenswood................Xabier Anduaga Lord Arturo Bucklaw...........................Granit Musliu Raimondo Bidebent.............................Christian Van Horn Alisa....................................................Emily Sierra Normanno...........................................Aleksey Kursanov
Director de orquesta............................Antonio Fogliani Dierctora de escena..............................Barbara Wysocka Iluminación...........................................Rainer Casper
Nueva cancelación, esta vez de Nina Minasyan , pero creo que por una vez hemos salido ganado con el cambio. Serena Sáenz, lo hace todo bien, absolutamente todo. Si la voz no es en exceso grande y se le podría pedir algo más de squillo en los graves, ello es peccata minuta para todo lo que ofrece. La fuerza y volumen con que proyecta los agudos en forte, timbradísimos y con un sonido brillante y lleno, preciso, sin la más mínima duda tonal, son verdaderamente espectaculares. Sus sobreagudos filados o en piano son dignos ( salvando la calidad del timbre) de Gruberova, diva tan querida, con razón , en este teatro; sin embargo Serena nos libera de aquellas subidas portamentadas con las que a veces nos “deleitaba” la eximia cantante, elevándose delicadamente sin transición a las alturas, o como hizo en un momento del concertante, con un ascenso emitido de una sola vez en un fortepiano de gran belleza. Usa todos los recursos técnicos que tiene, que son muchos, para dar vida a un personaje perfectamente creíble desde el punto de vista dramático: el vibrato manejado a su antojo o la emisión más homogénea y tersa cuando se requiere, la precisión en los ataques o un rubato delicioso que subraya su gran musicalidad. Coronó el sexteto con un magnífico Re sobreagudo que se escuchó por encima de todo y de todos.
La interpretación escénica es asimismo sobresaliente; se mete completamente en el papel de una Lucia para nada sumisa ni conforme con lo que se pretende de ella, se enfrenta a su hermano, a su impuesto prometido, a la sociedad, con una desenvoltura de movimientos y gestos llenos de gracia y elegancia, pero sobre todo de una naturalidad que parece que estuviera improvisando en cada momento, sin que nada resulte forzado ni artificioso. Su salida en un traje plateado después de la fallida noche de bodas, sin una gota de sangre encima y perfectamente peinada y en la mano la pistola con la que se acaba de cargar a Arturo, es de gran efecto.
Bordó la escena de la locura y como anécdota únicamente decir que se perdió unos segundos en la pequeña cadencia previa a “Del ciel clemente”, lo que resolvió con gran profesionalidad…. y una pequeña ayuda del director. Los bravos empezaron después de “Quando rapito”, y a partir de ahí los cosechó en cada escena o número de conjunto en los que intervino.
Anduaga estuvo bastante bien en su cometido, aunque continúa con esos handicaps que enturbian un tanto su prestación. El más importante es un fraseo un tanto uniforme y poco matizado, tendiendo muchas veces a una emisión demasiado intensa que puntualmente resulta algo forzada y/o desencajada. Y su italiano, aunque mejorando lentamente, sigue siendo un caballo de batalla.
Por otra parte es imposible sustraerse a la magia de su timbre y a su capacidad de producir unas medias voces , unos filados y unos pianos de enorme belleza, de todo lo cual hizo una gran exhibición en su escena final. Como actor tiene, sin embargo, mucho camino por delante.
Andrzej Filończyk, barítono polaco de 29 años, con una voz sonora, potente y de gran fiato, tal vez un pelín dura para el belcanto, cantó más que correctamente, aunque ha de redondear su estilo y dominar el material que sin duda tiene. Es muy joven y tiene tiempo, aunque con 29 años ya está cantando en bastantes grandes teatros. A su favor tiene una gran presencia y unas buenísimas dotes de actor, que lo hicieron, junto con Lucia, el protagonista de la historia.
Bueno el Raimondo de Christian Van Horn, resonante y bien timbrado bajo, aunque quizás algo parco de expresividad. Y muy correcto el Arturo de Granit Musliu.
Me gustó mucho el archiconocido montaje de Barbara Wysocka, estrenado en este mismo teatro hace unos diez años, y que se pudo ver en el Liceo hará dos o tres. Ambientado en la otrora magnífica y ahora desvencijada sede de una gran empresa al borde de la ruina (Ashton), el heredero Enrico presiona a la también heredera Lucia para que acepte un matrimonio de conveniencia con un rico inversor que aportará su capital para salvarlos, lo cual, ante la firma oposición de Lucia, solo conseguirá mediante el engaño de todos sabido. Como ya dije, la absoluta convicción de los dos en su interpretación y una trabajadísima dirección de actores hace que sean los auténticos motores de la acción. Tienen bastante menos fuerza los demás personajes.
Ella es un trasunto de una chica bien con el aspecto de Jacqueline Kennedy, él el hombre de negocios de pocos escrúpulos dispuesto a lo que sea para salir adelante, mientras Edgardo compone el novio un poco romántico y un poco sanguíneo a la vez, y en el que pesa más el despecho y la rabia que el mínimo esfuerzo que realiza por creer o recuperar a Lucia. El coro de invitados a la boda se convierte en una especie de junta de accionistas e inversores que asisten aliviados a la firma del contrato y que en la escena de la fiesta van a ser los testigos horrorizados de las fatales consecuencias que para todos va a tener la pérdida de la salud mental de un ser humano coaccionado a hacer algo completamente en contra de su voluntad.
Hay que decir que la iluminación fue una maravilla en todos los cuadros y que la orquesta sonó estupendamente en las manos de Antonino Fogliani.
El triunfo fue clamoroso para Serena Sáenz e igualmente, aunque un punto por debajo, para Xabier Anduaga. Es un orgullo ver a dos cantantes españoles llevarse el gato al agua en una ópera tan emblemática, especialmente a la primera, teniendo en cuenta que en este papel y en este teatro la sombra de doña Edita es todavía muy alargada.
|