La verdad es que si no escribo al llegar del teatro luego me cuesta mucho; me acabo de hacer el ánimo y cuatro días después de haber visto el Idomeneo, estas son mis impresiones.
De entrada, iba sin muchas ganas y con cansancio acumulado. Salí contento, con ganas, y con ese puntito de satisfacción íntima por haber elegido la ópera como afición y no el baloncesto o el mus sin ir más lejos.
A mí, el montaje me gustó prescindiendo del principio y el fin. Es decir, esa presencia constante del mar, unas veces como playa (chapoteo incluido, que no molestaba), otras con el oleaje intenso que aparecía en las proyecciones creo que se ajustaba perfectamente a la trama. No en balde, en uno de sus momentos de zozobra Idomeneo exclama: “
un mar entero se esconde en mi pecho”. Además, creo que reflejaba perfectamente la idea última del argumento y dejaba flotar en el ambiente (nunca mejor dicho lo de flotar) esa sensación de emociones concentradas que se produce al encontrarnos frente a una tragedia griega.
No obstante lo anterior, el Sr. Livermore quiso añadir (digo yo) unos “guiños culturalistas”, de ahí esas referencias kubrickanas con los fetos del final y el monolito lunar bajando de la tramoya, o el prólogo explicativo, situando a Idomeneo como un astronauta que regresa a la tierras después de una hecatombe. Esto sobra a mi juicio, no aporta sino distracción y, para mi, representa el apartado cursi y prescindible de la producción. Por cierto, creo que ya lo dijo alguien en este foro, yo tampoco comparto la manía actual de “decorar” las oberturas con “explicaciones”. Leñe, las ganas que tiene todo el mundo de enseñarnos cosas.
Dicho lo cual, parece que al final “caemos en la trampa” de las nuevas corrientes líricas donde tiene más importancia el escenógrafo que los cantantes, porque todos hemos dedicado bastantes líneas al montaje. En fin, si no puedes con tu enemigo, únete a él.
Sí he de decir, y con esto acabo con respecto al montaje, que aun tratando de entenderlo, no sé por qué bostezaba Kunde-astronauta en el momento del despegue. Fíjense los que estén a tiempo a ver si a alguien se le ocurre. Ah, y también señalar, muy importante, que a mi modo de ver el ballet final sobraba: no aporta nada, es poco atractivo, le exige a Kunde a estar diez minutos en escena sentado en una butaca como un pasmarote y sobre todo rompe el brío que hubiera tenido la función de no haber existido.
En cuanto a las voces. Como ya dijo José Luis, Kunde es Kunde. Sin ser mozartiano, llena la escena y emociona. Qué lujo tenerle entre los fijos de Les Arts.
Monica Bacelli, una mezzo decepcionante; esperaba más. Creo que su personaje debería haber tenido más brillo y no fue así.
Los comprimarios, cumplieron pero muy justitos.
Y dejo para el final a Carmen Romeu y Lina Mendes.
Recordaba de comentarios de José Luis y Mandrika que Carmen Romeu había sido una grata sorpresa. Sin embargo, y lo comenté con Radamés y Manuel en el descanso, a mi (y a ellos) no me había gustado. Tal era mi confusión que miré varias veces el programa a ver si nos habíamos equivocado y Carmen era Lina. No fue así, en la segunda parte, y en especial en “
D´Oreste, d´Aiace” estuvo magnífica. Un miura en palabras de José Luis.
En cuanto a Lina Mendes, yo reconozco que de opera (que no de toros, que yo sé por qué lo digo) en este foro hay muchísima gente que sabe más que yo, y se ha dicho por voces más autorizadas que Lina Mendes simplemente cumplió. Pues bien, todos tienen un día redondo y yo creo que la soprano brasileña lo tuvo el jueves 28. Timbre agradable, potentes agudos, cantó con gusto, recorrido, y sobre todo, con emoción, que a mi es lo que más me importa en la ópera. Se lo dijo Radamés en el camerino, y acertó. Ah, y guapa y simpática.
El director, de la casa, un chico que dirigía por primera vez: José Ramón Martín. Le deseo muchos éxitos y le perdono su nerviosismo. No se le puede pedir más.
Coro magnífico. El coro de hombres cuando aparece Idomeneo, es electrizante. La orquesta va sola, estupenda.
Un placer haber asistido a esta representación en que entré cansado y salí exultante. Y otro placer encontrarme con Manuel y Radamés.
Dejo para otro momento, el debate sobre la Pepica
et altri. Quizá la próxima temporada con les Vespri.
D. José Luis, Sr. Mitchum, acuérdense de llamarnos para esa paella y si no descubrimos por qué bosteza ese astronauta, al menos disfrutaremos de los placeres de esta tierra y de una buena conversación.
Carpe diem, amigos.