Fui a la sesión del jueves 17 del Tristán, Isolda y los móviles.
Salí tan feliz del Auditorio por haber aguantado hasta las 23.45 de la noche que este estado de ánimo maquilló la evidente decepción por el reparto de la sesión.
Me sorprendió que ya en el primer acto hiciese mutis por el foro un 15% del público (aparentemente, estaban casi todas las entradas vendidas). Y me hizo ilusión que el descanso antes del tercer acto se colasen jovencillos a ver el final. Esto de colarse en los auditorios es como robar libros, no debería estar penado.
Disfruté del primer acto y del tercero, el segundo me pareció un tostón, salvo el monólogo de Marke, yo no puedo disfrutar un segundo acto sin tenor y soprano que lo sostengan. Ni siquiera la aparición de Brangäne le dio un poco de magia. Con pocos T&I en mi haber, aprecié la dirección de Afkam y la prestación de la OCNE, que le dieron emoción y sutileza cuando era necesario. Poesía y sentimiento en las intervenciones del corno inglés.
Petra Lang, a la que tengo como Brangäne en una grabación de Thielemann en Bayreuth, fue bastante bien en el primer acto, le iba el estado de cabreo a su voz descontrolada. En el resto de la obra, muy desagradable de escuchar. Incluso en el llamado Liebestod, que ya podía haber bajado los decibelios, me tuve que concentrar en las música para no oírla a ella.
Frank van Aker, muy mediocre, me dio la sensación que se reservaba para el tercer acto, y ahí consiguió transmitir la angustia a parte del público, que deseaba que se muriera (el personaje) para acabar con su congoja.
Fantástico el Marke de Brindley Sherratt, me declaro fan. Patético en su aria, y hasta en su presencia al final del primer acto, al pie del escenario, donde aparece consternado por lo que esta viendo entre su prometida y su sobrino (y puede que también por lo que estaba escuchando).
Prefiero escribir días después de asistir a la función para que me bajen un poco las emociones, el tiempo criba, fija y quita esplendor. En este caso, creo que lamentablemente en mi memoria permanecerán los cuatro timbrazos de móvil que sonaron durante la ópera. Hay que ser torpe, incívico y maleducado para que después de que el imperdonable primer timbrazo que destrozó el acorde de Tristán, otras tres personas dejaran sus móviles encendidos.
Añado otra reseña de la representación, más en línea con lo que yo ví.
https://elpais.com/cultura/2019/10/18/a ... 55674.htmlGracias a Tunner por su estupenda crónica y por no andarse con medias tintas, así se aprende.