Recién llegado del teatro (crónica de urgencia, porque voy a cenar):
I due Foscari, para mí, una de las mejores óperas verdianas "degli anni di galera". Se nota la evolución que Verdi ha experimentado desde Nabucco y tras sólo haber compuesto dos óperas más previamente (la irregular I Lombardi y Ernani). La orquestación se ha hecho más refinada, los personajes aparecen mejor caracterizados desde el punto de vista musical. Pero es que, además, la inspiración melódica de esta partitura es, frente a otras de la misma época, bastante superior, y está llena de felices y expresivos momentos temáticos (por ejemplo el que suele acompañar a Lucrezia).
Pablo Heras-Casado ha ofrecido una lectura llena de decibelios, pero plena de tensión y teatralidad. Los tempi --tan importantes para un servidor-- han sido adecuadísimos en todo momento. Gran atención y cuidado con la estrella de la velada, a la que ha protegido y acompañado en todo momento (ralentando cuando se hacía necesario).
Michel Fabiano ha sido un estupendo Jacopo Foscari, a pesar deforzar demasiado en las partes más agudas de su particella (donde la voz se quedaba algo trasera y perdía cuerpo, consistencia y esmalte, sonando más blanquecina). Pero, con todo, ha ofrecido una lectura muy generosa, heroica y correcta del joven vástago del dux madrileño veneciano. Estupendo en sus dos grandes romanzas, especialmente en la segunda (Notte, perpetua notte!), que tan exigente resulta para los tenores por su tesitura y dramatismo (una de mis arias verdianas favoritas para tenor). ¿Y a mí que la voz de este hombre --salvando las lógicas diferencias-- me recuerda muchísimo a la del joven Carreras, tanto en la emisión, como en el timbre propiamente dicho (aunque más hermosa y de mayor empuje la del tenor español quien, por cierto, tiene grabado un Jacopo de muchos quilates)?
Me ha defraudado un poco la soprano norteamericana Angela Meade, a la que no había escuchado hasta el momento en directo, y de la que había leído todo tipo de parabienes. Es indudable que posee un instrumento con cuerpo, extensión y volumen, y que lo maneja con gusto y un dominio técnico apreciables --ha emitido unos cuantos filados muy bellos--, pero el timbre resulta algo desabrido y metálico, falto de terciopelo y con un exceso de vibrato. La línea de canto, por otro lado, es poco imaginativa y la dicción muy defectuosa, resultando bastante dificil entender lo que dice (cosa ya bastante complicada, en general, cuando hablamos de voces agudas). En resumen (y sin ser tan crítico como Jaen en su comentario precedente, que comparto en buena medida): la yanqui ha estado bastante bien, pero su prestación ha resultado más regular de lo que yo esperaba.
Y llegamos al gran protagonista de la velada (que no ha sido Verdi, lógicamente). El gran tenor, barítono, cantante Plácido Domingo, que ha actuado no sólo como maestro de ceremonias durante la velada --nos ha puesto a todos en pie para dedicar un minuto de silencio por el atentado de Niza al comenzar la función, decía cuándo irse y cuándo saludar, etc.--, sino que ha ofrecido una gran actuación. En el momento de escribir estas líneas le estoy escuchando (con el ánimo de comparar) en la función del 3 de mayo del 2015 en el Liceo, y su prestación de entonces --muy, muy deficitaria (por ser generoso)-- no tiene nada que ver con lo que le he podido escuchar esta noche en el Real, donde se le ha visto fresco, descansado y pletórico, ofreciendo una lectura del viejo dogo Foscari de muchos quilates (aunque siempre con los déficits que he destacado cada vez que me refiero a esta nueva faceta baritonal del antaño tenor madrileño y que se derivan de la edad y la pérdida de facultades): sonidos engrosados en el registro de pecho para oscurecer la voz, entubamiento y nasalidad en la emisión, etc. Lo más destacable de todo en la velada de hoy es que, frente a otras ocasiones en que he podido escucharle, el legato ha sido de gran factura, permitiendo al cantante resultar expresivo y hasta emocionante, construyendo frases amplias y bien rematadas (sin esas expiraciones de otras veces), junto a variedad de dinámicas (diminuendi, pianos, etc.) que han enriquecido la línea de canto. Sólo al final de la función (pero muy al final) se le ha notado algo el cansancio, aunque en todo momento ha estado (o sonado más bien, porque yo no le veía bien) bastante fresco, convincente y entregado, con sonidos menos espurios que en otras ocasiones y un fraseo de gran factura.
El coro (especialmente el masculino, que tanto protagonismo tiene) ha estado muy bien y bastante correctos los comprimarios.
Una función de gran nivel (y sin representar, por cierto*).
----------------- * Cosa que, me imagino, habrá ayudado el madrileño a estar más fresco.
_________________ "Tornate all'antico e sarà un progresso" (Giuseppe Verdi, compositor y genio).
Esto y otras muchas cosas más en Desde el Nibelheim
|