Ya he visto, ya me he empapado de la Traviata mediática de Valencia.
Yo la ópera la clasifico según dos criterios, el de bondad y el de mi gusto. Según el criterio de bondad puede ser buena o mala. Bueno, o regular. Y entre medio de ellas una enorme gama de grises. Según el criterio de mi gusto puede que me guste o que no. Como se ve, puede ser buena o no y gustarme o no, independientemente de que sea cara o barata la puesta en escena, famosos o ignotos los intérpretes, moderna o antigua en su ejecución, popular o desconocida por el gran público. Esos criterios no afectan a mi juicio.
Pues bien, la mediática Traviata Valenciana fue buena y me gustó. Cierto que hubiera preferido una Elektra como la del Liceo, un Billy Budd como el del Real, una Anna Bolena como la se Sevilla e incluso creo que me va a interesar más la próxima Lucrezia de Les Arts. Pero eso no quita que la función del sábado fuera buena y me gustase.
En un sitio distinto a este foro, en el que en verdad se escribe con libertad, alguien ha dicho que los asientos los ocuparon posaderas no acostumbradas a la ópera. Pues bienvenidas sean. Quiero que vengan, que les guste, que se gasten el dinero y que promocionen este maravilloso arte. Y que además se lo cuenten a sus amigos. Y cuanto más poderosos e influyentes mejor.
Quiero ópera a lo grande y a lo pequeño. Traviatas de Valentino y ópera de barrio. Opera espectáculo y ópera de cámara. Opera cara y ópera barata. Todo me vale y todo vale. Bastante poco se apoya al arte para racanear. Y ópera en los telediarios. Y a los políticos apoyándola. Y en televisión y en los colegios. Amo este invento y todo medio de promoción me vale. Y que sea buena, que en cualquier segmento puede ser buena, y a poder ser, me guste.
Yo he aprovechado esta Traviata mediática para atraer a familiares y amigos que nunca habían asistido a una ópera, y la mayoría han salido encantados, y alguno en estado de shock como el que yo tuve hace más de treinta años, cuando vi mi primera ópera en directo.
La puesta en escena fue elegante y clásica. Respetuosa con la obra y con el canto. Criticarla es querer llamar la atención. Sofía Coppola compone una puesta en escena que no sorprende, que no arriesga, pero que es muy bonita y que me gusta. El vestuario de Valentino, espectacular. Quiero resaltar la coreografía de la danza del segundo cuadro del segundo acto. Normalmente no me gustan, me encantó.
La orquesta sonó de maravilla dirigida por ese gran director que es Ramón Tebar. Fue viva, dinámica, con mucha atención a los cantantes, sobre todo a Plácido, quién va por donde quiere. En Di provenza il mar il suol, Plácido ralentizó el tempo a la conveniencia de su fraseo y con la mano izquierda, Tebar agarró la orquesta y la llevó a acompañar al baritenor con cariño, pero con energía. Fabuloso el maravilloso preludio orquestal del tercer acto. Grande el concertante final del segundo acto. Bravo por Tebar.
Enorme Violetta de Marina Rebeka. Su voz fue como un tiro. Grande en volumen, segura en los agudos , precisa en las agilidades, con pianos elegantes (aunque parca en las dinámicas),sin decaer con el transcurso de la noche, fue la triunfadora de la representación. Su timbre es hermosísimo, esmaltado y homogéneo. Peca de frialdad y de falta de emoción en su interpretación, y es que le castigan sus orígenes. Por ejemplo, la declamación de la lectura de la carta fue flojita, cerrada por un frio "E tardi". Pero es una enorme Violetta.
Flojo, muy flojo, el Alfredo de Arturo Chacón-Cruz. Feo timbre, voz velada, trasera, mal apoyada. Agrios agudos y volumen escaso. Vamos, un cúmulo de virtudes.
Y qué decir de Don Plácido, que es un fenómeno. Y de arrastrarse por los escenarios, nada de nada. Llena el escenario con su sola presencia y, en la edad de la hojalata del canto masculino, hay muy pocos papás Germont en el mundo que superen lo que hizo ayer. Cierto que hace lo que quiere, que acusa falta de fiato, que el fraseo ya no es el mismo. Pero su voz es milagrosamente fresca, desde luego mucho más que la del joven tenor que cantaba a su lado y que la algunos de los chavales del Centro de Perfeccionamiento. Yo, en su actual condición, le aplaudiré aunque haga el pino puente, y es que me ha regalado tan buenos momentos. Sólo le encuentro un defecto, enorme, insalvable, y es su acérrimo madridismo.
El coro, excelso, como siempre.
El resto, los chavales del centro de perfeccionamiento, que van cogiendo tablas. La voz es más difícil cogerla.
Y entre el público, a parte de una señora comentarista con ínfulas de José María García, una gran colección de tísicos. Seguro que alguno de ellos contagió a la pobre Violetta.
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Saludos
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