gakugeki escribió:
Simetría. Lo único que me ha apartado alguna vez de ver una función de mi ópera favorita es esta puesta en escena, que reúne todos los vicios del siglo.
Por una vez en las últimas dos décadas me siento profundamente del siglo XXI, cómo me ha gustado esta producción, de hecho ya estoy esperando que la repongan. Ahora estoy escuchando la versión de Böhm, y caigo en que hay que hacerlo rematadamente mal para estropear esta maravillosa obra, en todos los sentidos, como si yo con mi voz de bajo me meto a Reina de la Noche. Muy divertida y entretenida, bonita y superficial, también en sentido literal, porque la acción sucede en las dos dimensiones de la proyección, con alguna incursión en el plano z u horizontal.
Los actores, perdón, cantantes, aparecían sobre peanas a cinco metros del suelo. Afortunadamente, estaban anclados a la pared.
En este sentido, me llamó la atención el comentario de Jorge Fernández Guerra que leí en Beckmesser:
https://www.beckmesser.com/comentarios- ... atro-real/No puedo dejar de reseñar un mensaje que, quizá, la golosina del espectáculo deje un poco de lado. Al final de la ópera, cuando la Reina de la noche y sus cómplices son derrotados y vence la luz y la razón, la proyección también se abisma y el coro final, junto a la pareja protagonista, cantan ya sobre el telón tridimensional. Esto es, la bidimensionalidad mantenía atrapada a la propia ópera y es la victoria final de esta la que alcanza el espesor del teatro. Genial mensaje después de dos horas y media de virguerías escénicas para negar esa tercera dimensión
Recuerdo el final de la representación de la Flauta de la Fura del Baus en Madrid en 2005 aprox. donde Tamino y Pamina salen de la mano, vestidos con ropa de calle, hacia la Plaza de Ópera de Madrid (eso parece), hacia la realidad.
La sustitución de los diálogos por música y proyecciones en la pantalla, aunque al principio me costó asumir, porque me sacaba de la Flauta para meterme en una sala de cine, con un poco de la flexibilidad mental propia del siglo XXI no cuesta tanto.
La parte musical (día 30/01), correcta en mi opinión, sin grandes desajustes, aunque todo lo que pasaba en la pantalla distraía mi atención de la música. Sólo unos apuntes: Peretyatko, una Gilda tan chapucera, aquí lo hace mucho mejor, su voz y su técnica más adecuadas para Pamina. El Sparafucile de la misma representación, Andrea Mastroni, reaparece como Sarastro, y lo hace igual de bien que en Rigoletto. La Reina de Aleksandra Olczyk dio la talla en la segunda aria, y se llevó el triunfo. Andreas Wolf, como Papageno, bien actuado (gestualmente), y buena voz, un poco vibratoria.
En resumen, yo también salí feliz del Real. Además, llovía.