El argumento de Orlando de Händel se puede resumir en dos líneas:
Tras volver de sus batallas, Orlando enloquece al encontrarse a su amada Angelica enamorada del joven Medoro, pero la intervención del mago Zoroastro lo devuelve a la razón y a las gestas heroicas.
Básicamente.

Si contamos con que la estructura musical es una sucesión de arias da capo, con algún dúo o trío, es una ópera que se puede hacer un ladrillo muy pesado de digerir.

Los primeros minutos de este Orlando en el Teatro Real fueron para levantarse e irse. Una música que bueno, no maravillosa pero sí, vale, es Händel, y unas voces que no son capaces de superar a una orquesta tocando barroco... ¡Menudo sopor!

Y aquí hay que remarcar la buena labor del director de escena que, siendo fiel al argumento, consiguió dotarlo de una narrativa dramática variada y una intensidad que fue a más, para concluir con tercer acto francamente brillante.

Sí, todo fue in crescendo.
Y, aún con limitaciones, me alegro de haber asistido a esta función, que empecé con la cabeza cayéndoseme y terminé con gran interés.

Si habéis visto las imágenes no hay gran misterio: Guth reencarna a Orlando en un marine veterano de guerra con síndrome postraumático. Y allí está su amada enamorada de un petimetre y la otra chica, Dorinda, que interviene en la acción tal como indica el libreto. Lo del mago pues oye, yo no lo he entendido, tendré que leerme los artículos del programa de mano, pero es peccata minuta. La ópera está estructurada, tiene su lógica y su progresión dramática. Muy bien.

- Oye Claus, ¿qué se te ocurre para el decorado del Orlando de Händel?
- ¿Qué tal una plataforma giratoria que ofrezca varios escenarios en uno solo?
- ¿Otra veeeeeez?

Pues sí, tras Parsifal, Rodelinda y Don Giovanni, una casita dando vueltas. No pasa nada, está bien. ¿Qué le podemos achacar? Que a veces hace cantar a los intérpretes desde lugares muy poco apropiados: el interior de la caravana, en lo alto totalmente desguarnecidos, de espaldas en un sillón, en el fondo de un garaje/túnel...

Y claro, si tienes unos cantantes solventes pero no excelsos, el sonido se va, se va, se va.

Orlando es Christophe Dumaux, con una voz apropiada para el papel... si no tuviera que estar de arriba a abajo durante toda la ópera. Brilló en las agilidades y se pudo recrear en los momentos más íntimos, pero le faltó proyección. A nivel actoral fantástico, creíble y con una interpretación física extenuante. Bien.

Muy aplaudido el otro contratenor, Anthony Roth Costanzo, con una emisión muy natural, volumen y un fraseo exquisito, recreándose con gusto en sus arias que son dos caramelitos. Su personaje podría haber estado más pulido, dándole un toque más pedante que sólo haciéndole mover el coche varias veces. Pero eso ya es cosa del regisseur.

Rotundo y eficaz Florian Boesch de Zoroastro en el doble papel de vagabundo/funcionario. Voz plena y agilidades que dan gusto en un barítono.

Susto inicial de Giulia Semenzato como Dorinda nada más empezar la obra. ¿Qué es eso? No oigo nada. Aparte, tampoco la veía por la situación lateral de mi butaca. Pero es que la habían hecho cantar desde dentro de la caravana. Después ya bien, muy apropiada para el rol y con mucho encanto. También muy aplaudida.

Discreta Anna Prohaska, que no conseguía superar la orquesta la mayor parte de las veces. Bien en la coloratura, con dificultad arriba. También gran trabajo de actriz.

La orquesta a cargo de Ivor Bolton. Si a la pareja protagonista no se la oye quizás sea cuestión de aligerar un poco y no resultar tan pesada. Sonó bien, eh. Un poco más de brío en algunos momentos no hubiera estado de más.

Quejábanse mis compañeros de butaca de la traslación temporal de la acción y de que esto tenía que haber sido una comedia barroca de amoríos y locura. Quita, quita, me pones princesas, armaduras, lanzas y castillos y sí que hubiera sido infumable.

Público bastante respetuoso, cicatero en aplausos durante la obra pero generoso al final.
Creo que sólo sonó un móvil.
Eso sí, cuidado que en Madrid empieza el frío, jodó con las toses.

Disfruté la función después del espanto inicial y sinceramente recomiendo conocer esta producción.

Si hubiera habido más enjundia para la crónica social seguro que te lo habrías pasado mejor. Pero Supongo que los habituales especímenes cercanos se durmieron.

A Claus Guth de pequeño no le dejaron jugar con casas de muñecas y ahora se venga así.

Pues a mi me me pareció un tostón aburridísimo; la primera parte, la segunda no estuve

Pues a la lista no va.

Pues a mi me me pareció un tostón aburridísimo; la primera parte, la segunda no estuve

El barroco en general es para "especialistas."

El público más habitual a otro repertorio, solo lo tolera por ejemplo como cuando décadas atrás en el tema sopranil se presentaba una diva tipo Sutherland, Sills o más recientemente Battle o Dessay que hacían lo que querían con las partituras y eso divertía y los papeles masculinos se dejaban para mezzos en regla, barítonos o bajos.

Nada de contratenores.

Y por supuesto la tijera abundaba.

Ahora está muy bien, priva el filologismo, pero no a todos agrada.

Así creo yo y como dirían los franceses “ Chacun à son goût “ . Y eso que Haendel es más avanzado que el barroco anterior de los Monteverdi,etc…
Pero también particularmente, pienso como Tann y a mi, la ópera barroca ( sobre todo la italiana ) salvo que esté envuelta en una muy interesante y hasta divertida producción, no me verán en el teatro.
Como excepciones, estando yo presente y que me atrajo, la famosa PLATEE con escenificación de Pélly y que concertó Minkowski, excelente espectáculo

Pues no estoy de acuerdo, la verdad. Quizá si uno quiere entrar hasta el fondo en los códigos y estilemas propios de la música de ese sensacional período sí haría falta tener algunos conocimientos (de mitología, por ejemplo). Pero para disfrutar de la música y de la mayoría de los libretos (muy sencillotes en general), tampoco creo que haya que ser especialista.

El verdadero problema actual de la música antigua, a mi modesto entender, son las gallinas cluecas quiero decir, los contratenores.

A eso me refería, hay que ser un "especialista", para asumir la realidad hoy de los contratenores en este repertorio

Y si encima los contraterrores escogidos son especialmente malos como los de este Orlando, pues telita. A uno ni se le oye y al otro, un poco más, pero canta peor y termina muerto en su última aria, con sonidos parecidos al gozne de las puertas de un caserón abandonado. Semenzato, justita de volumen, con centro sordo, pero al menos, canta con estilo, mostró buena coloratura y un saludable registro agudo, además de desenvoltura y atractivo en escena. Por tanto, la única italiana del reparto hizo algo de justicia al "caro Sassone". La Prohaska, poquita voz e incomodísima arriba, con sonidos fijos y otros como tiza en pizarra. Florian Boesh apechuga y saca adelante un papel temible, por amplitud de tesitura y agilidad, escrito para el legendario bajo Antonio Montagnana.

El montaje de Guth para Rodelinda me gustó mucho, inteligente y con una dramturgia que superaba el estatismo de la ópera seria. En esta ocasión la cosa no ha funcionado tan bien.
Y el problema no son armaduras ni demás zarandajas, es EL ESTILO. El barroco consagra la poetica della meraviglia, es todo estilizado, en la búsqueda de una belleza idealizada. Por tanto, es inadmisible, no porque escandalice (lo que causa es risa y no es una ópera buffa) si no porque atenta contra el estilo y espíritu de la obra, ver sobre el escenario a un señor practicando el onanismo, otro haciendo pis y emitiendo un eructo y otros copulando de manera ruidosa. Hay otros repertorios más realistas, donde encaja todo eso y más. El personaje de Zoroastro, que es clave, y encarna lo mágico y sobrenatural, como todo esto les causa sarpullidos a los registas actuales, lo desdobla en un repulsivo borracho indigente y en una especia de asistente psicológico de Orlando. Por no hablar de la autocopia, como ya ha señalado el escrito que abre este hilo. La plataforma giratoria y no olvidar la parada de autobús mugrienta, también presente en el Don Giovanni. Lo positivo, el instinto teatral de Guth que es capaz de dotar de dinamismo y fluidez a obra tan rígida y estática.

Bien Bolton, aceptable sonido de la orquesta, en estilo y aunque poco fantasioso, sí sensible y musical. Faltó pulso en muchos momentos como en la genial escena de la locura de Orlando, en la que faltó emotividad y fondo ramático, por parte de la orquesta y del insuficiente cantante.

A mí me pasa con la ópera barroca (y la anterior, con alguna excepción, como Dido & Aeneas) exactamente lo mismo que con la, llamemos, contemporánea (y la inmediatamente anterior): la disfruto en teatro mejor que en casa. Y es que gracias a ver la acción sobre el escenario, por disparatada que sea la puesta en escena, me resulta bastante menos tediosa que ese binomio de recitativo-aria constante y extenuante.

Función del 6 de noviembre de 2023.

Después de dos años, otra ópera del gran maestro Händel se representa en el Teatro Real de Madrid. En esta ocasión, se trata de Orlando, cuyo argumento, basado en una ópera, L'Orlando, de Carlo Capece, se remonta al poema épico de Ludovico Ariosto, Orlando Furioso, que también sirve de base para los argumentos de sus óperas Alcina y Ariodante. Si bien esta ópera no tuvo éxito en su estreno en 1733, con solo 10 representaciones, hasta su exhumación en el siglo XX. Hoy en día está vista como una de las más importantes óperas de Händel, con destacada discografía en tiempos modernos. El argumento, pese a estar basado en un clásico, no deja de ser inusual en la ópera barroca: trata sobre la locura de un héroe que descubre que el amor no puede ser para él. Esta ópera, poco frecuente en España, fue vista en Madrid hace cuatro años, en una visita en versión concierto de Il Pomo d'Oro en el internacionalmente famoso ciclo de Universo Barroco en el Auditorio Nacional. Ahora es el Teatro Real quien la pone en escena con sus propios medios, estrenándola en su escenario.

Claus Guth realiza un interesante paralelismo del argumento de esta ópera con la actualidad. Muchos soldados al volver del frente vuelven con secuelas a la vida civil, muchas de ellas psicológicas e irreversibles. Guth toma como referencia la película "Taxi Driver" de Martin Scorsese, con el protagonista volviendo enajenado de la Guerra de Vietnam, para su montaje. En esta ocasión, ambienta la obra en un modesto bloque de apartamentos, rodeado de palmeras y vegetación que nos sugieren una ciudad costera. Para ello, se sirve de un escenario giratorio que muestra el arruinado apartamento donde vive Orlando, una caravana que hace las veces de bar, la fachada del edificio, una escalera llena de vegetación, y una parada de autobús, a cuyo lado hay un anuncio de cerveza. Guth enfatiza la locura del héroe, el proceso de autodestrucción de un soldado con estrés postraumático. A su lado, Zoroastro hace las veces de su consejero, y de un borracho vagabundo que se involucra con los personajes. Dorinda tiene una tienda, que atiende vestida de Blancanieves, y los amantes Angélica y Medoro tratan de vivir su amor, aquí una tórrida pasión, en medio de este sórdido ambiente. A medida que avanza la acción y la locura de Orlando, un ambiente de terror, con el protagonista autolesionándose y sufriendo alucinaciones, impregna la escena. Los vídeos de Roland Horvath, de ROCAFILM, intensifican el ambiente autodestructivo con sus brillantes proyecciones.

Ivor Bolton, al frente de la Orquesta del Teatro Real, logra una versión que va de menos a más, desde una obertura aceptable, hasta lograr un acompañamiento inspirado, y con destacada intervención de la viola.

Christophe Dumaux, el famoso contratenor francés, interpreta a Orlando. Este montaje le exige una gran implicación no solo musical, sino física, ya que tiene que saltar o golpearse mientras canta o recita. Excelente su interpretación de arias de bravura como Fammi Combattere, así como a nivel actoral. Anthony Roth Constanzo interpreta a Medoro, con una voz con mayor volumen que la de Dumaux, destacándose en la larga y bellísima aria Verdi allori, donde además dio un pianissimo bello, largo y memorable. Florian Boesch es Zoroastro, el mago quien salva a Orlando de la tragedia que está a punto de cometer. Si a nivel actoral e interpretativo es impecable, a nivel vocal a veces se queda insuficiente, ya que para la autoridad de este personaje se echa en falta un poco más de grave. Su interpretación del aria Tra caligini profonde resultó desagradable, no por sus medios vocales, sino por la puesta en escena, que le obliga a entonarla como si estuviera ebrio, porque según el montaje lo está, además de alternarse con algún eructo, y con los gemidos de Angelica y Medoro que tienen relaciones sexuales no muy lejos. Las cantantes femeninas se perfilaron como lo mejor de la noche, tanto Anna Prohaska con sus excelentes interpretaciones de las arias de Angelica, mostrando habilidad con la coloratura, como agudos impecables; como Giulia Semenzato en el rol de Dorinda, con una dulce voz y capaz de cantar con dramatismo en arias como Quando spieghi i tuoi tormenti.

Aunque el público no llenara la sala, llamaba la atención su entusiasmo, aplaudiendo, incluso braveando, después de muchas arias. Al final, dio una recepción entusiasta al reparto. Este Orlando ha resultado ser una agradable sorpresa, en una noche disfrutable con un notable elenco y una sobrecogedora puesta en escena.

Estando ya advertido -por un amigo que asistió al estreno- del tipo de montaje de Guth, saqué una entrada sin visibilidad (con lo cual me ahorré el equivalente a varias botellas de aceite de oliva virgen) y me concentré en la música y las voces.
Las voces se oían poco, por lo justas que andaban todas ellas, y de lo poco que se oía ninguna me pareció ni excelente ni siquiera buena.
En cuanto a la música, pues un aprobadillo a la orquesta, dejémoslo así.
Recordé, eso sí, la fantástica "Alcina" handeliana que pudimos disfrutar este pasado febrero en el Auditorio Nacional, con Les Musiciens du Louvre y Marc Minkowski. Aquella sí que fue una velada memorable.
¿Por qué diablos la ópera barroca no termina de encajar en el Teatro Real? Algún musicólogo que conozco aboga porque la ópera barroca se represente en el Teatro de la Zarzuela, donde quizá a Dumaux se le escucharía mejor. Quien sabe.

Saludos