Davidsen ha sido espectacular. Todo el concierto ha sido de gran nivel. La Forza ha sido ya impresionante, expresivamente de lo mejor. En el Otello, las dinámicas, las medias voces, ha sido precioso. La Salomé imponiéndose a la orquesta a todo trapo de no creérselo. El Tannhäuser, el mejor que he escuchado en directo. Es un torrente de voz y sus agudos son diamantes de una belleza extrema. Los graves palidecen un poco ante la exultante resonancia de notas más altas. Veo una buena progresión en ella, creo que lo mejor de su carrera vendrá en su próxima década.

A ver si esa Forza llega pronto, me gustaría irle a ver una ópera representada, que todavía no he tenido ocasión.

Y…más ( hoy canta el D. Jose en lugar de Spyres , resfriado )

El otro tenor de moda, de similares armas es el señor Tetelman.

Veremos si no los queman rápido o se queman solos.

Mi primer comentario al terminar el concierto de Sondra Radvanovsky fue: ¡Está viva!. Y es que no esperaba tanto de la actuación de esta ilustre soprano americana.

Es evidente que la voz ha perdido un poco del brillo de de otros tiempos, lo que se traduce en que a veces los graves suenan un poco aplastados, en unos cambios de color al cambiar de registro demasiado acusados, coloratura a veces deficiente o inexacta y un ocasional vibrato más deseable de lo que el estilo belcantista precisaría. Pero ese timbre incisivo, un volumen y una proyección espectaculares, una interpretación dramática y algunas de sus capacidades técnicas completamente intactas hicieron el milagro. Su facilidad para los agudos filados, un estupendo uso de los contrastes dinámicos y un muy buen gusto para los portamentos, ahí están.
Eso sí, su pronunciación del italiano, aunque esta vez mejorado, sigue siendo su punto más débil..

Dicho esto, ofreció una interpretación que estaría al alcance de muy pocas cantantes de hoy, más tratándose de un programa tremendamente exigente donde cantó las escenas completas con sus correspondientes introducciones y cabalettas finales. Un tour de force asombroso.

En mi opinión, lo más flojo de todo fue precisamente el comienzo, con Anna Bolena. Supongo que algo de nervios y empezar así en frio hicieron su parte. Con alguna imprecisión en la afinación, dificultades en las medias voces del registro central, unos trinos la mayor parte de las veces inaudibles o cuasi inexistentes, y saltarse el sobreagudo final, su canto estuvo pleno de matices, emoción y teatralidad. A años luz de la Bolena que le vi el mes pasado a Federica Lombardi.

Con Maria Estuarda las cosas mejoraron ostensiblemente. Empezó con el estupendo coro “O truce apparato”, para mi el mejor de Donizetti, que el titular del teatro interpretó maravillosamente. En la preghiera desplegó el arte del filado, la media voz y unas ascensiones al agudo en piano bellísimas. La nota sostenida — no sé si es un sol o un la— que debe cantar con el coro de fondo fue emitida de una vez, terminándola con el consabido aumento dinámico al forte. No sé si llegó a los 20 segundos de Caballé pero fue ejecutada con enorme belleza. Hizo además un pequeño alarde con algún sobreagudo de su cosecha; no cantó las dos primeras estrofas de “Dúo con che muore” (o yo, en unos segundos de pérdida de conciencia, no lo escuché), lo cual quedó raro.
Esta vez sí que cantó el (creo que Re sobreagudo) del final.

Y en Roberto Devereux escuchamos lo mejor del concierto. El patetismo del personaje, su soledad, su ira, rompiendo un poco la voz, exaltándose o llenándose de dignidad cuando lo pedía el momento, fueron un modelo de interpretación. Si, en mi opinión, los personajes de Donizetti son prácticamente los únicos que se pueden considerar como creíbles desde el punto de vista humano, y me refiero a sus emociones y reacciones, Radvanovsky me lo demostró una vez más.

Con la emisión algo más homogénea que en las anteriores, “Vivi ingrato”fue toda una muestra de como ejecutar el canto spianato sin que por ello se tenga que perder un ápice del drama personal que está contándonos el aria. Y en esa maravillosa cadencia descendente que es el clímax vocal del aria, si no llegó a la cumbre absoluta de Caballé, cerca anduvo. La cabaletta fue un prodigio de entrega y emotividad, también esta vez coronada por un sonoro sobreagudo final.

Bien la orquesta ( su sonido me pareció bastante mejor que el de la Deutsche Oper en la misma obra, que es una orquesta excelente) y bien el coro, aunque hubo algún desajuste que otro.

Frizza conoce este repertorio, dirigió animadamente y con suficiente variedad expresiva, lo que es imprenscindible para que este repertorio pase de parecer un chimpún a la exquisita música que, sin embargo, es.

Yo también disfruté mucho de ambas veladas. La voz de Davidsen es de una calidad difícil de encontrar hoy día (por extensión, color, homogeneidad), además de poseer una musicalidad irreprochable. Como dice Le Gouverneur, brilló desde el principio con el Pace, pace... No tanto en Morrò ma prima in grazia, por lo grave de la parte. El resto fue un concierto extraordinario. La propina del Tannhauser, Dich teure Halle, fue una exhalación de frescura arrolladora. Y terminó con un memorable Morgen, replegando la voz hasta conseguir frases verdaderamente exquisitas. Ahora mismo solo se me acurre el nombre de Elza van den Heever para competir con Davidsen, sobre todo en Wagner. Cabe mencionar que no estuvo especialmente bien acompañada por la orquesta en Salome.

De Radvanovsky me quedo con la plegaria de Maria Stuarda (para mí, el mejor momento de la noche). La Anna Bolena le queda ya un poco grande (sin duda, es la más difícil de estas tres escenas), aunque el agudo del recitativo fue estupendo (el agudo que le costó a la pobre Caballé un abucheo en la Scala...). Hubo momentos donde faltó afinación, flexibilidad, y se notaba que la voz ya no está fresca (con 55 años...), pero fue capaz de un despliegue técnico importante, con hermosísimos filados, un fiato notable, y una gran entrega dramática. No estoy tan de acuerdo con que sea, a estas alturas, una voz "enorme", sobre todo después de escuchar a Davidsen.

Una lástima no haber podido asistir, finalmente, a este recital de la Davidsen. Esperaba, además, con mucho interés su prestación en el rol de Salomé, en uno de los finales de ópera más espectaculares e impresionantes que se hayan compuesto nunca. Por cierto: ¿intervinieron tenor y mezzo como Herodes y Herodías, respectivamente en las partes que tienen indicadas durante el gran monólogo, o hubo solo música?

No intervino nadie. La Davidsen se las vio a cara de perro con una orquesta desbocada que no le daba tregua alguna y que, como han comentado algunos foreros, en ocasiones casi llegó a taparla por completo. Pero ese tira y afloja con momentos donde la soprano fue capaz de imponerse al torrente instrumental sin perder la elegancia en su canto fue apoteósico. Para mí, esta lucha entre cantante y orquesta le dio una fuerza añadida al ya de por sí bárbaro final de Salomé que me hizo vivir el que probablemente ha sido el momento más intenso de mi -todavía modesta- experiencia en teatros de ópera. Consiguió la noruega erizarme el vello y contraerme la boca del estómago en un par de instantes.

Me hubiese encantado ir a los dos conciertos, pero al ser tan seguidos hubo que elegir. En más de una ocasión me arrepentí de no aprovechar la ocasión de volver a escuchar a Radvanosky, que este verano me encandiló en El Escorial, y además aquí venía con un formato y un repertorio muy distintos al de aquel recital. Aunque no dudo de que hubiese disfrutado muchísimo sus tres reinas, nos volvimos a casa, la Sra. Fitzcarraldo y yo, muy contentos por la elección y completamente subyugados por Lise Davidsen; con ganas de escucharla cantar una Salomé entera, un Tannhäuser... cualquier ópera que tengamos ocasión de escucharle (ojalá se materialicen esa Forza).

Ciertamente, la orquesta sonó algo ruidosa y de trazo grueso en Salomé, pero al lado de lo que pudo escucharse el día antes, pareció la Filarmónica de Berlín. Lisa Davidsen, que en su presentación del año pasado en el Real con lied no dejó huella, pues se trata de una voz fundamentalmente operística, demostró ser ese fenómeno vocal que descubrí atónito en Bayreuth en 2019 con la Elisabeth de Tannhäuser. El poder de la voz humana, como instrumento más fascinante, se manifiesta con toda su fuerza en el caso de esta soprano a la que no hay orquesta que tape, una máquina de sonidos restallantes, bloques de sonido que parece que pueden tocarse y despeinan al más pintado. Además, ojo, estamos ante una cantante musicalísima. En la parte italiana, le falta un legato y articulación más genuina, pero hay un canto esmerado, la messa di voce de Pace, el filado, timbradísimo, de "Invan la pace" y el Si bemol final en Forza fueron impactantes. Apabullante la Salomé y pocas veces podrá escucharse un saludo a la sala de Tannhäuser más deslumbrante y generoso.

La Radvanovsky, ya no en sazón como sí está la Davidsen, culminó con mucho mérito el alarde de cantarse tres grandes escenas de la Donizettiana trilogía Tudor con el único descanso de las oberturas. Hay desgaste, pérdida de ductilidad, la dicción del italiano no ha mejorado y la agilidad resultó problemática, pero el material aún es imponente, como la capacidad de recogerlo, jugar con las dinámicas y emitir filados y reguladores de factura. Meritorio, además, con una voz de ese fuste, concluir la Stuarda y la escena de Elisabetta del Devereux, para mí la más exigente, con sobreagudo.
Eso sí, vergonzosa la orquesta, sin color, sin empaste, con una cuerda raquítica, inaudible y un Frizza que desconozco quién le ha dado el título de Donizettiano, pues volvió a ser la misma tortura que cada año en el Festival de Bergamo. Acertada la parte escénica a cargo de Rafael Villalobos, pues esta vez se puso al servicio de la primadonna, de la música y del instinto teatral Donizettiano.

Muchas gracias por la respuesta. En cualquier caso, una lástima, pues dichas sendas intervenciones le otorgan a la escena una intensidad dramática que pierde muchos enteros cuando faltan. En todo caso, y a juzgar por los medios de que dispone Davidsen, la parte de la joven princesa debió de ser realmente impresionante. A mí, personalmente, era el momento que más me interesaba del concierto (la parte del león, digámoslo así), porque he escuchado vídeos que corren por ahí de las otras arias que cantó y sentía curiosidad por ésta.

Efectivamente: esto es lo que más destacaría yo, incluso por encima del fenómeno vocal que es Davidsen y si tenemos en cuenta el estado general de catatonia en que nos movemos hoy día: su capacidad para decir, para interpretar, la intención con que afronta lo que canta. Pero si encima se le añade ese vozarrón...

¡¡Brrrr!! ¡Qué rabia no haber podido asistir al concierto!

No fui al concierto de Davidsen, pero en el de Sondra hubo una afluencia forera importante: mi gran amigo Don Magnífico, además de mi admiradísimo Siddharta, parte, Sutherliano, piccolo y pasaelmocho.

Cómo me encantan estos grandes eventos.

La Radvanovsky.
https://youtu.be/KgOYWKCzlb0?feature=shared
https://youtu.be/qg8NtjIx0Qg?feature=shared

De Lise Davidsen, ¿ hay algún vídeo colgado de su concierto de anteayer ?

No, pero de Radvanovsky hay mucho vía redes sociales.

Esos piratas estaban casi grabando en la nariz de la Sondra, sin ningún sonrojo. Ya los aficionados dejaron de lado cualquier pudor sobre el particular.