Hoy tenemos doble jornada.

Iolanta de Tchaikovsky y la lúgubre obra El Castillo de Barba Azul.

Vamos con la primera, con la tristeza que me canceló el tenor previsto: Matthew Polenzani.

Aunque he de reconocer que estaba el morbo de escucharlo en ópera rusa.

En su lugar, Alexey Dolgov.

El resto del reparto

Martha: Larissa Diadkova
Iolanta: Sonya Yoncheva
Brigitta: Ashley Emerson
Laura: Megan Marino
Bertrano: Harol Wilson
Duque Robert: Alexey Markov

Dirige: Henrik Nánási

Iniciamos con el típico diálogo de damas, generalmente una de ellas de alguna nobleza y la otra de nobleza. Aquí no es la excepción.

Antes un breve preludio con aires autóctonos.

La todoterreno en el Met, la señora Yoncheva cantó su aria Otchego `eto prezhde ne znala, donde relató sus divagaciones derivadas de su estado de invidente, que debe solazarse o lamentarse con lo que escucha.

La cantante ciertamente estará cómoda en este repertorio.

Pasamos a otra típico escena de damas de la servidumbre, donde le cantan naderías para levantarle el ánimo y luego para matizar el sueño de Iolanta.

El maestro Tchaikovski es un cliché en estas escenas.

Lo siento mucho. Ya sé que le hacía mucha ilusión escucharlo.

No me uno esta vez, que tengo concierto en la SF Symphony. Veré este programa doble en el Met dentro de dos semanas.

Luego de un diálogo entre en un escudero, el portero del castillo y la miembro de la servidumbre Marta, nos enteramos que Iolanta es invidente pero ella no lo sabe, por lo que hay instrucciones de conducirse de modo que no se le haga saber la realidad.

Buen provecho sinfónico estimado amigo.

El bajo cantó de manera sólida su lamento de rey, por el estado de Iolanta, implorando al Creador que está dispuesto a entregar su corona y todos sus haberes, con tal de obtener la vista de su hija.

El médico moro le hace saber al Rey, que cualquier cura debe partir de que la joven sepa su condición, lo que le cae como un balde de agua fría.

Intenso diálogo entre las dos voces graves.

El moro tiene su momento de gloria y canta un aria de tintes filosóficos, relatando que en todo ser humano conviven los mundos de la carne y el espíritu, para dar equilibro a la existencia.

Interesante.

El duque Robert, que está prometido para Iolanta, tiene la imagen que la joven será una suerte monja de clausura que no llenara sus apetitos e ilusiones, asociados más bien a otra dama.

Canto intenso e impulsivo, de esos que Tchaikovsky compuso para sus barítonos, bien en la voz del señor Alexey Markov, aunque un poquitín sucia la emisión en las alturas. Quizás no ha calentado y el aplauso fue tímido por tal circunstancia.

Vaudemonto le dá la réplica, con su ideal de mujer casi un ángel en el aria O, pridi, svetlyj ang'el.

El señor Dolgov, en esa mezca de algunos tenores rusos entre voz de comprimario y protagonista, cantó de manera apasionada.

Un logrado cierre en los (…) pridi, pridi

Por casualidad descubren dormida a Iolanta, lo que desata la pasión de Vaudemont y la indiferencia de Robert, afirmando que es solo una "muchachita."

La dama finalmente se despierta, para la sorpresa de ella que no reconoce sus voces.

Dentro de un flirteo para que Iolanta le entregue unas rosas y la dificultad de aquella distinguir entre una roja y una blanca, Vaudemont se entera que la dama es ciega.

Dramática escena, que luego cierra con una melodía lírica de alto vuelo a partir del momento en que Iolanta no escucha más la voz del joven y teme que lo haya ofendido.

Vaudemont en su ingenuidad hace preguntas sin saber que la dama no es consciente de su estado.

Ambos desde su perspectiva unen sus voces para un apasionado canto a la luz.

El canto discurre hacia un crescendo maravilloso, coronado por las voces en las alturas.

Acaso uno de los mejores dúos soprano/tenor compuestos por Tchaikovsky.