Queridos amigos,
hace tantos años que no entraba en este foro que hasta he tenido que pedir restaurar la contraseña, pero me he decidido a ello porque un colega me hablaba de los comentarios del señor Mengíbar, que como tiene el decoro de firmar con su nombre merece lo propio y que me presente como el señor Villalobos.
Como he defendido siempre la libertad de cátedra y de crítica, considero legítimo todo lo que se escriba en un periódico y no me parece propio contestar a nadie ahí. Como defiendo también la libertad de expresión, imagino que él me permitirá igualmente que en el contexto de un foro pueda contestarle en la misma libertad que tiene él para expresarse, desde la calma y el respeto que me caracteriza.
Comenzaré diciendo que para mí es siempre y será un honor que una producción mía cause tanta expectación, como parece que ha sido, y es que sólo cuando hay expectación cabe semejante decepción. También, debo decir, me enorgullece que se me compare -para muy mal- con artistas tan inspiradores y grandes maestros como son Haneke, Chéreau o Hermann: ni qué decir tiene que es preferible ser el peor de esa lista que el mejor de otras, no sé si me explico. Por último, que exista debate al terminar una representación, ya que esa es la función de las instituciones culturales públicas. No lo digo yo, lo dicen académicos y filósofos mucho más importantes que no sé tiene sentido citar aquí.
Por supuesto yo tomo nota de los comentarios que hacen tanto los críticos como otros periodistas presentes en las funciones que han vertido palabras en los medios, así como el público en las redes sociales, aunque lo hago con cierta relatividad y desapego, puesto que muchos de esos comentarios, buenos, buenísimos, malos o malísimos, adolecen del contexto necesario para comprender en qué circunstancias se crea una producción, más aun en los tiempos que corren. Con todo ello, no contestaré a los juicios que se viertan sobre mi producción, que son como digo absolutamente legítimos y que me pueden ayudar a reflexionar, pero sí a aquellos que por su inexactitud creo que merecen ser señalados, como es por ejemplo lo relativo a los cortes.
Me asombra leer una y otra vez que yo he cortado media hora de música por capricho cuando lo han hecho el Gobierno Central y la Junta de Andalucía la semana pasada al imponer un toque de queda a las 23:00. Parece que alguno viva ajeno a la realidad. Tal y como expliqué en la rueda de prensa, hemos ensayado la versión íntegra con absolutamente todos los recitativos y números musicales exceptuando el tradicional corte del Nº24, corte que también hacían Karajan, Klemperer, Böhm o Muti. De seguir esta tradición histórica, por cierto, me arrepentí una vez comenzado los ensayos por las razones que también expliqué entonces y que si alguien quiere conocer repetiré aquí. Pero claro, para saber todo ello primero hay que hacer los deberes, y ya que leer cuatro páginas de un texto introductorio da pereza a según qué crítico, ni quiero imaginar qué pereza le da asistir a una rueda de prensa o ver una mesa redonda por streaming y prepararse un poco antes de asistir a un estreno, eso que la gente corriente llama "hacer su trabajo".
Darme el capricho de ser fiel a los autores y abrir todos los recitativos, incluyendo aquellos que tradicionalmente han cortado muchos de los directores musicales y de escena mencionados anteriormente, trae algunas sorpresas, como la referencia de Despina a la prostitución del segundo acto que ha motivado su caracterización como madame en esta producción, y que discutible o no está en la obra. Lástima que para ello haya que estudiar la partitura y no las grabaciones, ya que como el bueno de Lluís Pasqual nos mostraba en su espléndida y premiada producción de Doña Francisquita del Teatro de la Zarzuela, la pela es la pela en Abbey Road, y eso ha dejado para la posteridad versiones mutiladísimas de zarzuela y de ópera. También es importante, dado el caso, contar con un ávido oído para seguir el texto original en vez de los sobretítulos que por razones de espacio se simplifican, pero me pregunto si de ello carecía quien solo reconoce a Barbara Streisand y no también las referencias musicales a Wagner, Martin i Soler o al propio Mozart -Nozze, Don Giovanni y Clemenza- que he introducido a lo largo de la producción. Introducir como guiño cómico referencias musicales a otros autores que podrían incluir a Streisand fue por cierto práctica habitual de, adivinen, el propio Wolfgang Amadeus Mozart.
Cabe añadir que toda producción es hija de su tiempo, motivo que nos ha llevado a tener que renunciar al coro en escena, tal y como al inicio estaba previsto, o a que los cantantes por decisión propia no se canten mirándose a la cara para protegerse de potenciales exposiciones al virus, de nuevo medidas que se han explicado y repetido hasta la extenuación en encuentros con la prensa y público que alguno se ha saltado. Aun así, siempre pienso que toda imposición es relativamente positiva para la creatividad y desde el principio de los ensayos decidimos tomar por el lado bueno las cosas y aprovechar ambas circunstancias para crear una producción acorde al momento actual, tal y como el final de Così tan brillantemente entona. Como ven, después de un año y medio estudiando a estos dos geniales autores que fueron Mozart y Da Ponte me salen sus citas por los poros.
Me despido lamentando que alguno confunda la crítica a un espectáculo con una tribuna y se lance a hacer opiniones personales como que soy el director mimado de los teatros españoles, obviando un CV académico y un palmarés -Premio Europeo de Dirección, International Opera Awards, Ring Award, YAM Awards, Premio Princesa de Girona de las Artes y las Letras... incluso paradójicamente un premio del Grupo Joly- completamente impensable hace unos años para directores españoles y que cualquier profesor que quisiera transmitir un mínimo de entusiasmo a sus alumnos usaría como ejemplo de orgullo de quien se ha formado en un conservatorio, escuela superior y universidad públicos -Cristóbal de Morales, RESAD y UBA-. Porque sí, llevo a gala haberme formado en instituciones públicas y haber abierto todas esas puertas en Europa a futuros colegas españoles. Todo ello aparece en mi biografía del programa de mano y de mi página web, pero si pereza le dio leer mi breve ensayo, no se me ocurre invitarle a pasarse por allí. “To' se pega”, dicen en esta tierra donde vivimos, y se ve que, parafraseando a Streisand y su People, a fuerza de tratar con ellos algún miembro de la Generación X actúa más como millenninal que los propios millennials. Hablando de millennials, disculpen que una vez más me haya extendido en mi texto, pero tengo la horrible costumbre millennial de disfrutar poniendo mis pensamientos por escrito.
Abrazos de quien siempre respetará el trabajo de los críticos como parte fundamental de las industrias culturales, aunque no comparta que muchos no hayan sabido adaptarse a la realidad de un mundo online donde lo que ayer se convertía al día siguiente en papel para envolver bocadillos de mortadela hoy queda per saecula saeculorum en las redes, con lo que ello puede conllevar para un artista freelance que no tiene un sueldo a final de mes.
Salud y mucha creación contemporánea para todos,
bayista
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