Muy recomendables las representaciones de esa suerte de sinfonía lírica que es La damnation de Faust y que se están representando estos días en Valencia.
Si no fuera porque mi mujer siempre me dice que soy algo exagerado, diría que extraordinarias. En cualquier caso, si tienen la oportunidad de acercarse por Valencia creo que es muy recomendable, ya que, aparte de pasar mucho calor, pueden disfrutar de un espectáculo de altísimo nivel.
Envueltos en el eterno torbellino valenciano, dónde el realismo surrealista es el pan nuestro de cada día. Dónde el coro desconvoca una merecidísima huelga en el último minuto por el ninguneo y la agresión que está sufriendo por parte de unos políticos y mandamases taifales a los que ni les gusta ni entienden la ópera. Dónde asistimos atónitos a que, el competente pero soberbio ex intendente, adalid de la limpieza y la transparencia, alquiló sus producciones teniendo en los almacenes otras propias y co produjo por doquier, con nuestro dinero, obras que ni se han representado en Valencia, ni están programadas (Manon Lescaut, ahora en el Liceo; Der Kaiser von Atlantis, ya visto en el Real y en Sevilla; The Opera!, pastiche co producido y ya visto en Mascate, Omán!, etc…?).
Envueltos en este torbellino, sin intendente, con los directores artísticos escapando de sus propios músicos, etc… sólo encontramos reposo en la buena música y encontramos un oasis de remanso para la mala leche adquirida en funciones como las que actualmente se pueden paladear en el antiguo cauce del Turia. Al gran Berlanga, conocedor del país, del paisaje y del paisanaje, le encantaría este realismo surrealista tan suyo.
Me ha gustado el Faust veraniego valenciano y eso que a priori yo creía que iba a sumergirme en un cabreo e indignación como Dios manda, con el panorama que nos había preparado Damiano Michieletto. Esta premiada producción de Michieletto cambia el formato de la obra, que pasa de 4 partes y un epílogo a 15 cuadros, cambia el argumento de Berlioz y de Goethe y al conocer lo que ha hecho con el argumento me eché a temblar y preparé espumarajos para una indignación importante: Fausto es un chaval, enamorado de una niña desde el colegio, Margarita, al que sus compañeros hacen bullying. Su madre, su único apoyo, se muere nada más empezar la ópera y su padre es un alcohólico al que él cuida. Tras un episodio de bullying brutal, él decide suicidarse, pero Mefistófele lo para y le ofrece conquistar a Margarita y así recuperar una vida feliz a través de una operación de cirugía estética. Todo esto en un ambiente de Odisea 2001, con ratas gigantes, sexteto de tetas y aguas vertidas en las cabezas.
¿Qué me dicen, eh? Apunta maneras ¿no?
Pues yo que soy un retrógrado como Dios manda, un carca amante de Zeffirelli, la vi, la entendí, creo que funcionó muy bien, y me gustó. Me lo tengo que mirar.
Cierto que Michieletto no puede parar de caer en sus propias trampas sobre todo el exceso de cosas que suceden continuamente y distraen. En vez de sacar dos ideas y explotarlas, presenta cientos de ideas a la vez y claro, algunas no funcionan, pero en este Faust hay una indudable dirección de actores, en algunos casos excepcional, lo que ocurre tiene sentido y en algunos momentos nos contiene el aliento.
Algunas buenas ideas como el uso de la Steadycam, el Paraíso de Cranach el viejo, o el mundo encerrado en una bolsa de basura. Algunas malas, como la rata gigante y sobre todo la ocultación y estatismo del extraordinario coro, en una obra en la que debería ser omnipresente.
La orquesta, espléndida. Roberto Abbado quiere cambiar la tendencia de voto y se esfuerza para conseguirlo. Pasa de no venir nunca a dirigir en Valencia, a dirigir permanentemente la temporada que viene. Se le ve nuevo. Simpático y dinámico, y la música, como la fuerza, le acompaña. Ayer, en una obra de orquestación importante, sacó colores, proyectó brillo y consiguió emociones. Los músicos, además, son excelentes y en algo ayudan. Ya les gustaría a un par de orquestas que yo me sé que su metal sonase como sonó ayer el de Les Arts.
El coro, excelso. Y se lo quieren cargar y no debemos consentirlo. El trabajo que ha hecho el bueno de Paco Perales, al que han echado del patronado de Les Arts dejando sólo a políticos y amiguetes en el patronato, es extraordinario. Tener un coro así, que ya estaba cuando crearon Les Arts, que ya estaba cuando llegó Maazel, es un lujo, y el corodicidio planteado es un insulto a todos los espectadores y amantes de la buena lírica. En la difícil y muy coreada Damnation, estuvieron soberbios.
Faust fue el bueno de Celso Albelo, que trabajó más que en toda su vida junta. Le tocó estar en escena casi permanentemente, y fueron dos horas y diez minutos ininterrumpidos, y hacer de todo. Desnudarse, ensuciarse, subir, bajar, enfermar, sanar y, por si fuera poco, además, cantar. Esperaba que tuviera más problemas para traspasar la orquesta, y no, lo note con proyección suficiente. El timbre es bello, la intención buena y me agradó. Sufrió en un par de agudos que afalsetó. Pero con el esfuerzo que hizo y que hace no le quiero reprochar nada.
Méphistophèlé fue el portento de Rubén Amoretti. El extraño caso médico que es Rubén, pasando de tenor lírico ligero a bajo y salvado por un espectador, creo que argentino, tras verle en Zúrich, es en sí mismo, para escribir un libro, hacer una película y puede que hasta para una Zarzuela (ópera no). Que este hombre actúe como actuó, es un milagro. También practicamente siempre en escena, riendo, asustando, amenazando, bailando, y siendo el muñidor de todo lo que ahí ocurría, su actuación es de Goya. ¡Qué actorazo! Capaz de cualquier comedia o tragedia de cualquier compañía teatral. Transmitiendo y disfrutando. Parte fundamental de que la producción fuese un éxito. Un crack.
Ah! Y también cantó.
Marguerithe fue la valenciana Silvia Tro Santafé que ya es, por fin, profeta en su tierra. Con la seguridad que acostumbra y quizá con un exceso de vibrato, nos volvió a deleitar su voz bien timbrada y eminentemente bella. Es un papel corto (no sale hasta que llevamos una hora y cuarto de ópera), pero cuenta con dos arias preciosas y de lucimiento, y se lució. De las mejores Mezzos del panorama actual.
Brander fue el alumno de Centro de Perfeccionamiento Jorge Eleazar Álvarez. Cierto que le tocó hacer el ganso y lo hizo bien, cantar con la rata y cantó, pero no es el miembro más destacable del Centro y no me gusta mentir, flojo.
En fin, gran espectáculo ininterrumpido, del que salí con la sonrisa y la impresión de que había asistido a algo bueno.
No puedo dejar de decir, para regocijo de algunos, envidia e incomprensión de otros e indiferencia de la muchos, que fue un placer coincidir y compartir impresiones y hasta un vinillo con Amolaopera y Dufol, grandes, ambos, donde los haya.
Saludos
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