(se me olvidaba):
Teatro Real (Madrid). 3 de Julio de 2015: Goyescas (Enrique Granados) Rosario: María Bayo / Fernando: Andeka Gorrotxategi / Pepa: Ana Ibarra / Paquiro: César San Martín. Orquesta y Coro Titulares del Teatro Real: Dirección musical: Guillermo García Calvo. Recital Plácido Domingo Gianni Schicchi (Giacomo Puccini) Nicola Alaimo / Lauretta: Maite Alberola / Zita: Elena Zilio / Rinuccio: Albert Casals / Gherardo: Vicente Ombuena / Betto di Signa : Bruno Praticò / Nella : Eliana Bayón / Marco: Luis Cansino / La Ciesca : María José Suárez / Maestro Spinelloccio : Francisco Santiago / Ser Amantio di Nicolao : Tomeu Bibiloni / Pinellino: Francisco Crespo / Simone: Valeriano Lanchas. Orquesta Titular del Teatro Real. Dirección musical: Giuliano Carella. Dirección de escena: Woody Allen.
Sesión doble, o al final, triple en el Teatro Real. En “Goyescas” aparecen apuntes, melodías, destellos de calidad como los dos últimos interludios orquestales, de cierto aire wagneriano; por lo demás es una obra bastante plúmbea con un texto mejorable y una trama poco teatral. Queda pues en manos de un buen elenco solista el posible zumo lírico; no fue el caso. Salvan los muebles del Real su buen coro, y quizás Ana Ibarra como “Pepa”. Las de César San Martín y Andeka Gorrotxategi son prestaciones vocales muy frágiles y, nada agraciadas de color. La protagonista “Rosario” fue encarnada por María Bayo quien ya parece haber dicho hace tiempo todo lo que tenía que decir en el mundo lírico. Ahora ofrece un canto desordenado, uso tosco del portamento, pronunciaciones que producen hasta dentera (“uamuore” para decir “amor” o “uojuos” en vez de o para decir “ojos”), notas desafinadas, nula línea, etc. Vemos complicado un repunte para la navarra. A continuación Plácido Domingo sale a escena para ofrecer tres números líricos en deferencia al público madrileño que le esperaba ver como “Gianni Schicchi” pero el gran tenor no estaba con ánimos para afrontar un role bufo en días tristes para tras perder a su hermana recientemente. Pocos o diría que ningún artista (no ya cantante, artista en todos los ámbitos) pueden tener un gesto tan magno, cuando lo lógico es cancelar y punto. Pero Plácido siempre trabajó, y vivió por y para el público y por y para la música. Con ese mini recital que añade no ya en una función suelta, si no en todas las programadas, vuelve a dar una lección a propios y extraños de grandeza, de excelencia de profesión y arte: así es como está escribiendo su carrera, esas son sus armas: amor al público y a la profesión. Ahora es cuando sus enemigos añadirían, con ignorancia supina, algo tipo: “y al dinero” o similares topicazos más propios del garrulo de la España más profunda que de alguien con un pelo de criterio, sensibilidad y amor al arte y a sus grandes intérpretes. El mini concierto en sí deja, como en los últimos años, notas, frases, destellos, perlas sonoras muy sueltas, con lo que queda de su esmalte canoro, cuidado: aún ¡esmalte juvenil!. Cantó dos arias baritoniles (de “Chenier” y “Macbeth”) y el duo completo de “Traviata” de “Germont” y “Violetta” junto a Maite Alberola, que es donde dejó sus mejores portes. Entre esas tres intervenciones, dos de los intérpretes varones del inminente cast del “Schicchi” dieron descanso a Plácido… mejor que lo hubiera hecho la orquesta con un par de preludios… Ante la insistencia del respetable añadió el “Por el amor de una mujer que adoro” de la “Luisa Fernanda” en la que quiso echar el resto. Me fascina que siga queriendo trabajar y siga poniendo en pie a los aforos de los mejores recintos líricos del mundo. Que dure mucho. La ópera escenificada, ideada por nada más y nada menos que Woody Allen, era la magistral comedia de Puccini, “Gianni Schicchi”, una interesante producción importada a Los Ángeles que nos hizo pensar en el mundo de Botero, por los actores varones contratados. Impresiona más el nombre propio de quien firma la escena que esta en sí; estamos ante un trabajo discreto, da buen juego la alternativa final con la arenga final del protagonista, personajes retratados de forma elemental pero no necesariamente previsible, como el de “Lauretta” a la que hemos notado algo más pendona de lo normal. Terminas con muy sabor de boca, pesa mucho estar ante la comedia más significativa del período verista. Hay importantes diferencias dentro del largo reparto de la corta ópera; ellos oscuros, ellas brillantes. De Nicola Alaimo, “Shicchi”, podemos agradecer su acento bufo, canoramente, poco. El tenor Albert Casals hace un “Rinuccio” refinado e irreprochable técnicamente pero de insuficiente pegada, en especial en su preciosa aria casi oda a Florencia. Burno Praticó traduce un “Betto” excesivo, Valeriano Lanchas no exprime a “Simone”, y a Vicente Ombuena ya le queda grande hasta un “Gherardo”. Me gustó mucho más el desempeño del equipo de la notaría, el del médico y el del niño como fan de “Gianni”. Genial la “Zita” de Elena Zillio, la “Nella” de Eliana Bayón, y María José Suarez como “La Ciesca”, que bordaron su terceto mientras disfrazan al fallido impostor, el mejor momento musical de la variada velada lírica. Maite Alberola también aprovecha la “Lauretta” para lucir su destacable calidad vocal. Giuliano Carella no permite que se les vaya la mano a los profesores de la orquesta titular mediante una dirección convencional, sin aristas a subrayar, se echa de menos un matiz adicional, espíritu cómico adicional. Saludos cordiales, NICO
_________________ Harmoniously, NICO
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