NICO escribió:
Me sorprende mucho la negativa recepción a una obra que efectivamente, no creo que vayamos a tener la oportunidad de verla de nuevo representada en Madrid en muchos años.
Muchos de los que acusan a diestro y siniestro de ser "sota caballo rey", les parece una birria esta obra. Y yo les pregunto: ¿es "Prohibición de Amar" un ejemplo de "sota caballo rey"?. Si lo que les gusta es la novedad, lo escaso: ¿no lo es precisamente esta obra?. Yo pensaba que a los interesados en destruir definitivamente "Rigoletto", "Tosca" y "La Traviata", les interesaba explotar repertorio inusual, rarezas, novedades,... ¿no lo es un título de Wagner que es precisamente eso: una rareza?.
O es que esto de ir contra la "sota caballo rey" no es más que un pretexto para llenar la cartelera de estrenos contemporáneos a los que van los familiares del coro y el de la guitarra? Porque aquello de repescar rarezas en tal lid, cuando llevan el apellido de Wagner, de Donizetti o hasta del mismo Puccini (qué opinarán cuando se proponga algun día Edgar o Le Villi) o hasta Verdi (lo mismo digo de Gerusalem o I Lombardi, títulos realmente infrecuentes)?
Empiezo a pensar que el "sota caballo rey" no es algo que vaya contra títulos concretos, si no es una guerra contra compositores concretos, y no solo eso, es una guerra contra épocas concretas (las más gloriosas y emblemáticas de la hisotoria de la lírica y las que implican colgar el "no hay entradas" sea el título que sea en donde sea, en vez de tener que regalarlas y aun así no llenar ni la mitad de los aforos). Expliquen un poco esto para tenerlo claro, por favor, y al ser posible dirigido al mundo real, por favor, es decir, donde el éxito es el éxito, y no el fracaso: gracias.
Lanza una reflexión muy interesante, que creo que conviene matizar. Evidentemente, yo (que sumo unos 200 títulos distintos vistos en teatro) prefiero un título infrecuente a otra Traviata mal cantada, otro Rigoletto mediocre u otro Elisir que no me mueva nada. Le digo más: estoy en un punto de mi vida en el que si hay un título raro que no he visto y puedo ir, sistemáticamente voy aunque solo sea porque no lo he visto. Quiero decir, si se llega a presentar en el Real con este mismo reparto
Die Meistersinger,
Parsifal u otra que ya hubiese visto en teatro, pues seguramente no hubiese ido. Pero como
La Prohibición de Amar nunca la había visto, pues fui.
Pero vamos un paso más allá: el concepto de ópera infrecuente, de ópera que se sale del sota-caballo-rey es muy amplio y matizable. Y aquí es donde no todo vale, evidentemente. Óperas infrecuentes son
Euryanthe u
Oberon de Weber, que me parecen obras maestras. Como lo es
Rusalka, como lo es
The Ghosts of Versailles, como lo es
Esclarmonde, como lo es
Il Viaggio a Reims, como lo es
Iris, como lo es
Las Golondrinas... y así podría seguir. Hay un puñado de óperas que nunca se programan, por lo que sea; pero que son partituras de peso innegable. Aquí no entran en juego ni compositores ni gustos. Pero luego, hay un puñado de óperas que nunca se programan sencillamente porque son menores, carentes de verdadero interés que justifique subirlas a escena más allá de la curiosidad. Y
La Prohibición de Amar está en este grupo. Le pongo algunos ejemplos: yo, en el seno del Festival Mozart, he visto
Zaïde y
La Finta Semplice, dos óperas con algún número suelto de interés, que uno puede ver una vez para decir "esta ya la he visto", pero que no tienen en ningún caso el interés global necesario como para que a la hora de decidir qué montar yo me decida por ellas, habiendo todo lo que hay.
Creo que el problema de
La Prohibición de Amar (una ópera que además requiere un amplio elenco) es precisamente ese: con todo lo que hay que podrían haber montado, incluso en títulos raros; no se entiende muy bien qué aporta montar esta obra, más allá de la curiosidad, del decir "la he visto, la tacho en lista". Pero, ahora bien, ¿cuánto público tiene la curiosidad necesaria para acumular títulos con frenesí? Porque esta obra va dirigida exclusivamente a ese público, yo creo.
Juan José de Sorozábal (por citar otra rareza que se ha visto en Madrid estos días) podrá gustar más o menos, pero
nadie solo cuatro escépticos podrá
(n) negar que tiene por ejemplo un valor musicológico con el que
La Prohibición de Amar no puede ni soñar si quiera remotamente.