Gracias por lo que escribes, angelparsifal, creo que podemos permitirnos el tuteo.
Sobre lo que escribes acerca de la versión en concierto de Cambreling, a la que no asistí, pienso que efectivamente una versión en concierto de una ópera puede ser una experiencia musical magnífica, yo mismo que tanto las deploro he tenido la suerte de vivir unas cuantas de esas experiencias magníficas. Sin la escena, parece en las ocasiones mejores como que la partitura recobre sus derechos sobre la imaginación del oyente, e imponga su propio ritmo y su propio dramatismo. Naturalmente todo depende de la calidad de la versión musical, de las obras (
Moses und Aron, por su naturaleza aparentemente estática, de obra cuasi religiosa, me parece que puede prestarse bien a la presentación en concierto), de que los intérpretes estén mínimamente liberados de la tiranía de atril y partitura, y de unas vestimentas más para estar guapísim@s que para significar mínimamente aquello que están cantando.
Todo esto para decir que, al final, a mí me sigue pareciendo que sin escena no tengo
the real thing.
El símbolo del animal sobre el escenario es muy potente. Nos sugiere muchas cosas. Lo irracional, lo monstruoso, lo primitivo, lo eterno. El minotauro quizá. El animal venerado frente a la máquina-serpiente. Hoy seguimos necesitando de ambos.