Written on Skin - George Benjamin - 11 y 13 de agosto de 2015 - David H. Koch Theater Mahler Chamber Orchestra - Alan Gilbert - Katie Mitchell Christopher Purves (The Protector) - Barbara Hannigan (Agnès) - Tim Mead (Angel 1/The Boy) - Victoria Simmonds (Angel 2/Marie) - Robert Murray (Angel 3/John)
Into the Little Hill - George Benjamin - 16 de agosto de 2015 - Alice Tully Hall International Contemporary Ensemble - George Benjamin Hila Plitmann (soprano) - Susan Bickley (mezzo-soprano)
Hace 11 años, en el verano de 2004, me enchufé a un concierto de los Proms para oír “Des canyons aux étoiles...” de Olivier Messiaen cuando en la primera parte del concierto me quedé de piedra con una composición en dos partes de la persona que dirigía la orquesta. Eran los “Palimpsest I y II” de George Benjamin, obras que te ganaban por un universo sonoro donde dinámicas, timbres y texturas te envolvían y te llevaban en volandas a un mundo onírico dentro de un lenguaje musical actual y a la vez familiar. El éxito fue arrollador. El compositor de 44 años había sido alumno de piano de Yvonne Loriod y de composición de Olivier Messiaen, y posteriormente Pierre Boulez había ejercido un poco de mentor.
El año siguiente fue el segundo músico objeto de las “cartas blancas” de la Orquesta Nacional de España donde pudimos comprobar su altísimo nivel con varios de sus clásicos como “Ringed by the Flat Horizon”, “Sometimes voices”, los anteriormente mencionados “Palimpsest”, “Viola, viola” o “At first light”. Recuerdo que en un encuentro con él que hubo en la Residencia de Estudiantes le pregunté cómo se sentía siendo un compositor de éxito en el SXXI donde no mucha gente podía presumir de ser ovacionado por más de 4000 personas en el Royal Albert Hall y que además al día siguiente la crítica también corroborara el éxito. No le daba importancia pero sí tenía claro que tenía que estar siempre en el filo de la navaja para no renunciar al nivel musical con un lenguaje propio profundamente actual, pero dentro de parámetros que el público aceptara.
En varios de los artículos del libro que se editó para aquel evento, ya comentaba que quería componer ópera desde que era joven, pero que por h o por b, no lo había hecho hasta ese momento en que estaba en fase de componer la que iba a ser su primera ópera a estrenar el otoño siguiente en París. La historia posterior es bien conocida. A esa primera ópera, “Into the little hill”, siguió en 2012 su obra maestra “Written on skin”, encargada y coproducida por el Covent Garden, la Opera de Amsterdam, el Capitole de Toulouse y el Festival de Aix-en-Provence donde se estrenó. En solo 3 años ha conseguido cotas que no se veían desde la primera mitad del siglo pasado. Interpretaciones en más de 10 ciudades y ya 4 producciones distintas. La original de Katie Mitchell vista además de en los 4 teatros coproductores en Paris, Florencia, Viena y Munich, la de Magdolna Parditka y Alexandra Szemerédy para el Festival Beethoven de Bonn, la de Kay Metzger interpretada en Estocolmo y Detmold, y la reciente de Nicola Raab para St Gallen.
En esta lista de países y ciudades llama la atención la ausencia de España y Estados Unidos. España porque siendo un músico no habitual pero sí conocido en nuestras salas de conciertos y habiendo querido estar el Teatro Real durante la época de Mortier en la vanguardia operística europea, hayamos dejado escapar esta joya más aún después de haber hecho lo mismo con “La Pasajera” de Mieczysław Weinberg, ésta incluso con más delito ya que éramos coproductores con el Festival de Bregenz. Parece que el tema se va a subsanar porque ya está programada para la próxima temporada tanto en el Real como en el Liceo, aunque duele pensar que va a ser solamente en versión de concierto. Estados Unidos porque siendo el país donde más óperas se estrenan también llama la atención que hasta la semana pasada, “Written on skin” solo se había estrenado en versión de concierto en el Festival de Tangelwood de 2013, pero aún no había sido escenificada. Esta semana “The New Yorker” comentaba que el MET es reticente a traer obras de otras compañías por lo que el Festival “Mostly Mozart” del Lincoln Center junto a la Orquesta Filarmónica de Nueva York se han juntado para cubrir este vacío. El Festival nombrando a George Benjamin compositor en residencia de esta edición, y la orquesta aportando a su director titular Alan Gilbert para dirigir las funciones que contaban con el interés añadido de dar a conocer en versión de concierto también su primera ópera “Into the little hill”. El único pero ha sido que ésta se ha dado ayer domingo 16 al acabar las 3 funciones del “Written on skin” y aunque es un trabajo bastante estimable no llega ni con mucho al nivel de la segunda. Hubiera sido preferible haberla dado antes, aunque me imagino que por un tema de fechas de Pierre-Laurent Aimard quien participaba como pianistas en la otra parte del programa (”Oiseaux Exotiques” de Messiaen y el Concierto para piano de Gyorgy Ligeti) no ha sido posible.
En “Into the little hill”, obra basada en “el flautista de Hamelin” y compuesta en 6 meses en 2006 para un conjunto de 15 instrumentistas, ya se vislumbran muchas de las virtudes de “Written on skin”. Claridad de texturas, mucho color, tratamiento exquisito de la voz aunque exprimiéndola al máximo y claridad del texto. Todo se debe escuchar nítidamente para poder seguir la trama. Destacan las escenas inicial y final y varios de los interludios. El problema es que son solo dos cantantes, una soprano y una mezzo y cada una de ellas hace 4 papeles lo que es un poco confuso. La soprano Hila Plitmann con una voz de centro justito no puede con ninguna de los diabólicos saltos de la partitura y llega como puede al final. Algo más de enjundia la voz un poco “cazallera” de la mezzo Susan Bickley, habitual de teatros ingleses y alemanes, a quien ya vimos en Madrid en la “carta blanca” de 2005 comentada arriba y que se entrega de principio a fin.
Con “Written on skin” alcanzamos otro nivel musical. Anthony Tommasini ha comentado estos días en el New York Times que “en momentos en que tantas óperas nuevas, especialmente de compositores americanos, tratan de complacer al público con obras tibias y accesibles, George Benjamin nos desafía con armonías densas, líneas complejas y acordes ácidos, pero en todo momento con un cuidado exquisito del detalle, y con una búsqueda permanente de la belleza”. No puedo estar más de acuerdo. La obra es cuasi perfecta. No hay repeticiones ni complejidades sin sentido. No le sobra una nota. Yo tuve la misma sensación que cuando oyes obras de Sofia Gubaidulina. Vas escuchando por momentos a Bach, a Mozart, a Wagner, o a Mahler. Luego a todo el SXX. Te acuerdas continuamente del “Anillo del Nibelungo” por el recurso expresivo de contar y repetir la historia las veces que haga falta para que en todo momento sepas donde estás.
Es primordial el tratamiento vocal. Un parlato casi continuo en el caso de “El protector” donde Christopher Purves con su voz de barítono lírico con un centro interesante, está muy bien mostrándose rudo y autoritario sí, pero también tierno sobre todo en las primeras escenas con “the boy”. Declama con una precisión exquisita pero sufre y mucho en los saltos a la zona aguda donde sencillamente no puede. El martes el sonido se le estranguló y aunque el jueves sí llegó el sonido fue pobre, afalsetado y sin proyección. En cualquier cosa compone un personaje arrollador.
Aunque si hay alguien a quien el calificativo de arrollador le va como anillo al dedo es a Barbara Hannigan. Tras su imponente Lulu de La Monnaie, vuelve con otro personaje a su medida. Cuando está en el escenario, no ojos ni oídos más que para ella. Benjamin le prepara una prueba bastante más compleja que a Purves. Al principio de la obra, Agnès tiene 14 años, no sabe leer y es “propiedad de su protector/marido”. Agnès crece y crece. Las notas son más altas, las frases más largas y la expresión es mayor. El desarrollo va de la nada al todo. Al final se suicida antes de que su marido la mate tras comerse el corazón de su amante y después de echarle en cara a éste que no le haya confesado al primero su infidelidad y de pedirle/exigirle que en el libro dibuje dicha escena de tal manera que le entre a su marido como una aguja por el ojo. La evolución del personaje es brutal. Un regalo para una actriz-cantante que conjuga los momentos de sensualidad y luminosidad con los de fiereza y desesperación. La emisión cristalina, manteniendo las notas hasta el infinito y subiendo al agudo con una facilidad pasmosa, llega a rivalizar en claridad con The Boy, o en fiereza con The Protector. Un animal escénico que solo nos daría que hablar si abandonara este tipo de repertorio, cosa que por lo que comentó tras la función no piensa hacer. Nos quedará la duda.
La voz de contratenor me suele repeler bastante, pero confieso que si se utilizara siempre como aquí me lo tendría que replantear. El personaje del Boy/el 1er Angel es el personaje de la luz en una obra que su autor dice expresamente que es la ópera de la luz. No es actor principal de la trama entre los 2 esposos, pero es el catalizador de sus cambios. Su aparición marca el principio del fin de la vida “atada y bien atada” del matrimonio. La voz luminosa de Tim Mead tiene un timbre atractivo y es expresiva. Domina su parte aunque a mí personalmente al final me cansa el papel. Correctos tanto la mezzo Victoria Simmons como Marie/Ángel 2 y el tenor Robert Murray como John/Ángel 3.
No me extenderé sobre la excelente dirección escénica de Katie Mitchell quién no estuvo en Nueva York, ya bien conocida por la retransmisión televisiva desde Aix-en-Provence y el DVD del Covent Garden. Sin embargo sí hay que hacerlo sobre la musical. Tuvimos la suerte de tener en el foso a la Mahler Chamber Orchestra, quienes la estrenaron hace 3 años con su acostumbrado nivel de virtuosismo (un amigo me comenta jocosamente que se dice que si alguno falla una nota lo despiden), y que tanto el martes 11 como sobre todo el jueves 13 estuvieron sublimes. Alan Gilbert extrae hasta el último gramo de música de una partitura ya de por sí compleja. Belleza orquestal, tensión extrema en los interludios y en las escenas del asesinato del Boy y de la escena en que Agnès come el corazón del Boy, texturas, dinámicas. En fin, una dirección de muchos quilates. Difícil imaginar algo mejor. En el coloquio posterior, George Benjamin resaltó que la dirección musical de Alan Gilbert era la mejor que había oído (yo soy un compositor que dirige. Alan es el mejor director posible para esta obra) y que le había hecho ver cosas que él personalmente había compuesto pero “no lo sabía”.
Un último apunte. Tanto el martes 11 como el jueves 13 en el mismo escenario hubo un coloquio posterior a la representación. El 11 estuvieron Alan Gilbert y George Benjamin. El 13 el compositor junto a los 3 cantantes principales. Gilbert comentó que es la ópera con mejor tratamiento vocal que conoce de los últimos 30 años. Tanto Purves como Hannigan resaltan que la obra es un trabajo en equipo de principio a fin. Ellos acompañan a Benjamin desde el principio. Éste fue exprimiendo las posibilidades de sus voces. Cuando terminaron la partitura estaba acabada. No hubo que cambiar ni una nota. Se sintieron bajo “la protección” de Benjamin ya que los ensayos con orquesta no empezaron hasta 2 semanas antes del estreno. Notas que en que ellos creían que no se oirían cuando ensayaban con piano, Benjamin les decía que tranquilos, que no habría problemas con el instrumento concreto que tocara. Un excelente colofón a un par de tardes de ópera-ópera. De esos que recordaremos dentro de mucho tiempo.
_________________ Todo esta en la partitura salvo lo esencial. Gustav Mahler
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