Surfeando entre la histeria, el virus y las cancelaciones, volé a Suiza por motivos profesionales y sin compromisos vespertinos que no me permitiesen acercarme al precioso pero incomodísimo teatro zuriqués. Aquí, en Helvecia, hace ya bastante tiempo, desde luego mucho antes de las manifestaciones hembristas, decidieron prohibir las concentraciones y eventos de más de 1000 personas hasta el 15 de marzo. La Opernhaus de Zurich quiso mantenerlos todos salvo el baile de la ópera, reduciendo su aforo de 1200 plazas a 900, recomprando y recolocando los excesos. Veremos qué pasa a partir del 15 de marzo, ya que la histeria, aunque menos que en España, (las muertes en Suiza aún son escasas), también ha llegado. Espero que pueda volver, ya que la segura cuarentena que nos espera, porque nos contagiaremos todos (Merkel dixit), la prefiero en España y en casa, al abrigo de buenos libros que ya llevan demasiado esperándome, que en tierra extraña e infiel.
La primera parada la hice para reencontrarme conmigo mismo en una Arabella, ópera difícil de ver y fácil de escuchar. Mi última Arabella fue allá por Julio del 2012, en París, con una Fleming ya en horas bajas, de difícil audición y un gran Volle. Esta Arabella ha sido con una enorme Camilla Nylund (por casualidad) en horas altas y un pobrísimo Mandryka de Josef Wagner, vergüenza de todos los Mandrykas, empezando por el que suscribe.
La puesta en escena es de Robert Carsen (tiene guasa que en mes y medio me haya chupado dos Strauss con Carsen de escenógrafo, pero completamente distintos). Esta Arabella es de Carsen pero no es de Carsen. Nada que ver con el minimalismo, ni la simbología, ni leches. Convencional con la convención de lo moderno revenido, lo de siempre que ya cansa, déjà vu, con pobrísima imaginación, previsible y gastando dos neuronas de creatividad. Nazis con gabardina y tiroleses en traje típico, en un hotel tipo corrala que cambia mínimamente de acto en acto, con mucha gente paseando. Al final los tiroleses se hacen nazis (se supone que es la Austria anexionada de pre guerra) y Elemer, Dominik, y Lamoral, que son nazis, detienen a Mandryka, Arabella y familia. Buena iluminación, mobiliario y vestuario clásico de época, y los cambios son: ahora retiro una mesa, ahora retiro una alfombra, ahora vuelvo a ponerla mesa, ahora vuelvo a poner la alfombra, todo ello con pendones con la esvástica por doquier. La dirección de actores es flojísima, no hacen apenas nada, deambulan mientras cantan, y ese estatismo sólo se ve perturbado porque de fondo va gente entrando, saliendo y paseando. En fin, todo muy flojo, muy previsible.
La orquesta, majestuosa. Fabio Luisi consiguió opulencia y transparencia por partes iguales. No tiene el volumen de Elektra, pero Strauss es Strauss y juega con el lirismo y la densidad en la orquestación, sea en un vals, en un interludio, en un dúo, en una aria o en una pieza grupal de forma sublime. ¡¡Qué bien suena esta orquesta, y que bonitos son los metales cuando suenan bien!!
Arabella fue una extraordinaria Camilla Nylund. Está enorme, en todos los sentidos, ya que grande que es de origen y se ha metido algún kilo de más. Tiene gracia que la titular del papel es Julia Keliter, aún no lo ha cantado y ya veremos si lo canta al paso que vamos. Sería la cuarta Arabella: las dos primeras funciones las cantó Astrid Kessler, la tercera la cantó Jacquelyn Wagner, y la cuarta, la del día 11, se anunció como la única función de la Nylund. La Kleiter sería la cuarta Arabella, pero veremos si al final canta alguna.
La Nylund mandó y templó, además, como había llegado el día anterior y se iba el siguiente, no se sabía los movimientos e hizo lo que quiso, mayormente colocarse mirando al público en el borde del escenario y eso siempre funciona. Hay que decir que con lo poco que había que hacer, Carsen se lo dejó fácil. Voz rotunda, imponente, carnosa. Elegante, con un fiato impresionante y unas regulaciones cargadas de emoción. El agudo en forte, refulgente. Me encantó, la dueña del corral.
Acongojante en el dúo con Zdenka del primer acto “Er ist der Richtige nicht für mich... Aber der Richtige”, en el final del primer acto con el “Mein Elemer! “, en el dúo con Mandryka del segundo acto (oro puro a partir de "Und du wirst mein Gebieter sein") donde se comió con patatas al torpe de Josef Wagner y en el final de la ópera con un “Das war ser gut, Mandryka” de lujo. Quien no se emocione con estos cuatro fragmentos bien cantados, o es que tiene una zapatilla en la oreja o es que no es digno de amar a la ópera.
Mandryka fue un pobrísimo Josef Wagner, tosco, torpe, desafinado, con graves inaudibles, con agudos engolados y falto de elegancia por todas partes. Su timbre, además, es mate, opaco. Vamos, un completo. Además, a mí me duele especialmente al traer vergüenza y el oprobio a la familia. Por decir algo bueno, parece que el alemán no le costaba y la dicción era buena y al final se quedó de nuevo con la chica, que al fin y al cabo es lo que importa. Con lo mal que lo estaba haciendo yo me temía que al final Arabella se fuera con Matteo.
Zdenka fue Valentina Farcas. Curioso lo de esta chica a quién ya había visto en Piramo y Tisbe en Valencia con Biondi. Allí me pareció una buena y bonita voz, pero una mini voz. Ayer, como Zdenka, me pareció una buena y bonita voz con algo de cuerpo y volumen. Cierto que el tamaño de la ópera de Zúrich, con tan sólo unas 12 filas de platea, ayuda. En cualquier caso, me gustó.
Matteo fue un gran Daniel Behle. Buen tenor, si señor, a quién no tenía el gusto de conocer. Voz con cuerpo y canto seguro, sin notar aparentes dificultades en ningún momento, con proyección y belleza.
El Graf Waldner fue un buen y desconocido Michael Hauenstein. Mucho mejor, de lejos, que el Herr von Mandryka de Wagner (Josef), aunque su físico le condicione para, según los criterios actuales, papeles de galán.
Adelaide fue una también una buena y desconocida Judith Schmid. Con más de 20 años de experiencia, esta profesora de canto de la ópera de Berna, me sorprendió gratamente, con una voz rotunda y bien timbrada. No había oído hablar de ella nunca antes y parece ser que su papel preferido es Carmen.
Graf Elemer fue Paul Curievici. Otro desconocido este joven tenor británico de voz lírico ligera y aguda, que ha cantado muy poco hasta hoy y que está por cocinar.
Die Fiakermilli fue Aleksandra Kubas-Kruk. Por no tener que re escribir, copio, pego y cambio el género. Otra desconocida esta joven soprano polaca de voz lírico ligera y aguda, que ha cantado muy poco hasta hoy y que está por cocinar.
En fin, muy buena noche, con una excelente orquesta, una puesta en escena que, si bien ya está vista una y mil veces, no molesta, una enorme Arabella y un conjunto voces entre buenas y aceptables, salvo un mal Mandryka.
Al día siguiente, es decir, hoy, tenía la segunda función del estreno de Rodolfo por Juan Diego Flórez. El peruano, no sé si en un ataque de divismo, de acojonamiento, o de contagio real del maldito virus, ha cancelado a las tres de la tarde, teniendo función a las 7. La excusa es que está malito y espero que se mejore, pero si me hubiera cancelado tan sólo dos horas antes, me hubiera ahorrado muchos problemas.
Saludos
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