NABUCCO (Giuseppe Verdi). 17-18 Octubre 2015. Barcelona, Gran Teatre del Liceu. Ambrogio Maestri/Luca Salsi (Nabucodonosor), Martina Serafin/Tatiana Melnychenko (Abigaille), Vitaly Kowaliov/Enrico Iori (Zaccaria), Roberto di Biasio/Alejandro Roy (Ismaele), Marianna Pizzolato (Fenena), Alessandro Guerzoni (El gran sacerdote de Belo). Dirección musical: Daniel Oren. Dirección de escena: Daniele Abbado.
Que en unas representaciones de Nabucco lo más destacable sea el director musical y la notable prestación del coro (lo mismo ocurrió en alguno de los anteriores que había visto, como el de Roma con Muti) es una consecuencia más de estar en plena edad de hojalata del canto. Como sorprendente resulta, que aún no haya hilo abierto en este foro sobre el montaje en el teatro de más tradición de España de la obra que supuso el espaldarazo de partida de la trayectoria del mayor hombre de teatro de la historia de la música. Desde la temporada 1983-84 no se representaba escénicamente Nabucco en el Liceu, ya que la interpretación de 2006 hacía sido en forma de concierto.
Cierto es que nunca ha sido fácil encontrar intérpretes apropiados para papeles tan tremendamente dificultosos, pero también es verdad, que por el recinto de La Rambla han desfilado Cornell MacNeil, Angeles Gulín, Rita Orlandi Malaspina, Bonaldo Giaiotti, Ghena Dimitrova, Leo Nucci, Maria Guleghina y hasta un juvenil José Carreras como Ismaele.
Efectivamente,
Daniel Oren experto director de foso y con una solidísima trayectoria (especialmente en los teatros italiano), de más de 35 años ofreció una magnífica labor. Todo lo que debe tener esta obra maestra del Verdi temprano estuvo presente. El sentido del ritmo, siempre
incalzante, flamígero, la capacidad narrativa, el sostén y apoyo de la línea canora, los contrastes dinámicos, la incandescente y sostenida tensión teatral, todo ello fundamental en una partitura en la que no caben filosofías, intelectualidades ni profundos análisis. La orquesta muy motivada y en comunión con el Maestro (saludado y jaleado cariñosamente por los atriles en cada salida) respondió y alcanzó un nivel muy superior a lo habitual. Si vibrante resultó la obertura, impresionante la entrada de la cuerda, incisiva, pletórica de mordiente, en la introducción del genial cantabile de Abigaille "Io l'amava, il regno, il core". Perfectamente balanceado y con la debida progresión el concertante del acto primero, así como el genial "S'apprestan gli instanti" con una espectacular ripresa con la entrada del coro. Además, como guinda, el Maestro Oren regala un momento mágico con el famoso y no por ello menos sublime, coro "Va pensiero". Emocionantísimo, (no se oye una mosca en la sala) y con una masa coral en estado de gracia provocó el delirio en el público, bisándose la pieza los dos días en la más pura tradición de la Arena de Verona. Público no habitual vibró con la pieza y su repetición en un teatro lleno a rebosar en ambas funciones.
Agradabilísima e intersantísima la conversación que tuve la oportunidad de mantener con el Maestro Oren en su camerino junto a unos amigos. Lamentó cómo están las cosas hoy día. Que propone óperas veristas, particularmente Fedora, y le ponen mala cara en los teatros. Con Puccini también fruncen el ceño, al igual que con el Bel canto. De Verdi admiten las tres o cuatro que consideran "de nivel". A uno le satisface que un director musical de esta trayectoria y conocimiento del repertorio, comparta la preocupación que muchos albergamos por la creciente estulticia filosnobista que reina en tantos cotarros operísticos actuales. Manifestó que vendrá a Madrid a dirigir La Favorita y Lucia. Me alegro que la estupenda ópera de Donizetti que inauguró el Teatro Real, vuelva a su escenario.
Con el papel de Abigaille, Verdi da una vuelta de tuerca al camino ya emprendido por Bellini y Donizetti con roles como Norma, Elisabetta del Roberto Devereux, Anna Bolena, Maria di Rudenz, Imogene... y acaba definitivamente con el tipo vocal
soprano angelicato. El temible papel se basa en una tesitura inclemente, una línea de canto cortante plena de saltos interválicos, agilità di forza, y una expresión predominantemente fiera,
sanguinosa, violenta, con unos acentos que se emparentan a los genuinos masculinos y viriles. Además de una exigente extensión, debe poseer una potencia vocal, una robustez, color, timbratura y proyección con la que poder imponerse en los concertantes y a una orquestación crispada, forte, enérgica. Mi admirada
Martina Serafin se encuentra totalmente excedida por el papel. Los graves inaudibles, los agudos forzadísimos, abiertos, cercanos al grito. La soprano, siempre majestuosa y
piena ni fascino sobre el escenario sufre con la escritura, no se encuentra cómoda en ningún momento y apenas puede mostrar su clase en el cantabile "Anch'io dischiuso un giorno" (un ejemplo de la capacidad que también demostró Verdi en toda su carrera para modular con delicadeza la íntima expresión femenina) y, sobre todo, en la escena final "Su me... morente... esanime" en la que, intensa y entregada, demostró sus dotes interpretativas. Si sufre ella, también yo al ver a una cantante apreciable fuera de papel. A mí me gustaría verla como Tosca, Mariscala, Arabella, Maddalena de Coigny, Francesca da Rimini, Fedora... pero no, vuelve la próxima temporada con Lady Macbeth
Tatiana Melnychenko, Abigaille en la función de ayer Domingo, cuenta, en principio, con un material más adecuado para el papel, con anchura, robustez y decibelios, pero es difícil imaginar un canto más innoble, más descuidado, desaliñado. monocorde, a la par que pleno de desafinaciones. Un rosario de sonidos, ora calantes, ora vicino al tono... me quedo con la escena final de Serafin antes que todo este despropósito
La amplia y exigente línea Verdiana, de tesitura cada vez más onerosa, sin abandonar aún en esta época los elementos belcantistas, pone en total evidencia a
Ambrogio Maestri que cosecha un naufragio en toda regla. Desimpostado, con el pasaje sin resolver, sin una nota sul fiato, con un timbre desvaído y sin expansión alguna, nos ofrece una colección de sonidos estrangulados, guturales, apretados, mortecinos... Ha fundamentado su carrera en el Falstaff, un papel con una escritura distinta, con predominancia del declamato y apoyado en la panza y su imponente presencia escénica ha logrado destacar en él. Superior
Luca Salsi en el otro reparto. Se nota su trabajo con Muti en el papel en materia de expresión y acentos, pero el legato no es de factura, los agudos esforzados, sin liberar y el timbre no destaca ni por belleza ni por nobleza.
En fin,
Vitaly Kowaliov despachó su Zaccaria con su habitual y aburridísima corrección. En todo caso, un Ghiaurov al lado del inadmisible Enrico Iori que padecimos ayer. No se me alcanza a comprender bajo que tejemanejes o procedimientos este señor puede subirse a un escenario, no ya de la categoría del Liceo, sino en cualquiera, incluido unas tablas en el patio de su comunidad de vecinos. Ayer fue protestado y recibió un grito de "Zaccaria vergogna!!!".
De Roberto Di Biasio y Alejandro Roy, los dos Ismaeles, cabe destacar el grato timbre que corre bien por el escenario, por encima de lo poco depurado de sus modos canoros. Marianna Pizzolato mostró en su Fenena su habitual fiabilidad.
Lo siento, pero la producción que ya ví en Londres con Domingo, sólo me estimula para decir que no estorba y al menos, los artistas cantan delante. Insisto, lo siento por los que les molesta que se diga esto, pero no encuentro otra cosa en el montaje del hermano de Claudio Abbado.