La mezzo Alice Coote canta hoy el papel de Idamante. Me gusta más cuando lo hace un tenor.

Acaba de cantar el aria Non ho colpa, e mi condanni idol mio, en esas disgreciones típicas de la temática de estas óperas, donde se debaten los sentimientos y el destino que se les asigna por el designio de los dioses.

Un tanto sofocada en el registro grave y no tan ágil en los adornos.

Pasable la cadencia final, pero el público discretamente contento.

Ya ha habido aquí y allá uno que otro corte en el recitativo en el diálogo previo Ilia/Idamante.

Un corito de esos festivos de Mozart, que es un caremelo para el coro del MET, con el momento de gloria para los dos soldados y las dos mujeres, aquí con un buen desempeño.

Entra en escena el Arbace de Allan Opie y anuncia la supueste muerte de Idomeneo en tono tenebroso, que es respaldado por la orquesta con acentos en igual sentido.

Es el turno de la peculiar Electra.

El maestro Levine está inspirado, manteniendo la difícil tensión propia de una ópera como Idomeneo.

Impactantes los momentos iniciales al aria de Electra Tutte nel cor vi sento, que cantó la señora Elza van den Heever, destilando todos sus sentimientos de venganza de forma segura e incisiva, con una magistral transición al coro que implora piedad por el triste acontecimiento.

Llega el señor Polenzani con esa su voz, de nuevo en esta línea de conflictos interiores de los personajes.

Cantó Vedrommi intorno l'ombra dolente, confundiendo el dolor y el miedo, con cantar como un escolar.

Aunque saca algo de hormonas en la parte final del aria, donde su emisión se hace más bien insegura y multicolor, donde no creo que sea por un tema interpretativo

Es interrumpido por la futura víctima de su juramento sin imaginar que es su hijo Idamante.

Un largo recitativo/escena para que se reconozan padre/hijo, más de manera misteriosa el progenitor se retira.

Este joven Mozart qué cosas hacía para crear climax!

La señora Coote más asentada, mejoró en el aria Il padre adorato ritrovo, e lo perdo.

Acompañada de un tímido aplauso. Como que el público aún no hace clic.

Un intermedio ... una marcha ... que desembarcan los cretenses y todos se abrazan. Todo en medio de un aire mozartiano que no se pierde.

El momento pasa al coro Nettuno s'onori, quel nome risuoni, con líneas muy propias para el tema mitológico y la creyencería afin al mismo, donde se funden solistas y coro.

Aquí el asunto parece más una cantata que una ópera, pero el genio de Mozart levanta la atención.

Vamos al descanso.

El veterano Allan Opie cantó el aria Se il tuo duol, se il mio desio sen volassero del pari, propia de un personaje secundario, donde evidenció las tablas para mitigar el paso del tiempo.

Otro aplauso de cortesía.

El aria Se il padre perdei, que canta Ilia a Idomeneo, bonita en su estuctura, fue un dulce para Nadie Sierra, sin dificultades intrínsecas ni extrínsecas.

Aplauso de cortesía.

Con ese estilo suyo livianito, por más que pretenda imprimir algo más, el señor Polenzani manejó recitativo Qual mi conturba i sensi equivoca favella?

Fuor del mar acompañado por la mano gentil del maestro Levine, con un tempo más bien cómodo y por supuesto en la versión sin mayores escollos.

A reconocerle unas ligeras variaciones en la repetición, pero tampoco para erigirle un monumento, pues la coloratura siempre resultó trabada y con un agudo rasgado al final, cual si hubiera tocado la estratosfera.

El público contento aplaudiendo al ídolo, que les hacía falta por el sopor en que estaban.

Electra hace planes de amor con Idamante: fue el aria Idol mio, se ritroso altro amante a me ti rende, que cantó la señora Elza van den Heever, con alguna que otra dificultad con los adornos presentes en la partitura.

La situación fluye al paso de una vivaz marcha, hacia el navío en que se disponen a partir Electra e Idamante, siendo mimada la dama por el coro que se deshace en bienaventuranzas.

Hermoso el trío: Pria di partir, oh Dio! El señor Polenzani soportado por las dos damas, se mueve de forma más segura.

Pero tan alegría no podía perdurar y Neptuno no es ningún tontuelo y se ha dado cuenta que Idomeneo quería hacerle una jugada con su promesa y les envía un poco de agua con monstruo incluido.

El coro del MET de nuevo dándonos una satisfacción con esta dramática escena, entretanto Idomeneo hace el mea culpa.

Un muy bonito efecto logrado en la frase "e se pur tu la vuoi" con un alarde de fiato, para luego mezclar canto viril con canto acaramelado.

Pero las cosas vuelven a su lugar con el coro de los cretenses, quienes huyen de la tempestad y del monstruo, con un final apacible con aplauso cauto.

Nuevo descanso.