Esta tarde se cerraba el Ciclo de Lied de este año en el Teatro de la Zarzuela con una versión de la obra maestra Winterreise, de Schubert, en la voz de un habitual de estos ciclos, el alemán Christian Gerhaher que iba acompañado del pianista Gerold Huber.

Nunca antes había escuchado esta obra ni tampoco había visto en vivo a Gerhaher (de quien me habían llegado estupendas referencias sobre su Wolfram en el Tannhäuser del Real en 2009), y esa premisa define la calidad de esta crónica, a la espera de otras de foreros que hayan ido.

Este viaje de invierno (que es lo que quiere decir el título de la obra) tiene una música sensible, introspectiva, serena y sobretodo triste. La bella Gute Nacht anuncia la entrada a un viaje por un lugar nublado, tenebroso y tremendamente gélido. Los lieder tienen además repeticiones que permiten mantener la tensión o el ambiente que las canciones van creando, sin que termine abruptamente. Algo que es por otro lado muy operístico. Der Lindenbaum es otra belleza, que alterna momentos de paz con otros más alterados. Frühlingstraum otro tanto. Las canciones centrales son más animadas y también galantes, dando paso a los lieder finales, bellísimos y pesimistas. Das Wirtshaus y la final Der Leiermann son dos auténticos hitos. La primera sobre el deseo de morir que no puede satisfacerse, y la última de un mísero músico que sigue tocando en medio del frío y la soledad.

Gerhaher es uno de los liederistas más importantes de la actualidad. Había escuchado que tenía poca voz. Bien cierto que la suya no es una voz gigante y atronadora, y a veces pude echar en falta algo de volumen pero la voz cuando sube, sabe subir y hacer unos fortes de aúpa como und der weiche schnee zerrint en el sexto lied, Wasserflut.

En el debe, a veces las aes tienden a abrirse de tal forma que puede llegar al ladrido, además de que la falta de volumen le afecta cuando tiene que cantar en forte como en Erstarrung.

En el haber, la voz es agradable de oír y tiene un estilo elegante, si bien a veces se tiene la impresión de estar imitando el sonido de Fischer-Dieskau, su maestro. También sabe transmitir gallardía en los lieder centrales (12 a 16), la serenidad del lied de entrada y la entereza de los finales. Die Krähe, Das Wirtshaus, Der Leiermann, Im Dorfe, Rast, Frühlingstraum fueron interpretaciones deliciosas, de las cuales las tres primeras fueron para el recuerdo.

Huber al piano interpretó bellamente las piezas, ya que es un maestro con mucha experiencia. Aunque personalmente me gustó más Höll en el recital de la Fleming o Ducros en los de Jaroussky.

El recital fue muy bien recibido aunque pasaron incidencias como que al termino de un lied sonase un móvil que hizo que pianista y cantante esperasen unos segundos más de la cuenta.

Me alegra haber visto por fin esta obra, y en una agradable interpretación. Ojalá vuelva a verla más pronto que tarde.