Mucho tiempo ha pasado desde mi última ópera en directo. Demasiado.

Y muchas cosas han ocurrido en este tiempo. Algunas buenas, otras no tanto. Pero no sé si entretenerme en ellas, ya que los cursos de comprensión lectora se suspenden en tiempo estival y no quiero provocar la ira y el justo insulto o menosprecio en quien dice que he dicho lo que no he dicho. Por lo tanto, lo dejaré para mejores momentos. Quizá para cuando Vini y Jenni, junto con la ONU, nos hayan construido un mundo feliz. Espero que no haya que ir en cohete, que me mareo.


Comienza la temporada en Valencia, como en Barcelona, con el romanticismo de Tchaikovsky, y con una obra inédita en les Arts, como es La Dama de Picas. Y aunque la hacen larguísima gracias a sus dos descansos, la calidad de la propuesta hace que sea una experiencia liviana y pase en un periquete. Esta obra de romanticismo mágico, con guiños a Mozart, Wagner y Bizet, cuenta con un lirismo arrebatador, y aunque, en mi opinión, no alcance la altura de Onegin (a mí me gusta más), es un magnífico comienzo.


La puesta en escena corre a cargo de Richard Jones, que ya nos escenografió una Ariodante, no hace mucho.

Me gustó, siempre respeta el hilo argumental y a los cantantes, lo cual ya es mucho.

Se asemeja al Ariodante pasado en muchos aspectos: algo minimalista, con una estética de los años 30 anacrónica, ya que por el San Petersburgo de esa época más que la aristocracia zarista, paseaban los soviets. La aristocracia rusa zarista viste como campesinos, los palacios son covachas descascarilladas y el ambiente en general tiene un toque cutre. Jones vuelve a jugar, también, de forma inteligente y muy vistosa, con marionetas y, también repite un cierto minimalismo y una cuidada dirección de actores. Como no podía ser de otra manera, tiene ocurrencias que son auténticas chorradas que provocan la risa o el cuchicheo, pero no llegan a deslucir completamente el resultado final.


La orquesta, bajo su titular, el bajito James Gaffigan, sonó como en sus mejores momentos. Brillante, vibrante y suntuosa. Tempi y estilo cuidados, perfectamente concertados por el maestro . Con el sello que, aunque se critique, por aquí nos gusta y que la mayoría de maestros no pueden o no quieren evitar: el exceso de decibelios y es que cuando la orquesta y el coro se ponen estupendos, por estas tierras, nos ponemos en modo mascletá. Algunos de los cantantes lo sufren, pero haber escogido muerte.


El coro está para comérselo. Extraordinario, epopéyico, Homérico. Está para que le den el Grammy latino, el globo de oro, el Pulitzer y el premio nobel de la Paz. O como poco el de física. Repito, extraordinario. Lo contrario se ha convertido en novedad, gracias a, por supuesto, el gran trabajo del maestro Perales, Francisco, no Jose Luis.


Los intérpretes, en general muy jóvenes, salvo la de la Condesa, que ya se sabe que es menester hacer desfilar a una vieja gloria que aún tenga voz y arrestos para un papel tan interpretado como cantado.


Herman es un papel terrorífico, continuamente en escena, en el que debe cantar muchísimo, además con entrega y exigencia tanto actoral como vocal. Lo interpretó Arsen Soghomonyan, un armenio de 40 años que ha transitado de barítono a tenor y en la voz aguda es un neófito con 5 años de experiencia únicamente. Sin ser una voz hermosa ni brillante, ni tampoco descomunal, cantó con arrojo y valentía, pero el papel es tan exigente, que se rompió al final, en la escena del juego, donde se pregunta ¿Qué es la vida? … un juego … y en su último agudo en forte, cuando debía sostenerlo unos segundos para cerrar con una ovación, la voz se le quebró concatenado dos gallos que dieron lugar a un respetuoso silencio.


Lisa fue la joven, aunque algo menos que algunos del resto de intérpretes, siberiana Elena Guseva. Gustó mucho, aunque a mí no tanto. ¿Voz bonita? Si. ¿Timbre agradable? También. ¿Centro guarnecido? Si. Pero le faltó algo de elegancia (en el canto, no en la actuación) y algo de control de voz y de afinación.


El clásico papel de diva en el ocaso, recayó en Doris Soffel, que actúa casi más que canta. Cuando tuvo que hacer ambas cosas las hizo con autoridad, llenando el escenario, templando y mandando. Richard Jones se quejó en público, aunque en petit comité, de las dificultades que le supusieron su exceso de divismo.


El agradecido papel de Principe Yeletski cayó en el jovencísimo y desconocido Nikolay Zemlianskikh, de nombre impronunciable, timbre bonito, volumen muy escaso y poca presencia en escena. El papel le viene enorme.

Y digo Yeletski, y digo bien, porque en este afán de que se traduzca a la fabla lo innecesario, Les Arts ha traducido, en el soporte digital (único ahora existente), todo al Valencià, incluyendo los nombres y apellidos de Pushkin y Chaikovski, que han pasado a ser Puixkin y Pior Ilitx Txaikovski. El Principe Yeletski, ha pasado a ser el Príncep Ieletski, con i latina mayúscula.

Pues bien, Justo Romero, que es un hacha, ha confundido, del programa de mano, la i latina mayúscula con una L, de grafía idéntica, y en sus crónicas llama príncipe Leletski al príncipe Yeletski. Como para fiarse del resto. Lo dicho, un crack.


Es curioso que Polina lo cantase Elena Maximova, a quién vi en el papel de Olga, junto a la Tatiana de Anna Netrebko, en el Met, antes de que cancelasen a Anita por rusa. La Maximova, que también es rusa, me pareció en Nueva York de voz escasa, volumen justo. El tamaño del Palau no es el del Met, por lo que se le oyó más, y mejor, aunque no hizo falta tirar cohetes por ella al final.


El conde Tomski fue el, también para mí, ignoto y joven Andrei Kymach, aunque ya ha transitado por el Liceu y Tenerife. De voz correcta y volumen bajo, se unió a las minivoces eslavas, que haberlas haylas, y tuvimos una numerosa representación de ellas en escena. A Andrei pareciera que le valoren más por su aspecto que por su voz. Pero no, eso hoy no pasa.


Chekalinski fue el también joven, aunque algo más conocido y de nombre pronunciable (lo que es, en sí, un valor), Vasily Efimov. Diría que mejor que Yeletski y Tomski, pero, la verdad es que canta muy poco.


Las voces eslavas que poblaron el elenco le dieron su clásico tinte, con su oscuridad, su guturalidad, su dicción y su línea de canto. Todo ello, a pesar de los defectos mencionados, encajaron muy bien en la representación, con ese toque ruso tan necesario.



En fin, vamos calentando motores, la mar de entretenidos ahora, por fin, con la música, mucho menos interesante que descuartizadores y picos.
Y mientras tanto, a nuestro alrededor, todo se desmorona.


Saludos

Interesante y detalla crónica como siempre y como Ud., espero no tener que ir en cohete . Eso se lo dejaremos para la política y esa señora de “ las múltiples coiffures “

Excelsa e inmejorable crónica del amigo Mandryka a la que poco más se puede añadir, solo alguna apreciación personal (para gustos colores), por eso paso a comentarla.

Hambre, mucha hambre de ópera y si es de la buena (como en este caso) pues mucho mejor. Lo primero la alegría de la coincidencia en la función del jueves con Dufol, Mandryka y Gato Montés, que unidos al gran Chaikovski... ¿Qué más se puede pedir? Es un compositor que me encanta en todas sus facetas, pero como en la ópera aúna su maravillosa capacidad de orquestación y de crear melodías con la teatralidad, se ha convertido en uno de mis preferidos, coincidiendo con Mandryka en que el Oneguin es su culmen y luego mi ojito derecho, la preciosa Iolanta.

Brutal, absolutamente brutal cómo sonó nuestra orquesta, para mí, actuación top 5 al menos en estos ya 17 años que la llevo escuchando, dirigida por un Gaffigan que la supo llevar con una mezcla de suavidad y bravura perfecta y que no nos engañemos, ha caído de pie entre los músic@s que le siguen como los niños al famoso flautista. Debe controlar el maestro titular lo que a los invitados se les puede consentir porque cuando vienen se asombran de la calidad de lo que tienen delante y se vienen arriba, y es el exceso de volumen. No siempre más fuerte es mejor y empieza a ser un tema preocupante a vigilar. Además tocando una música de tal belleza, me llevaron casi al éxtasis.Y qué decir del coro! Prueba difícil con un idioma extraño, tosco, casi a veces desagradable al oído, pero superada con matrícula de honor. El final de la primera escena del segundo acto con la llegada de la Zarina fue espectacular! Muchas gracias maestro Perales, espero se vea reconocido como se merece.

Después de un muy buen primer acto y un maravilloso segundo, he de decir que del tercero me esperaba un poco más, y la culpa de ello la tuvo Arsen Soghompnyan, el voluntarioso baritenor y no por su galleo al final del aria (un accidente que le puede pasar a cualquiera) sino porque le noté que llegó cansado después de la paliza que se pega y no supo crear toda la atmósfera de tensión con su canto que se requiere. Posee un canto homogéneo con un buen centro y graves pero carece de esos agudos que son necesarios para redondear el personaje.Aún así, compuso un Herman muy notable.

Del resto del reparto destacar que fue todo muy homogéneo, y al tratarse de voces eslavas... no nos engañemos, es la mejor opción para este repertorio porque le dan una armonía y dicción de la que que no son capaces los "no" eslavos. Me gustó mucho el Yeletski de Zemlianskikh, con buena línea de canto, voz bien colocada y graves poderosos pero algo escaso de volumen, bordó su esperada aria. Bien Kymach en su Tomsky con gran presencia escénica, y en la parte femenina Elena Guseva cantó Lisa con bonito timbre y buena proyección pero acusando a veces un pequeño vibrato, Polina fue una Elena Maximova que simplemente cumplió. Del resto del extenso reparto me llamó la atención el buen canto de Alejandro Baliñas como Surin con una buena voz de bajo.

Y mención aparte para Doris Soffel... Una diva de las de antes (que oye, de cuando en cuando también son necesarias), una señora, una dama de la escena como Dios manda, un dominio del personaje total con un canto y un parlatto de un lirismo, una fuerza y unos pianos extraordinarios, exhibiendo una técnica perfecta (cuántos de estos jovenzuel@s de hoy en día que queman su garganta cantando de todo deberían aprender de ella) Ese hilo de voz en su escena dejó al teatro sobrecogido porque llegaba con una claridad máxima hasta el último rincón de Les Arts. Y como actriz, maravillosa. A la salida de artistas salió cual la Callas en sus mejores tiempos, con una simpatía por arrobas y diciendo (textual) "gridare e molto facile, i piani sono la parte difficile, piani como Caballé", y no le falta razón.

La propuesta escénica es algo anodina pero cuadra con la trama, el vestuario me hubiera gustado que hubiera sido más del XIX , la iluminación sobria pero efectiva y la dirección de actores buena, realmente buena, porque se movían mucho pero siempre con sentido.

En resumen, una gran Dama, un maravilloso comienzo de temporada que pido por favor al que pueda que no se lo pierda, y al que tenga la suerte (no miro a nadie), de combinarlo con el Oneguin liceísta se va a llevar un chute en vena de Chaikovski que va a ser difícil de olvidar.

Abrazos!

Para gustos , por supuesto los colores. Particularmente y quizás por intensidad o dramaturgia, me decanto más por la PIKOVAIA que por el ONEGIN

Yo también. Los preludios son excelsos y el cierre de la muerte de Lisa es descomunal.

Asistí el pasado martes a la representación de la primera ópera de esta nueva temporada (lo que hicieron anteriormente era un bodrio de esos que últimamente se inventan algunos), esta Dama de Picas ha sido en conjunto soberbia, la música de Tchaikovsky es extraordinaria y cuando se encuentra con una Orquesta como la que disponemos en Les Arts hacen que se junten el Cielo y la Tierra.

Antes de la función coincidí con un aficionado madrileño que había venido a verla. Durante la agradable charla que mantuvimos le comenté que la mayoría de personas (algunos más que aficionados) que venían de Madrid, Barcelona y otras partes de España, coincidían en que es la mejor Orquesta ahora mismo en el panorama nacional (dicho por ellos tiene más valor), ponía cara de duda, me imagino que después de la función se habrá convencido. Gaffingan además le está sacando un gran partido. Extraordinaria.

Y con el Coro estamos en lo mismo, ya no se puede cantar y actuar mejor, estuvo impresionante en todas sus intervenciones, si es complicado mantener este nivel, lo es más el superarlo continuamente. Extraordinario.

Los cantantes han tenido también en general un buen nivel sobresaliendo Soghomonyan (Herman), que a mi me gustó mucho, es cierto que en la llegada a algunos agudos no se le vio demasiado cómodo, pero conociendo la dificultad del personaje se puede ser un poco indulgente. Sobresaliente.

Elena Guseva (Lisa), tuvo también un buena actuación, su voz es bonita y con buena proyección, pero como decían mis compañeros de La Panderola le falta algo, no se que es pero aún estando bien en general no me terminó de llegar. Notable.

Doris Soffel (La Condesa) es de esas cantantes que con su presencia llena el escenario, aunque por su edad lógicamente se le nota que su voz ya no es la que era, en este papel en el que lo mas importante no son las demostraciones de su voz, sino su interpretación actoral y los pianísimos y susurros, estuvo francamente bien. Notable.

El resto de interpretes mantuvieron igualmente un buen nivel. Bien

El montaje aceptable, por lo menos no molestaba. Aparte de alguna chorradita que nunca suelen faltar fue correcto. Bien.

Y algo que no me parece bien (no se si ocurre en otros teatros españoles) es que han retirado los programas de mano, y eso hace que te los tengas que descargar por internet. Veías leyéndolo en el móvil a muchas personas mayores que se van a quedar ciegas o les va a dar un patatús. Da la impresión de que últimamente hay alguien muy “listo” intentando rentabilizar al máximo, cosa muy correcta y necesaria, pero que no hay que pasarse...

En fin, una muy buena noche de ópera acompañado de mi amigo y compañero de La Panderola Manuel, y su bella esposa. Lo único que fue una pena era la no demasiado buena entrada 3/4 como mucho. Esta temporada me da la impresión de que vamos a tener más de una así. Hay buenas óperas, pero no son de las más conocidas por el gran público que es el que al final termina de llenar el teatro.

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Era tan pobre que solo tenía dinero
La vida está llena de pequeñas cosas que son las que te hacen felíz

Yo estuve el sábado, en plena desbandada panderolera, aunque con la presencia de Tunner, Spinoza (al que vi después) y Stifelio (al que me pareció ver después, pero la vista no me da para más). El teatro estaba bastante lleno, si bien las tres últimas filas del patio de butacas estaban para los que querían mejorar de sitio. Tiempo estupendo, el veranillo de San Miguel ha llegado hasta el Pilar. Por desgracia, en breve nos abandona.

Es la segunda vez que viajo por ver esta partida de cartas. El Casino de Les Arts luce espléndido con esta ópera, que le va como anillo al dedo. El pequeñito croupier Gaffingan estuvo enorme con esa baraja que tiene entre manos. Efectivamente, con esta orquesta y las partes instrumentales que tiene la obra es un placer que ojalá no acabase. Cierto que a veces se pasa de decibelios, pero no cuando está cantando el elenco, así que no los tapa mucho. Sé echó de menos un poco más de finura en algunos finales de escena, que sonara más a aristocracia y menos a Mussorgski. El coro también estupendo, tanto el femenino en la segunda escena como el masculino en la última. Y la Pastoral, claro. Para mí no supera al del Real (etapa Masperó) pero es excelente.

Descubramos las cartas: el As, Herman, que aparece en todas las jugadas, siempre ganador salvo en el final, porque le hicieron más trampas que el VAR. Lo cantó el tenor armenio..., esperen que consulto el programa de mano..., no lo encuentro..., ¡ah, que no lo dieron! Bueno, pues se lo copio a Amolaopera: el tenor armenio Soghomonyan. Voz de timbre oscuro, no muy bonita, pero bastante solvente con la papeleta de Herman. No tiene aria esplendorosa, de lucimiento, aplauso y bis, pero no para de cantar en toda la ópera. El volumen es bastante aceptable, sufre un poquillo por arriba pero no le detecté los gallos que decía Mandryka. Quizá pudo haber el amago de uno pero la orquesta lo tapó.

La Sota, pobrecilla, era Lisa, aristócrata venida a menos que no puede zafarse de la influencia de la abuela. La quieren el As y el Rey pero al final se queda sin ninguno. La encarnó la soprano Elena Guseva. Cumplidora toda la función, mejor en la parte "mozartiana" de la ópera, y sin ser un nombre rutilante acompaña perfectamente el nivel medio del elenco. No empastaba muy bien con el armenio pero es que con la voz del amigo es complicado.

La Reina, de picas o espadas, además, también llamada Venus de Moscú y Condesa, una figura que fue grandiosa en el pasado. Como en el ajedrez, es la pieza central aunque ceda el protagonismo. La veterana Doris Soffel estuvo realmente mandona, antipática, aristocrática, débil y vengativa, todo ello con una voz suficiente para no deslucir el segundo acto. La voz adecuada para insinuar vejez pero no destrozada.

El Rey fue Yeletski, que se encapricha de la Sota, a la que no convence pese a su bella canción de amor. Le dio vida el barítono Nikolay Zemilanskikh (aquí he tenido que acudir a Mandryka porque Amolaopera se debió de cansar), cuyo timbre era más claro que el del tenor. Se esmeró en su gran aria y la sacó bastante bien, sin brillar. Pero quedo satisfecho pensando lo que podía haber hecho Vratogna (por cierto, ¿qué fue de este hombre?)

Prácticamente lo mismo podría decirse del Nueve, ariete que ya no está de moda pero que antiguamente llevaba mostacho oliendo a vodka y tenía buena presencia. Otro barítono (casi "parítono"), del que no tenía noticias: Andrei Kymach. Está bien para estos papeles, pero no me lo imagino yo en Verdi o Puccini.

El Casino nos ofreció un espectáculo de marionetas, que sustituía a un posible ballet en la Pastoral. Pierde enseguida la gracia, y ya que se hace, se podría realizar de tal manera que no se viera a los titiriteros, que esto ya se lograba en los años sesenta. Con todo, una velada muy agradable, de la que salí muy contento. No hubo protestas anti rusas en los alrededores.

En el Ariodante de la temporada pasada también había una acción paralela de titiriteros, moviendo réplicas de los personajes arriba y abajo. Es una técnica muy curiosa que he podido ver en Tailandia