Pese a que esta ópera no está entre mis favoritas superparanada, acudí anoche al Teatro Real con buena disposición como (casi) siempre. Intentando obviar el pifostio organizado días antes con la suspensión de la anterior función y mi poca predisposición al título.
El maestro Nicola Luisotti me desconcierta. Por una parte mima a los cantantes, acompaña perfectamente, consigue meternos en lo tenebroso de la trama, en el drama… pero cuando se emociona… toma pepinazo fuera de lugar. Como si nos quisiera levantar de la butaca de golpe. Bien, pero esos momentos histericoestridentes no tanto.
Al coro le perjudica tener que cantar con separación. Su buen empeño queda deslucido por una falta de empaste global, sobre todo en la primera escena, en la que andaban desperdigados por todo el escenario.
Michael Fabiano hizo de Fabiano. Entregado, nervioso, vehemente. También me descoloca un poco, porque parece que lo va a cantar todo en forte pasándose el estilo por ahí mismo pero de repente apiana, afalseta o sorprende con un fraseo cuidado. El timbre es atractivo (sí, le falta un poco de brillo arriba) y el volumen generoso. Al igual que en la Traviata de hace unos meses, mejoró a medida que avanzaba la función, de estar simplemente correcto en el primer acto a crecerse en el dúo y recrearse en su última aria. Es un tenor que se presta a la controversia dependiendo mucho de lo que se esté esperando de este papel. Pero tiene sello propio.
Anna Pirozzi es una cantante de buena escuela italiana. Valiente, buen centro, buenos agudos, y volumen más que suficiente. Pero, lo siento mucho, a mí no me transmite emoción. Es verdad que sus dos arias me parecen un peñazo, es cosa mía y de mi incapacidad para sentir empatía con el papel. Lo que pasa es que me ocurrió lo mismo con su Aida. Su mejor momento, el dúo.
Artur Rucinski tiene ese timbre “a la antigua” (así como abierto) que puede parecer un poco fuera de sitio en Verdi, acostumbrados como estamos a barítonos con voz “más noble”. Pero el estilazo que tiene el señor es estupendo. Compone un Renato juvenil, entregado, fraseado y con una exhibición de fiato al final del Eri tu de las de vieja escuela. Muy, muy bien.
Daniela Barcellona debuta Ulrica. No es papel para su voz, creo yo. Se defiende muy bien arriba, pero de ahí para abajo tiene varios cambios de color, desde el entubado al parlado. Esas variaciones le pegan mucho a un personaje tan esotérico y por ello salva el rol, pero vocalmente no es para ella. Mención especial a la peluca Bruja Avería Meets Tina Turner En El Pajar que le colocan. Pobrecita mía.
Elena Sancho Pereg fue un Oscar con estilo pero falto de brillo y volumen. Le puso toda su intención pero creo que se necesita una soprano un poco más incisiva y potente. Cumple, que no es poco.
Estupendos los secundarios. Muy, muy bien.
La puesta en escena es ramplona y paleta hasta decir basta.
Hará las delicias de los aficionados a la ópera de toda la vida, en la que se entiende perfectamente el contexto, pasa todo como tiene que pasar y no hay excentricidades. Y además escenario y vestuario son de época (no sabemos de cuál, pero de época son, seguro).
Tengo en cuenta que se ha modificado por temas COVID, evitándose el contacto entre los cantantes, sentando al coro en sillas en el último acto y que se han eliminado “cosas” que lo mismo nos la harían más atractiva. Pero el concepto fundamental ahí está, y eso se ve.
Como ha dicho Gruberoviano, es una puesta fea, fea, fea de narices, anticuada, de compañía de la ExUrss saliendo de gira en teatros de tercera. Todo huele a rancio. Y los decorados son un horror: los pupitres del primer cuadro, el salón de la casa de Renato, el momento Miss Liberty… La palma de lo horripilante en decorado y movimiento escénico se la disputan la roca giratoria con escaleras colocadas ad-hoc y el agujero/plataforma en el suelo de la cueva de Ulrica, que tan pronto es un altar de inmolaciones como el ascensor de acceso al pisito.
Lo de los bailes José Luis Moreno Style no tiene nombre, sólo aceptables en el cuadro de Ulrica, y aún así excesivos.
El darle un mensaje de denuncia del racismo tiene su punto interesante, con la aparición del KKK, pero le falta estar bien arropado por el resto de los elementos para integrarse bien en el drama.
En serio, ¡que me traigan la de Bieito, por favor!
Concluyendo. Una velada nivel “Teatro Real” al uso. Más allá de la corrección sin resultar espectacular. Terceto protagonista de altura, con el barítono destacando. Secundarias resultonas. Comprimarios muy buenos. Orquesta bien con veleidades y coro apañado. Puesta en escena anticuada.
¿Qué si hay que ir? Pues sí. ¿Qué si vas a tener miedo a contagiarte de coronavirus? Pues no vayas, más riesgo tienes de estar al lado de unos indignados vociferantes sin mascarilla que sentadito en una butaca sin hablar.
Ea, ya podéis volver a sacar el tema de las devoluciones, cancelaciones, butacas vacías, etc etc.
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. operitas
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