No es fácil escribir sobre el Ernani visto el sábado, después de las crónicas publicadas por Tip y Amolaópera, irónicas, incisivas, y certeras. Sólo pretenderé acercarme.
El sábado pasado, el día después a que abriesen el grifo del calor en Valencia, con ganas de sombra y de aire acondicionado, se presentó la tercera función del estreno de Ernani en Valencia, deuda pendiente con la ciudad y conmigo mismo. Y es que nunca la había visto en vivo y la esperaba con ansiedad.
Un operón por los cuatro costados, donde la música de Verdi tiene una belleza sublime. Cuenta con uno de los argumentos más tontos de la historia de la ópera, que ya es decir. Ya puede venir del Hernani de Victor Hugo y ser el libreto de Francesco Maria Piave, que tiene menos sentido que el hilo merengue. Pero la música de Verdi se eleva y alcanza cotas elevadísimas y premonitorias de lo que había de venir. Arias y cabalettas, duettos y terzettos, coros y concertantes. Todo maravilloso y sin descanso. Y ya tengo la muesca en la culata.
Los triunfadores de la noche, sin ninguna duda, fueron orquesta y coro.
La orquesta, dirigida por el jovencísimo Michele Spotti sonó a Verdi puro. Atención a este nombre, jovencísimo director, cargado de una italinidad innata y que ha de dar grandes tardes de gloria. Si no, al tiempo. Cuidado de las voces, acentos verdianos, concertantes bien empastados. Gran interpretación.
El coro, que en esta ópera tiene que currar mucho, diría que aún estuvo mejor que la orquesta. Vibrante y emocionante, llenando el espacio de sonido y color, con volúmenes abrumadores y sutileza en los matices. Y todos como si fueran uno.
Ernani fue Piero Pretti. Sé que canta mucho y en teatros muy importantes, pero a mí me gusta más bien poco. Representante de la era de la hojalata en estado puro.
Tiene un timbre agrio y feo, menos elegancia que Georgina, y lo canta todo igual, los matices no existen. Es monótono, aburrido, carente de nobleza en el canto y de musicalidad escasa. Además, como actor es muy flojo. Que sus agudos son fáciles y brillan, puede, pero a mí me parece un tenorino que en otra época sería un coprimario.
Es cierto que le tengo ganas porque me destrozó un Rigoletto, junto a Violeta Nafornita, en Viena, cuando había enredado a unos cuantos amigos para ir, y eso no se perdona tan fácilmente.
Elvira fue Angela Meade, inmensa, en el sentido literal de la palabra. La mejor voz de la noche, de lejos. Tiene un volumen, en la voz también, descomunal. Brillantes agudos, medios y graves guarnecidos, regulando de tanto en tanto, aunque su fuerte está en los fortes a toda máquina, y lo sabe. Su entrada, con el famoso “Ernani! Ernani, involami”, bien ejecutada. En los concertantes, sobrepasaba sin rubor a sus compañeros. En los dúos o tercetos, se comía a los partenaires con voracidad.
El problema, y no quiero bromear con esto, es el excesivo sobrepeso. Le cuesta moverse, canta sentada en numerosas ocasiones, y aún es muy joven. Por salud se debería de cuidar.
Don Carlos fue el horroroso, y sin embargo muy aplaudido, Franco Vasallo. Siempre me había parecido un ladrador, y me lo sigue pareciendo.
Voz abierta, notas fijas, fiato escandalosamente corto, timbre feo con continuos cambios de color, etc… ¿Y entonces porqué le bravearon y le aplaudieron tanto? Por Verdi. Cada vez estoy más convencido que la gente aplaude más al compositor que al cantante. ¡Y es que Don Carlo, en Ernani, es un papel tan agradecido!, ¡el genio de Bussetto le escribió una música tan bonita!
Oh, de’ verd’anni miei es un monumento, un caramelo para cualquier barítono, un regalo para los oídos. Y claro, al acabarla, bravean. A Verdi.
Silva fue Evgeny Stavinsky. Bonita voz la de este bajo, con nobleza y elegancia, cargada de armónicos y musicalidad. Vamos, todo lo contrario que la de Vasallo. Algo corto de volumen que le perjudica cuando tiene que empastar con otras voces o superar a la orquesta.
Giovanna fue Laura Orueta, Don Riccardo fue Matheus Pompeu y Jago fue Javier Castañeda. Los tres muy bien. Me gustó especialmente en tenor Pompeu, que cantó en varias ocasiones junto a Vasallo, dejando patente que tiene mucha mejor voz.
La puesta en escena de Andrea Bernard es de esas que valen para casi cualquier ópera (creo que la he visto antes en un par de ocasiones), que no tiene nada, no dice nada y no aporta nada. Hecha de pichiglass con corchopan y elementos móviles que se mueven por hacer algo. Dirección de actores es muy deficiente, en la que los personajes interactúan poco y que un dúo de amor lo cantan Meade sentada en una silla mirando al público y Pretti a 5 metros detrás, a su espalda, mirando hacia otro lado. Gracioso como iba repartiendo aspavientos sobreactuados era el bueno de Vasallo.
Por decir dos cosas buenas: casi siempre cantaban mirando al público y al borde del escenario, tipo versión concierto, y como no pretende nada, está exenta de pajas mentales del regista queriendo buscar sentidos desconocidos, o adoctrinarnos, o liberar sus problemas psicológicos antes discutidos con su terapeuta, o necesitando libro de instrucciones para entenderla. Y ni maletas ni gabardinas, ni gente fumando, ni metralletas.
Para acabar, voy a relatar un hecho, que no es ni invención mía, ni es exageración, ni es una ficción para parecer ocurrente.
Cuando estábamos todos sentados, ya casi a punto de empezar la obra, entró por la puerta delantera izquierda de platea un caballero de color y anduvo por el pasillo delantero hasta el pasillo central por el que circuló hasta su localidad. De repente, un escalofrío recorrió mi espalda, ya que yo me creo todo lo que veo en los medios de comunicación y leo en este foro.
No soy valenciano, aunque llevo 25 años viviendo en Valencia, y eso me da una cierta distancia de juicio. No era consciente hasta hace un mes, pero parece ser que los valencianos son todos unos racistas despreciables. No sólo el centenar que insultan, como en todas partes, o los cuarenta y seis mil que acuden a un campo de futbol. No sólo los 800.000 de la ciudad de Valencia, ni el millón y medio de su zona metropolitana. Todos. Los 5 millones de la comunidad autónoma, incluyendo a los de Orihuela. Por eso, al pasar ese caballero, que no sé si era afroamericano o subsahariano, esperé un mar de insultos racistas de esos seres iracundos envueltos en el odio al de color de piel diferente. Y no. No pasó nada. Hay testigos que lo corroboran.
El hecho, por lo inesperado me llevó a la reflexión y se me heló la sangre. ¿A ver si a Vinicius no le insultaron por ser negro y le insultaron por ser del Real Madrid?
No pude dormir, porque sería mucho más grave, dónde va Ud. a parar. Porque insultar por el color de piel, es racismo, pero insultar por ser del Real Madrid es crimen contra la humanidad. Ya tarda el tribunal de la Haya en actuar de oficio.
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