Regresamos a la segunda parte de la Gala.

Qué más se puede pedir que un coro del acto segundo de Tanhausser, cantado de manera gloriosa.

Otro video para la audiencia y regresan Pretty Yende y se le une Eric Owens, para cantar un fragmento de Porgy & Bess.

El señor Owens con su voz oscura y carnosa, pero a la vez como atrapada, siempre genera algún interés.

Aquí la señorita Yende lo acompañó en realidad.

Bien, para los que gustan de la obra, por entre los que no me encuentro.

Pasamos a otra dimensión, con Elīna Garanča cantando Mon coeur de Samson et Dalila.

Me hizo falta la compañía de un tenor - a lo mejor Mr. Polenzani - pero la opción fue el momento solista.

Voz sensual, seductora, ensoñadora y anuncian que será una próxima Dalila en el Met. Un acompañamiento envolvente fue la cereza en el pastel.

El agudo fue recogido y no la detonación que lanzan algunas mezzos. Válido.

Dúo Filippo/Inquisitore del Don Carlo.

Cantaron Günther Groissböck - que se coló en la Gala - & James Morris.

Mr. Morris en la Gala por la gloria del pasado y esa aurea de gran cantante que fue. Solamente eso, pero más que algún jovenzuelo.

El otro caballero se salvó por unos graves imponentes al final.

Vittorio Grigolo fue a lo seguro y sin tomarse la molestia de preparar otra aria, cantó Ah! levez-toi soleil! del Romeo et Juliette que cantó recientemente en el Met.

Pero mal elección para un compromiso como éste, con un aria que requiere algo de calentamiento. Agudos apretados y mal colocados, respiración apresurada y por lo tanto el final preparado in extremis con un extra ritardando a piacere. En definitiva lo colocó.

La señora Diana Damrau hay que abonarle que se animó a cantar toda la escena del acto primero de La Traviata.

Muchas precauciones al inicio y alguna nota velada.

Ah! forse lui lentísima, de puntillas y con respiración entrecortada y emisión a ratos en un hilo de voz para cuidarse.

Pausa para el aplauso y para lo que viene.

Una que otra nota calante en el gioir! gioir!

Mr. Polenzani sale hasta en la sopa y es el Alfredo entre bambalinas.

La señora Damrau tose por el personaje interiorizado o por limpiar la emisión.

Por la preocupaciones sucesivas, me inclino por lo segundo, donde se nota presión excesiva en los agudos.

Tan mal va la cosa que hay un miembro de la orquesta caló al sustituir el canto.

Al final un grito salido del hueso que pudo ahorrarse.

El contratenor David Daniels y la mezzo Stephanie Blythe, cantaron un dúo de Giulio Cesare.

Me imagino que había compromisos, pero el señor Daniels parece estar en horas bajas y la señora Blythe se dosificó para no molestarlo o incomodarlo.

Haendel es trascendente, pero el resultado no lo fue aquí, aunque por unos instantes el tiempo se suspendió.

El señor Željko Lučić cantó el Credo de Otello.

Más despliegue de voz que de matiz en la interpretación, aunque lo intentó, en un cantante que quiere hacerse un camino como barítono capaz en Verdi.

Hay que dar paso a la juventud y el tenor Ben Bliss acompañado de la soprano Isabel Leonard, a los que se les sumó el veterano Dwayne Croft, cantaron un fragmento de La Tempestad de Thomas Ades.

Para la escucha nada mas.

Deben preparar las condiciones para que el maestro Levine asuma lo que resta del concierto.

Solo faltan unos pocos cantantes "importantes" que no han intervenido.

Regresó Vittorio Grigolo y un poquitín más entonado cantó en su estilo "libre" E lucevan le stelle, apoyado por el maestro James Levine quien antes recibió la ovación del caso.

Uno que otro detallito de esfuerzo para destacar y el crescendo en que fue acometiendo el aria, para imprimirle una interesante pasión.

Cantante ciertamente discutible.

Renée Fleming cantó Porgi amor de Le Nozze di Figaro.

En su estado actual de carrera, es de lo que mejor puede sacarle provecho y la elección fue la adecuada.

A la señora Fleming se le unió el maestro Domingo para cantar una escena de Thais de Massenet.

Para la anécdota nada más.

Otra pudo ser la elección, que tan sorpresiva resultó ser para el respetable que dudaron en aplaudir.

Un plato fuerte, el trio de I Lombardi con Michael Fabiano, Angela Meade y el señor Günther Groissböck.

Antes ese maravilloso movimiento de concierto que le dedicó el maestro Verdi al concertino de la orquesta que aquí se lució a más no poder.

Una delicia que valió toda la Gala.

Y los mercadólogos del Met son unos pillos, pues meten subliminalmente las cosas, ya que se anuncia para una futura temporada esta ópera con Fabiano y Meade en el elenco.

Justo el reconocimiento al concertino.

Punto alto este trío. El bajo pudo ser mejor, pero con el sentimiento verdiano del resto todo estuvo servido.

Igual sucede con la intención de poner a cantar a Joyce DiDonato Bel raggio lusinghier de Semiramide, que será para la próxima temporada.

Otros también dirán que poco originales y deberían ser más creativos para una gala.

La señora DiDonato se empeña en cantar óperas usualmente de soprano en Rossini. Curioso un efecto con el que evitó una cadencia en alto, más bien tomándola con un grave fabricado.

Tampoco disgusta y alguna agilidad tiene la dama para impactar.