Función del día 3.
Da gusto tener una voz de calidad en el papel de Imogene. Sonya Yoncheva se lleva el triunfo de la noche. Su voz es amplia, con peso, carnosa, con volumen. Y lo da todo, con una entrega total que ya es lo más en la escena de la locura, donde directamente la señora se sale. ¿Que las agilidades se le quedan ahí ahí y que sufre en algún agudo? Pues sí, pero globalmente su Imogene es una gran creación. No creo que su carrera siga por el terreno belcantista, así que es una satisfacción haberla podido disfrutar ayer.
Javier Camarena es un valiente. Atacó el papel con dos pares de narices. Arriesgando mucho en unos momentos, siendo precavido en otros. Se marcó unos agudos espectaculares y una coloratura muy digna. En el segundo acto se le quebró la voz en el dúo y se quedó un tanto en stand-by pero supo salir airoso y luego se marcó una buena intervención final. La sensación que me dio es que andaba inseguro. Pero vamos, muy bien.
George Petean es de los barítonos de voz noble, fraseo elegante y control del estilo belcantista. Le falta un punto de arrojo para lo malvado del papel, pero esto no es verismo.
De los comprimarios bien María Miró, más flojos los hombres.
Muy bien la orquesta, mimando mucho a los cantantes. Ay esos tempi ralentizados para que no se nos ahoguen a veces. Con brío en las partes animadas (ese final de primer acto que bien podría bailarse como un can-can) y poniendo el justo toque dramático en las escenas más intimistas, especialmente en el segundo acto.
El coro, estupendo, muy rotunda la parte masculina.
De la puesta en escena se agradece el buen hacer de Sagi haciendo creíble dramáticamente un argumento tan poco interesante. La escenografía me recordó demasiado a sus Puritani, son casi intercambiables. Sencilla pero con efectos visuales llamativos que sólo se disfrutan desde abajo, claro.
La entrada de Imogene en la escena de la locura es puro delirio, un exceso de divorrez absoluto. Bravo.
La partitura es una maravilla, la hora y media del primer acto se pasa casi sin que te enteres, y el segundo acto se puede hacer más pesado porque es más íntimo, pero también tiene mucha carga dramática y el estallido final de la escena de la locura es una bomba.
¿Qué Bellini eliminó él mismo la pequeña escena final por anticlimática? Pues vale, pero me hubiera gustado ver cómo Gualtiero se tira del puente, aunque con esta puesta (en la que, como casi todo últimamente, te vale tanto para un trovador como para una valquiria) le habrían apagado la luz con mucho efecto espejo y punto.
Nada reseñable en el anecdotario excepto… el corrillo de amigos entendidos del descanso.
Todos con sus múltiples carreras de conservatorio, veinte mil leguas de viajes operísticos y una colección interminable de grabaciones live de hace 60 años que suenan a sartén de huevos fritos.
Por favor qué cansinos.
Sacándole pegas a todo, que si la Caballé, que si la Callas, que si Flórez… y ya no se puede hablar más cuando sacan a Devia y Kraus.
Tuve que saltar: ¿pero es que vosotros venís a la ópera a comparar o a disfrutar?
Qué petardos, yo también me he estado escuchando estos días la versión de Caballé/Martí/Cappuccilli para Emi en 1970. Y donde Yoncheva da cuatro notas la Caballé daba veinte, ¿y qué?
Datos informativos, que no vienen mal porque ayer había huelga de bus y metro: a las once en punto de la noche dan el último chimpón. Plus aplausos, plus saludar y despedirse de los conocidos, sobre las 23:15 sales del teatro.
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