Ayer asistí al recital de Kaufmann en el Real, tras haber pagado, hace meses, 155 euros por una entrada de lateral de gallinero. En una función de ópera esa misma butaca tiene un precio de 69 euros. Comento esto porque esa diferencia de precio tendría sentido si se va a ofrecer algo realmente excepcional y extraordinario. Para mí al menos no ha sido así. Sin embargo el público estaba entusiasmado, oí gritos de “Eres el mejor”. Solo después de un “Ah leve toi soleil” muy deficientemente cantado me pareció escuchar un conato de abucheo.
De todo el concierto lo que más me gustó fue, en la segunda parte, el fragmento de Die Walkure, cantado con un gran estilo, con unos wälse generosos. Su voz, al ser oscura, puede hacer creer que tiene más cuerpo y densidad. Se nota todos estos años cantando por los mejores teatros, la musicalidad, el buen fraseo. Sin embargo, en Meistersinger no me gustó, la voz parece lejos de ser idónea, no hay lirismo de calidad, parecía no estar cómodo. Y en Lohengrin, una de cal y otra de arena. Hay momentos que te gustan, pero a la vez la sensación de que estamos ante un instrumento vocal complicado, irregular, con mucho truco.
A veces parece que está cantando con una media voz canónica, y de repente ataca una nota con un falsete pobretón, sin color. Tan pronto hay sonidos guturales, cavernosos, como una acentuación noble y musical. El problema para mí es que esto no es suficiente para lo que se debería esperar del divo más relevante de la actualidad. Seguro que antes ha cantado mucho mejor. De hecho en disco su Siegmund del Metropolitan me encanta, pero ayer su voz me pareció una combinación de defectos y virtudes muy problemática.
Yendo a la primera parte, el Ah leve toi soleil me hizo sufrir mucho, la voz sonaba cavernosa, qué diferencia con el Alagna que hace pocas temporadas lo cantó también en el Real, y eso que Alagna tiene sus problemas vocales, pero es una voz que es una gozada oírla en directo. Creo que es muy arriesgado empezar con ese aria. La voz no estaba en condiciones. El agudo final pretendió atacarlo en piano, lo cual, si se hubiera hecho bien, habría sido muy bonito, pero lo que hubo fue un falsete sin carne, y todo ello después de una interpretación donde abundaron los sonidos espúreos; me pareció que quiso finalizar el aria rematando ese falsete con un intento de regulación fallido, me causó sensación de chapuza. Curiosamente, en las propinas dio un Pour quoi me reveiller en el que estuvo muchísimo mejor de voz e hizo una interpretación sombría y dramática del aria, pero para ópera francesa este tipo de voz no me convence.
Ojalá este señor se recupere, pero lo que ofreció anoche, en mi opinión, sin negarle su musicalidad, sus buenas intenciones y conocimiento del estilo en ópera alemana, está lejísimos de una superestrella que exige precios desorbitados. Johan Botha, que tristemente nos dejó hace no mucho, ofreció hace años un Lohengrin muy estimable en un auditorio en Salamanca, con entradas baratísimas, la sala medio llena, sin ningún revuelo mediático y recuerdo haber salido muy satisfecho de aquella función. Ayer salí francamente decepcionado; se nos vende algo extraordinario que luego no es tal.
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