Yo acudí al estreno con bastantes ganas, algo aminoradas por el suplicio infernal al que hace alusión el bueno de "Er Chichas" en la ópera de Puccini. La verdad es que la sensación generalizada de extrañeza ante la forma de presentar estos tres espectáculos se mantuvo hasta los primeros compases de
Gianni Schicchi.
Me hace gracia cuando cierto sector del público pone el grito en el cielo, porque en las versiones de concierto la orquesta nunca está en el foso, obligando a los cantantes a forzar el sonido. Con
Goyescas se bajó, manteniendo en escena un coro del que nadie habla, porque la obra es un ¿coñazo? (
). Un coro bien empastado, dúctil, acertadísimo en la sección masculina (esos tenores que cada día cantan mejor) y con una destacada actuación de las sopranos. Como obra, Granados desarrolla una paleta sonora que en otras condiciones y con escena- ese final en el que el tenor es derrotado en duelo y muere, queda muy cojo- hubiera obtenido mejores resultados. Pese a ello,
Guillermo García Calvo, ese señor que hace carrera en Viena porque aquí no le ajuntamos, supo domeñar la orquesta y brindó momentos de enorme belleza, como ese interludio, o el cuarteto protagonista, que bien puede recordar, por escritura y armonía, el de
La Bohéme. Ay, el Gran Alquilador, por qué nos traerá gente española en vez de haber traído a Currentzis (modo ironía ON).
De los cantantes, me gustó especialmente el timbre sedoso de
Ana Ibarra en su nueva faceta como mezzo, que ya viene dando alegrías desde un importante dúo de
Carmen en el Teatro de la Zarzuela, y el oficio del tenor catalán
Albert Casals, que pese a ser el cantante de mejor proyección de la terna, con una arietta de tesitura muy central- como la inmensa mayoría de la partitura!- repleta de tresillos, apenas se menciona. De Gorrotxategui y María Bayo, mejor no hablamos.
Huelga decir que, una vez terminada la primera ópera, salió un tal
PláciMingo, que a sus setentaytantos, sacó más voz que todo el primer reparto. Algunos hasta le aplaudimos. Beh.
Lo de sacar al escenario a
Praticó y
Cansino solo se entiende si lo que querían era hacernos sonrojar. Puestos a elegir, podrían haber sacado a
Tomeu Bibiloni, un joven barítono que ya debería estar haciendo cosas de enjundia. El aria del Don Quijote massenetiano lo borda. O a
Valeriano Lanchas.
Del
Schicchi saco mejores sensaciones. Pese a todo,
Nicola Alaimo defendió el rol con muchísima más calidad que en el
Don Pasquale que le hizo debutar en el Real hace dos temporadas. La voz fluyó más fácil, y no cayó en la socarranería habitual de los que se enfrentan a este personaje.
Maite Alberola se reafirmó como una intérprete delicada, y bordó un aria escuchada hasta la extenuación en todo Concurso de canto que se precie. Ahm. Tendremos que volar a Génova si queremos oirla en cometidos mayores (El gran alquilador!!!). El tenor
Albert Casals no pudo dejar mejores sensaciones. Pese a perjudicarle un volumen algo excesivo en ciertos momentos del aria, la proyección es envidiable desde
povero Zio. Los ascensos inclementes del más inclemente aria volaron hasta la tribuna del 4º piso de forma inmediata. Además, la dicción fue de las pocas que se cazaba al vuelo. Interesantísimo ese plantel de secundarios de lujo, en su mayoría españoles (esos que faltaban las últimas cinco temporadas, porque cantaban "Puccini como Verdi"
). Desde la descacharrante y enorme profesionalidad de
Maria José Suárez, hasta
Tomeu Bibiloni o
Vicente Ombuena. Estupendas
Elena Zilio y
Eliana Bayón.
Giuliano Carella mantuvo un equilibrio durante la escasa hora que duró la función y
Woody, al margen de la ocurrencia final de ir acuchillando barítonos (eso está muy feo...) no me hizo
inorridire como en tantas otras ocasiones.
Supongo que después de todo tendremos que hizar una bandera que reze, "Matasbosch Dimisión" para que no se nos olvide el daño que está haciendo a la lírica española (modo ironía ON ON ON).
Amén.