Vi anoche el vídeo de estas funciones.
Moses und Aron no es una obra fácil, de hecho requiere cierto esfuerzo de parte del espectador para disfrutarla plenamente. Pero se reconoce en ella una obra maestra. Lo cierto es que no sólo la música es electrizante y tensa, sino que el texto también tiene lo suyo. Se trata de un texto que aún se ve como actual para ser de 1932. Esa necesidad de un pueblo de creer en algo, y cómo cuando la gente que un Dios falla se pasan a otro. O esa presentación dual de Moisés el líder mistico, tocado, introvertido, inaccesible, estático, pesimista frente a un Aarón más humano, directo, cercano, dinámico y práctico. Dos hermanos que se necesitan aunque no se entiendan. Además la idea de creer en algo sin haberlo visto o presenciado, presentado como la herramienta perfecta para la represión en cuanto los ideales son intangibles pero necesarios ante el caos; casi que podríamos decir que se vuelve profética teniendo en cuenta el año de su composición. Tanto esfuerzo puede resultar agotador, lo reconozco. Pero merece la pena, porque la obra pasa de parecer aburrida a ser apasionante.
Por eso creo que una puesta en escena ayuda mucho para la comprensión de la obra. Y para la captación de su mensaje. De acuerdo, si se representa en concierto puede disfrutarse igualmente porque a primera vista parece estática; y así disfrutarse como una sinfonía, un oratorio, o si se quiere prestar más atención a la intensa parte musical. Y así pudimos disfrutar la memorable versión presentada en el Real hace 2 años, de la que dije que fue la mejor versión en los últimos años que se haya oído de esta composición.
Pero no estaría completo. Y eso lo descubrí anoche. La puesta en escena, con sus movimientos, con su acción necesaria nos hace fijarnos también en el texto. Y dejar sorprendido a más de uno. Lógico, estamos ante una ópera.
Romeo Castellucci se me ha revelado (porque nada había visto antes de él) como un gran director de escena. Una belleza el primer acto con esa cinta magnetofónica que representa un mensaje destinado a ser repetido y nada cuestionado, como queriendo revelar las potenciales connotaciones opresivas del mismo. Y ese primer acto en el que el coro se difumina con ese espacio blanco. Y el acto segundo con esa orgía de petróleo y muerte, presencia de un bóvido real en escena, esa humillación de Aarón para luego convertirse en el sumo sacerdote del nuevo ídolo, símbolo de la verdadera naturaleza salvaje del pueblo y más auténtica. De ahí que se elija a un semental bóvido para representar ese peligroso subconsciente colectivo. Y nada más diré porque en junio podré comprobar de primera mano, porque este vídeo es sólo una aproximación a lo que debe ser presenciar este montaje en vivo. En cualquier caso, un magnífico trabajo, por momentos más interesante y profundo que el recargado pero bellísimo de Nickler para Viena (y que íbamos a ver).
Los solistas muy buenos. Thomas Mayer se revela una vez más como un estupendo actor, aunque actualmente la sombra de Grundheber sea larga. Pero en el dúo final y particularmente en el breve recitado de Moisés con el que concluye la ópera está espléndido. y John Graham Hall cumple decentemente su cometido, pero la voz parece por momentos estar cansada, frente al enérgico y poderoso Andreas Conrad, que lo encarnó aquí hace dos años.
Y magnificos el coro y la orquesta bajo el estupendo Philippe Jordan.
Esta pequeña parrafada no pretende ser una crónica porque no he estado en París, para eso está la maravillosa, extensa, repleta de conocimientos y verdadera de nuestro Wanderer. Pero no podía estar sin comentar esta experiencia en la que aún pienso. Y más aún en estar de acuerdo con él en dos cosas:
- A la pregunta que le hice en cierto juego ¿Tcherniakov o Warlikowski?, su respuesta "Castellucci" cobra ahora todo su sentido para mí. Menudo trabajo
- Si se ensaya bien la orquesta no defraudará. Y el maestro Koenigs puede ser una garantía de ello dada su familiaridad con este repertorio. Y maestría, al parecer. Espero que el público la reciba bien y disfrute de ella. Lo deseo fervientemente, aunque no se de el lleno total. Pero ojalá se de esa concentración y devoción total que el sr. Wanderer ha descrito en París. Sí, el público de Madrid puede considerarse el elegido.