Pensaba pegar la crónica en el hilo abierto por Rubini pero al tener fecha y no corresponderse a mi asistencia y siendo además una crónica en vivo, por naturaleza muy distinta, y estando prevista la asistencia de más foreros y la proyección en los cines, me aventuro a abrir un hilo nuevo. Si no es correcto, ruego se me diga y lo editaré colocándolo en el hilo existente.El mundo es de las pequeñas cosas, de los detalles y a veces de las coincidencias. Y con las óperas, como con tantas otras cosas, de tanto en tanto se da una conjunción planetaria, los astros se alinean como el 4 de agosto para Obama, Zapatero y mi suegra, y se juntan, se agrupan, varias de las mismas a nuestro alrededor.
Roberto Devereux, sin ser una rareza extrema, no es de las óperas más representadas del mundo mundial. Y se juntaron los Robertos Deveroes y hemos tenido el del Real con Devia, Kunde y Tró a la que no pude asistir, no sin pena por mi parte. Y hemos tenido el de Bilbao, con Pirozzi, Kunde y Tró, al que tampoco pude asistir. Y al más remoto, al del Met con Radvanovsky, Polenzani, Garanca y Kwiecien que me acerqué por fin y por casualidad.
A Kunde y a Tró que son casi de la familia por la cantidad de veces que los he visto últimamente, los aprecio. Y a Devia y Pirozzi , a quienes también he visto últimamente, las admiro. Pero no me negarán que el elenco del Met, a pesar de Polenzani y dirigido por el siempre estupendo Benini, es muy interesante.
Y como el mundo es de los detalles y de las casualidades, de nuevo en el Met, en la segunda vez que voy este año, me encuentro con la pareja de voces masculinas con las que ya me encontré en los pescadores de perlas, Polenzani y Kwiecien, que camino de ser pareja de hecho.
Siguiendo con las coincidencias también repito a
McVicar, tercera vez este año, estupendo en el Wozzeck de Chicago, horroroso en la Aida valenciana y sobrio pero aceptable en su última escenografía de la trilogía Tudor neoyorkina.
Es una escenografía estática basada en la dirección de actores. Se desarrolla por completo en una sala/escenario de teatro, en el Palacio de Nonsuch, inspirado en un teatro de finales del periodo Isabelino y principios del Jacobeo, con lámparas que se elevan, muro frontal que desliza y puertas que se abren como todo cambio de escena lo que le da un transcurrir un tanto estático. El coro se encuentra en los laterales, tanto sobre el escenario, como en la logia, actuando de espectadores de la función. Al acabar la obra los cantantes les saludan a ellos primero remarcando el tan manido teatro dentro del teatro. El vestuario es clásico y de época y el ambiente intenta ser opresivo y oscuro (aunque bien iluminado, que aprendan otros que confunden oscuro con que no se vea nada).
Obsérvese lo comentado.
Insisto en el estatismo de la puesta en escena, en una obra estática de por si ya que rara vez hay más de 2 personajes en escena. Pero la carga emocional es tan intensa que se suple por una interpretación soberbia de los cuatro protagonistas.
Bueno, Polenzani un poco blandito como es habitual en él. Elina y Mariusz están soberbios, a Elina casi la mata Mario en un viaje que le da en el tercer acto y tras el leñazo no sé cómo puede seguir cantando y tan bien.
Y el final (¡Que final escribió Gaetano!) de Sondra es sobrecogedor. La reina Isabel es una anciana que cojea, se mueve con un bastón (no en una araña) y el torrente de sentimientos por el que fluye está interpretado con pasión y sabiduría. Al final, con el efecto efectista de quitarse la peluca y con las notas excepcionales del enorme Donizetti, quien no se emocione es que no le gusta esto de la ópera.
En resumidas cuentas, escenografía sobria, con excelente dirección de actores y excelentes actores, que respeta las voces y la obra y eso, hoy en día, es mucho. Algún chirrido o vibración se nota con los movimientos de los elementos móviles.
Benini dirigió con tino y sabiduría. Es un magnífico concertador que conoce el paño como nadie y que sabe que es eso de la ópera y que son eso de las voces. Las cuida, las mima y las hace brillar, poniéndose en un segundo plano que le lleva al primero. Aún recuerdo como cogió una orquesta, la del Liceo, en su peor momento que sonaba como una charanga y la hizo sonar prodigiosamente en la Adriana Lecouvreur liceística de hace unos años. Pues si encima conduce un Ferrari como la orquesta metropolitana, que decir.
Desde los primeros acordes de la obertura, un ligerísimo susurro del God save the Queen que acaba con esplendor, hasta esos silencios meditados, dejando a la voz el lucimiento requerido, Don Maurizio estuvo muy bien, pero que muy bien.
Las cuatro voces principales estuvieron sobresalientes, y resaltaría a las dos voces secundarias (Mezzo y barítono).
Elina Garanca, bellísima, es una Mezzo como la copa de un pino. Tiene una voz con potencia y belleza, elegancia natural y línea de canto impecable. Terciopelo esmaltado, fraseo exquisito, buen gusto natural. Y enormes agudos. Grande su Sara.
Mariusz Kwiecien es un Duque de Nottingham muy bueno. Me parece que tenemos barítono. Su voz suena espléndida en sala, creo que mejor que en grabación, al menos así me lo pareció en los Pescadores de perlas. Llena el escenario y da sensación de control y dominio. Precioso su “Forse in quel cor”. Tremendo en su dúo del tercer acto con Sara/Elina. Tenemos barítono!?
Mattew Polenzani fue Roberto Devereux. Tengo que reconocer que me lo esperaba peor. Es blandito, vale. Hubiera preferido a alguien de más cuerpo, de más empaque, bien. Lloriquea en exceso con algún golpe de glotis fuera de estilo, si. Pero se mueve bien en las medias voces y en el canto bonito y su “Come uno spirto angélico” (enorme Donizetti) fue más que aceptable, aunque empeoró en la cabaletta siguiente “Bagnato il sen di lagrime”. No desentonó en toda la noche y eso es mucho.
Y vamos con Elisabetta,
Sondra Radvanovsky. Como explicarlo…. Es una excelsa cantante pero le falta el gusto y la elegancia de canto de una Gruberova, de una Devia y por supuesto de una Caballé. Va sacando el papel de forma notable, pero no sobresaliente. Demasiado peso cuando hay que aligerar, algún agudo forzadillo pero bien. Bien sus “L’amor su mi fe beata” y la cabaletta “ Ah! Ritorna qual ti spero”. Pero el genio de Donizetti, al que admiro sin reservas y es el gran maestro al que se niega el pan y la sal, que nos ha conducido por hermosos solos, grandes duetos y un coro soberbio, se marca un tercer acto como acostumbra, deslumbrante. Como en Lucia, como en Lucrezia, como en Stuarda, como en Bolena…Tercer acto tremendo en argumento y con música insuperable. Y llega Sondra al final del tercer acto….y nos mata a todos.
Excelente “Vivi, ingrato”. Mejor “Quel palco di sangue rosseggia” Actuación magistral, emoción a raudales, pianos, filados, susurros. Agudos penetrantes. Pasión desbocada. Y que interpretación!!!. La piel de gallina. Y termina con el Mib agudo muy corto, pero el teatro se rompe.
Y se acaba y te vas muy contento.
El público de Met como siempre, lo aplaude todo, todo, todo. Aplauden a Elina al salir a escena. Aplauden a Sondra al salir a escena. ¡Aplauden a Polenzani al salir a escena! Aunque al final es el menos aplaudido del cuarteto. No aplauden a Kwiecien al salir a escena porque ya están aplaudiendo el final del largo dúo de tenor y soprano.
Y al acabar se van corriendo, que en Nueva York siempre hay que tener prisa.
Ah! Muy buen coro y los coprimarios todos flojitos.
Y para acabar, como siempre voy mosqueteando y buscando detalles y haciendo fotos de cosejas, hice, entre otras, fotos de los cuadros expuestos de los fondos de la colección pictórica del Met. Voy a colgar dos que les harán ilusión a dos amigos del foro fácilmente identificables (o no, pero ellos saben quienes son).
Saludos