Curioso concierto el del tenor jerezano en las bodegas González Byass.
Lo mejor y lo peor en el mismo paquete. Momentos extraordinarios, mágicos, con otros indignantes, pura basura.
Y la culpa no fue del intérprete, sino de una organización a la que le importa más la presunción ostentosa que el público, el auto bombo que el disfrute de la gente, la soberbia que el arte.
Los González Gordon deberían reflexionar y dejarse asesorar mejor, pero como aquí deben de estar todos en nómina y son unos paniaguados veremos si alguien tiene el coraje de decirles algo. Para empezar la prensa ha pasado por alto las tremendas deficiencias de la segunda parte del concierto, no diciendo nada, nombrándolas levemente y omitiendo las protestas que hubo y hasta en algún caso atreviéndose a decir textualmente: “No es sólo un recital, sino una vivencia enriquecida con vinos y gastronomía y que, en Jerez, adquiere un componente social con sus matices de metal precioso. Y el cambio de espacio, cambió el concierto. Pero saber disfrutar de la dialéctica espacio-sonido también es una cuestión de educación (y no sólo del oído).” Como diría Pedrerol: “Así no. Así no”
Yo protesté en vivo a quien me quisiera escuchar y por escrito a quien me quiera leer.
Vamos a explicarlo someramente:
Aquí, en Jerez, en las bodegas Tío Pepe quieren hacer un festival de estío de referencia. Y empeño y dinero le ponen. Talento, menos. Este año en su tercera edición contaban con tres funciones: dos jerezanos de postín, Ismael Jordi y José Mercé y para terminar Ainhoa Arteta. Todo ello en el incomparable marco de las bodegas jerezanas de González Byass.
Y lo tienen todo para triunfar con el Festival: Marco incomparable, entradas agotadas y reclamos adicionales para quien quera disfrutar de una velada espléndida. Pero respetemos la música, amigos míos. La soprano vasca canta hoy en los Jardines de Villa Victorina. El cantaor Mercé cantó ayer en el Patio de la tonelería y Lepanto y para el tenor jerezanos se les ocurrió hacer la primera parte del recital en la Bodega de los Apóstoles y la segunda en la Bodega de los Gigantes. Todo ello con una estética impecable, lleno de muchachas guapas y elegantes guiando a los asistentes. Unas vestidas de Tio Pepe, otras de fiesta grande y otras más discretitas. Cientos de ellas, diría yo. (Yo creo que en Jerez, si eres mujer alta, delgada y bien parecida, González Byass te da trabajo y te coloca de florero).
Y además un rebujito al llegar, un Vermuth en los jardines para el descanso y una cena, para quien quiera pasar por taquilla, cara pero escogida para cada concierto.
Y he de decir que el personal fue muy amable incluso en los momentos malos.
La primera parte de un concierto muy curioso (más que eso, sorprendente diría yo) en la elección de los temas a interpretar empezó en la bodega de los apóstoles.
Fue mágico. Un local precioso, con una disposición de asientos correcta y con una acústica excelente en un local diáfano y bien dispuesto.
Jordi comenzó correctamente con el “Ach, so Fromm” de Martha de Flotow acompañado al piano por Lucía Moreno. Después cantó también bien la napolitana “Tu, can un chiagne” para sobresalir con “Tombe degli avi miei” y “Por el humo se sabe”.
Jordi tiene una voz lírico ligera y bonita y canta con mucho gusto. Usa las dinámicas con sabiduría y a mí me gustó especialmente en los pianos y pianissimos, cuando era un susurro a flor de labio. Por el contrario carece de volumen y potencia y se notó especialmente al final de la primera parte como ya contaré. Pero es un cantante solvente que va creciendo y que ha de darnos muy buenos momentos en una época, esta que nos ha tocado vivir, de sequía de voces masculinas.
Tras in interludio musical de jazz flamenco de contrabajo y armónica volvió para cambiar el tercio completamente y se nos pasó al tango.
Interpretó notablemente “Nostalgias” de Gardel, para luego brillar en un maravilloso “La noche que me quieras” y un soberbio “En un rincón del alma” de Cortez. Lo mejor de la noche audible. Y de ahí al corrido mejicano, marcándose un “Ojalá que te vaya bonito” y un “Volver, volver” dónde, sobre todo en esta última, se notó la reseñada falta de volumen y potencia.
Para ser justo diré que los arreglos y el acompañamiento fueron también muy buenos y hay que mencionar a José López en el contrabajo y a Diego Villegas en el Saxo, clarinete, flauta y armónica.
Y nos fuimos al descanso encantados de lo visto y oído y atacamos al Vermuth de González Byass convenientemente.
Y para presumir de poderío, de lo ricos que somos y lo cachas que estamos, en vez de devolvernos a dónde estábamos, nos llevaron, para escuchar la segunda parte del concierto a La Bodega de los Gigantes, un espacio enorme, con techos altísimos y lleno de columnas, arcos y muros de acústica infame. Resultado, no se oía NADA. Eso sí, con lámparas de cristal colgando de los techos.
Jordi, a quién también se le fue un poco la olla, comenzó cantando por la Jurado (o por Falete) con “Procuro Olvidarte” y “Se nos rompió el amor”!!! de Manuel Alejandro.
¿Cómo lo hizo? No lo sé, no lo oí.
Al acabar la primera canción hubo protestas sonoras. Él se disculpó, dijo que no le había pasado nunca. Que la acústica era imposible para alguien que cantaba sin micrófono. Pero ahí siguió con el concierto. No se fue, no exigió volver al recinto anterior. Y ahí nos quedamos sin oír nada.
Sólo lo podían oír los que habían comprado entradas “Diamante” o “Platino” carísimas pero con derecho exclusivo para ir al backstage para hablar con él.
A partir de ahí, hubo gente que se fue, gente que se acercó para oír de pie, gente que empezó tertulias, gente que empezó a whatsapear, etc..
Y yo cabreándome más conforme avanzaba el concierto.
Se pasó al flamenco y cantó algo con el cantaor David Lagos. No sé cómo estuvo, no lo oí.
Después cantó David Lagos sólo “Alegrota” y una Granaina. No sé cómo estuvo, no lo oí.
Y volvió Ismael Jordi para cantar “Rossignol” de El cantor de México. No sé cómo estuvo, no lo oí.
Luego cantó “Bella enamorada” de El último romántico. No sé cómo estuvo, no lo oí.
Y terminó con “No puede ser” de la Tabernera del Puerto. No sé cómo estuvo, no lo oí.
Con el cabreo que llevaba no me quedé a los bises. Creo que hubo dos.
Y ¿por qué? Por qué dos escenarios cuando es más caro. Porqué cambiar lo que funciona. ¿Por qué? (Mourinho dixit). Para enseñar las bodegas tan espléndidas que tenemos, me dijeron.
Ya de vuelta a mi lugar de descanso veraniego repasé el sabor agridulce de lo que podía haber sido y no fue. De 45 minutos excelentes y otros 45 de indignación galopante.
Lo dicho, si Mauricio González Gordon, que me han dicho que es un tipo excelente, quiere hacer algo importante, que cuide al espectador y a la música y deje el ego en el cajón.
Le falta muy poco para conseguirlo.
Saludos
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