Los Wertheres nos acechan. Los tenemos por todas partes. Los hemos tenido florezidos en Bolonia, con un grande successo. Con Beczala en el Liceo dónde parece que también fue exitoso, y hasta con Grigoló que sorprendentemente lo dominó en el Met. De todo ello hay interesantísimas y certeras reseñas de nuestros amadísimos y nunca suficientemente bien ponderados co foreros.
Ahora yo entro en juego, primero con Juan Diego en Zurich y terminaré con Borras y Nanasi en Valencia. Y ya se sabe , año de wertheres año de bienes, ósea, que JDF en Zurich también nos obsequió con una excelente noche de ópera.
Y es que hay óperas que ellas solas van hablando, se van juntando poco a poco y tras años de sequía, de repente en un año aparecen por todas partes dando disgustos a los certeros programadores que ponen por encima el secreto sorpresivo a la llamada telefónica. Véase los Devereux del año pasado y los Cheniers que se nos pueden acumular para el próximo año.
Bueno, en el pequeño, precioso e incomodísimo teatro de Zurich, mi segundo hogar de los últimos y próximos meses, óptimo para voces del tamaño de la de JDF, acogió un Werther basado en dos pilares: Juan Diego y la puesta en escena de Tatjana Gürbaca.
Cierto que la orquesta Philharmonia de Zurich es una gran orquesta, pero la dirección del joven y sonriente Cornelius Meister, aunque consiguió momentos vibrantes cuando la acción requería intensidad sonora y emocional, como en el tercer (sobre todo) y cuarto acto, fue algo plana y falta de atino en los momentos de lirismo como, por ejemplo, en el precioso interludio claro de luna del primer acto o en todo el segundo acto.
La puesta en escena de Tatjana Gürbaca es muy interesante. Consiste en una habitación encastrada en la pequeña caja escénica de Zurich, con una perspectiva acentuada que provoca que el espació sea mínimo y que los cantantes, como mucho, estén a tres metros del borde del escenario. La casa es de madera clara, con múltiples armarios, puertas, ventanas y cajones, que dan mucho juego y un reloj, que como no, estando en Suiza, da la hora perfectamente. La ambientación es toda en esa habitación y el vestuario de los años 50 ó 60.
Con tan parcos medios escenográficos, la obra se basa en una muy detallada y trabajada dirección de actores. Los cantantes se lo tienen que currar mucho (hay que ver como interpretan los niños en el primer acto) y se desarrolla siguiendo escrupulosamente el argumento, sin violentar nunca el hilo argumental, lo cual se agradece. Nos presenta la historia de una forma cotidiana y extremadamente realista, rozando en momentos la violencia y la brutalidad, y también con importante carga sexual, lo que convierten la obra en un Werther distinto, donde la elegancia y el romanticismo de otros, casi han desaparecido. Y todo ello de una forma poco desagradable, es decir, nada que ver con Bieito. Dureza, realismo, pero no mal gusto.
Es una propuesta como digo interesante, dura, pero no exenta de momentos de belleza, pero yo me quedo con el Werther melancólico unido platónicamente a Charlotte por un amor inalcanzable y no con un Werther a punto de consumar con una Charlotte en enaguas. Es una puesta en escena, para mí, más para una Jenufa que para un Werther.
Hay que agradecer que, debido a la cercana disposición de los cantantes, siempre se canta de forma perfectamente audible y que es visible todo lo que ocurre desde cualquier localidad.
Tampoco pueden faltar las dos o tres gilipolleces que no entiende nadie y la estupidez de hacer pisar a Charlotte, rompiendo, al principio del tercer acto, unas bolas de Navidad. Como tiene que interpretar casi todo el tercer acto en enaguas y descalza y por ahí andaban los trocitos rotos de las bolas del árbol, lógicamente se cortó y estuvo sangrando por un pie y por las rodillas gran parte del tercer acto y todo el cuarto acto.
Sobre Juan Diego Flórez que decir. Yo no soy florezido, pero casi. Creo que, de lejos, es el mejor tenor de la actualidad, el único que pasará a la historia. Está intentando el paso de contraltino Rossiniano a papeles de más enjundia, con más cuerpo, con más centro. Y por ello ha perdido parte de la claridad y limpieza que tenía en el agudo, aunque sus agudos son rotundos y casi perfectos. Por otra parte a ganado en claro oscuros, usa de forma elegante y con muy buen gusto las dinámicas, y es que JDF no sabe cantar mal. Su fraseo es prodigioso, su afinación impecable y su timbre bellísimo.
A su alrededor pivotó la obra. Su Pourquoi me reveiller es para enmarcarlo, pero aun con ello creo que lo mejor fue el final de su actuación cuando agoniza, cuando se muere. La delicadeza y el gusto de cada nota, de cada frase, de cada giro fueron de una belleza extraordinaria. Una pena que cantase los dos últimos minuto en el suelo y boca abajo en la estupidez más grande que ha cometido la regista en toda su vida.
Charlotte fue Anna Stéphany. Es una buena mezzo, que con un timbre oscuro, proyecta bien su voz y genera, sobre todo en el tercer acto, momentos de gran intensidad y emoción. Le falla que su agudo es un poco chillado y poco elegante y tiene excesivos desafines. No creo que llegue a figura.
Sophie fue Melissa Petit. Melissa es un jilguero de voz liviana y aguda, aunque sorprendentemente con un toque oscuro. Saca su papel sin dificultades.
Albert fue un insoportable Audun Iversen. Es un engolador continuo que, con una voz sin apoyo, le sale un sonido completamente abierto y feote. Es, a parte de JDF, al único que conocía pues ya le había visto en un Olivier de un Capriccio de Chicago en el que no me gustó. Pues su Albert es todavía peor.
Coprimarios y niños muy bien.
Lo dicho un Werther en crudo con un Juan Diego extraordinario.
Saludos
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