Carl Tunner escribió:
Ayes estuve en el Macbeth y qué quieren que les diga, lo de Domingo me pareció milagroso. El enésimo renacimiento vocal de este artista incombustible, que a una edad en la que podría estar haciendo cruceros todo el año o jugando la partida a la fresca con los parroquianos, mantiene una vitalidad y una entrega en el escenario que ya quisieran tanto cantante joven y camelodivo actual que vemos sobre las tablas. Cuando escuchamos a diario voces sin proyección, sin apoyo, sin timbre, ayer un avanzado septuagenario llenó el teatro con un material sonoro, aún bello e íntegro tímbricamente. El papel, con abundante pasajes de declamado, le permite lucir acentos, personalidad, intensidad, carisma y esconder los problemas de aire que en los cantabile le impiden terminar, rematar las frases. Lejos de acomodarse con una versión concierto tieso como una vela y leyendo "la cartilla" opta por una semiescenificada en que ofrece un entregadísimo trabajo escénico, vibrante y rebosante de vitalidad.
Podrá gustar más o menos el Sr. Domingo; se le podrá criticar esta segunda carrera baritonal y todas esas críticas tendrán sus argumentos de peso, pero no se puede negar lo evidente. Su energía, su entrega, su inteligencia y fondo musical, en qué sorprendentes condiciones mantiene su timbre después de tantos años y tantos excesos, su carisma y personalidad y, en definitiva, que es mito de la ópera y que pertenece a una época en que aún el género se escribía con mayúsculas. Cierto es que sus seguidores son legión y vienen de todo el Mundo (ayer el teatro parecía la ONU), pero sin serlo y con la mayor objetividad posible, estaba repasando las 12 veces que he visto Macbeth en vivo y no puedo colocar a ningún barítono por encima de Domingo. Ni lo hay en la actualidad, desde luego.
Estoy de acuerdo, debo decirlo: el único que proyectó correctamente, y al que mejor se escuchaba de todos los intérpretes (hablo de la función del día 14) fue Domingo. Lógicamente ahí estaban el excesivo y continuo
vibrato, el engrosamiento de sonidos para forzar el grave, la palpable falta de homogeneidad de la voz en muchas ocasiones, la palmaria dificultad para emitir
piani --ante la imposibilidad de sostener ya en condiciones la columna de aire--, pero llegar tan fresco como lo hizo al final de la obra es, realmente, admirable... Teniendo en cuenta, sobre todo, que estamos hablando de un hombre de 76 años, que lleva cantando más de 50... Será, como hemos dicho muchas veces, por la crisis actual de voces y de técnica, pero lo cierto es que fue el intérprete más destacable de la velada (junto con la Lady de Pirozzi).