Por cierto: la explicación de Haenchen sobre la sustitución de la obertura Leonore en Fidelio (ese cambio sí que le ha salido de los "güevos" al alemán), más que apocalíptica --como decía José Luis-- es sicalíptica (y si me apuran, hasta epiléptica...).

A mí no me parece mal la idea de la quinta. Lo que no tiene sentido es la explicación.

La verdad esperaba mejores críticas de Haenchen. En Lohengrin me gustó mucho y el recuerdo que tengo es que la orquesta sonó espectacular. Espero que con las funciones vaya mejorando, yo tendré que esperar al 14 para verlo o mejor dicho oírlo.

Que a pesar de sus limitaciones como el agudo, que el sr. König no ha hecho una interpretación deleznable, sino entregada hasta donde pudo llegar.

Hombre, deleznable no, pero sí mediocre, aburrido, sin ningún interés. No puede con las frases del allegro de su gran escena, la emisión es gutural, desigual y dura, el timbre anodino, el canto deslabazado, el fraseo de aficionado...

Estuve ayer y el gris plomo es el color que mejor califica la interpretación de este Fidelio. Haenchen realiza la labor más mediocre de las que ha abordado en el Real y muy, muy, muy lejos de la Lady Macbeth de Shostakovich que ha sido su cumbre. Pobre prestación de la orquesta (algo remontó en el acto segundo, siendo el momento en que mejor sonó la interpretación de los fragmentos de la quinta sinfonía), falta de pulimiento, del mínimo refinamiento, de transparencia, de claridad en las texturas. Competente, digna, con oficio, pero plana, sin contrastes ni tensión la batuta. Ni hubo magia en el canon, ni en el coro de los prisioneros ni en el sublime concertante final. Gris, muy gris, pobre, el reparto con voces sin calidad ni penetración tímbrica, intérpretes vulgares, insustanciales, aburridos. Apenas destaca Pieczonka. Sin presencia sonora, sin proyección, deshilachada, al comienzo, va a más durante la función y a pesar de un registro agudo apuradísimo, es la única que cuenta con un timbre apreciable y una clase en su fraseo, siempre aquilatado. Aún así y como aprecié en su Crisotemis del pasado año en La Scala encuentro un bajón en esta soprano respecto a la Ariadne que le ví en el Liceo hace 13 años. Ha perdido volumen, redondez, anchura y brillo. No sé si tendrá que ver que cada vez esta más delgada. Held, grigio y monocorde, con tics de malo de telenovela. Selig, aceptable, dentro de su acusada decadencia. EL Jaquino inaudible. La Fritsch, prácticamente igual y con un timbre y canto anónimos donde los haya. Desapareció su minifalda de la Fiordiligii de Haneke y se acabó su espejismo del pasado año. Buen material el de Juric, pero poco flexible y sin ese empaque y autoridad moral que debe tener Don Fernando.

Quizás deberían olvidarse de la tramoya e interpretar una quinta completa. Y alguna otra (iba a decir la novena, pero con König enrolado mejor me callo).

Lo del concertante final me apena. Pocos momentos en ópera pueden animarle a uno más la existencia.

¿Y König, Tunner, que le pareció König...?

Acudí ayer domingo al Fidelio. Yo y mis hijos salimos satisfechos del teatro...

A grandes rasgos, coincido con las apreciaciones que hace angelparsifal en su detallabda y excelente crónica que abre este hilo, si bien me parece que yo le otorgo una valoración ligeramente más alta a la función en su conjunto (probablemente porque esté todo más rodado).

La puesta en escena de Pier'Alli es algo plúmbea, pero al fin y al cabo la ópera está ambientada en un cárcel... Me pareció muy logrado el decorado del primer cuadro del acto segundo (la celda de Florestan), y las proyecciones eran poco intrusivas. O las han cambiado, o no eran de un campo de concentración al inicio del segundo acto, como nos informó Gruberoviano: eran prisioneros vestidos de la misma forma que los del coro en el acto anterior. En cualquier caso, sí pareció todo algo convencional y ¿vetusto?; el cuadro final me trajo a la memoria las fotografías de tantos y tantos montajes de esta ópera en los años 60 que hemos visto en libros...

La orquesta discreta, pero tampoco mal, con problemas sobre todo en los metales (las trompas). Pero Haenchen le imprimió un buen momentum a la obra, y a mí al menos se me pasó volando... El coro cumplió bien con su cometido (tan importante en esta obra).

La inserción de los dos movimientos de la Quinta sinfonía me pareció convincente, y se crea un arco musical muy elocuente desde el O namenlose Freude hasta el final. Un experimento interesante (y como creo ya se ha apuntado antes, en estos movimientos insertados la orquesta estuvo mejor).

Vocalmente, he de decir que todo estuvo a un nivel como mínimo correcto. König cumplió con su cometido (creo que Florestan es un papel ingrato donde los haya para un tenor), Pieczonka tuvo momentos muy logrados, y de alguna forma me recordó a una joven Gwyneth Jones; esto lo digo como un elogio y como una crítica. Muy entregada, muy musical, buena actriz, pero con voz temblante y a veces difícil de controlar (y, claro, con menos caudal que la galesa). Alan Held algo unidimensional y plano como Pizarro, y Ed Lyon como Jacquino abordó su papel con soltura. Sí me parecieron soberbios, de muy alto nivel, la Marzelline de Anett Fritsch (voz pequeña pero expresiva y que corre muy bien--ideal para el papel--, además de pizpireta actriz) y el entrañable Rocco de Selig, cantado a la perfección y muy musical.

Como dije al principio, salí satisfecho del teatro, y pasé una buena tarde de ópera. La sensación era que le resto del teatro también disfrutó, pues los aplausos fueron cálidos para todos los intérpretes. Y sí, Fidelio está llena de joyas musicales (¡qué momento tan bello es el cuarteto del primer acto!), y en esta función se apreciaron...

Saludos,

Fidelio correcto, nada que se pueda decir malo-remalo, pero una representación SOSA como ella sola. Sin sangre.

La orquesta sólo cogió fuelle con la 5ª sinfonía. Joé, para eso que la pongan al principio en vez de la obertura y salimos todos ganando.
Me explicaron el motivo de dicha inclusión: al parecer Beethoven dejó indicadas una serie de obras que podían ser intercaladas en el segundo acto, y entre ellas estaban estos movimientos de la 5ª. Si no es cierto pido disculpas, no tenía ni la más mínima idea y sigo sin creérmelo mucho.

Respecto a los cantantes, notable Pieczonka, aunque no brilló en su aria del primer acto lo suficiente. Muy bueno el Rocco de Selig. Bien también Anett Fritsch, creciéndose a medida que avanzaba la ópera. Estos tres intérpretes salvan la velada en lo vocal. Correcto Juric como Don Ferrando, reguleras Alan Held como Don Pizarro e insuficiente Lyon de Jacquino. Michael König... chungo, manteniendo el tipo a duras penas y haciéndonos pasar esa sensación de aaaaay, que la va a cagar en cualquier momento. ¿Mal? No. ¿Bien? Pues tampoco. Eso mismo, chungo.
El coro bastante bien, lucido.

La producción, que me habían puesto como espectacular... je.
Cójase un modelo de 3dsMax y hágase un movimiento de cámara. Punto. Mi churri y yo lo hacíamos con el pc de casa hace 10 años.
Lograda, eso sí, la mazmorra de Florestan. El resto, escenario vacío (o casi) del tipo "me vale para cualquier ópera".

Bastantes aplausos a la finalización, sobre todo a Pieczonka y a la orquesta.
Yo me quedé... regulín regulán.

Función de ayer domingo. Yo estoy entre los que ven el vaso más bien lleno que vacío. Más en la línea de Angelparsifal y Ritter. Salí contenta. Una función mejorable, sin duda, pero disfrutable. O por lo menos yo la disfruté.

Es curioso, a Fidelio no le había pillado yo el punto, y al retomarla para estas funciones la he descubierto.

¿Puesta en escena aburrida, sosa o sin chispa? Pues tal vez, pero para mí más que suficiente. No molesta y cada vez aprecio más esto. Tampoco era cartón piedra de fin de curso. Hubo momentos que incluso me gustaron, como la entrada a la prisión del inicio y la llegada a la celda de Florestán. El resto, pues acorde con lo que se cantaba y ocurría. No sé qué me esperaba con el pitorreo de los soldaditos de plomo. Pues a mí no me pareció para tanto. Suena una marcha, salen unos soldados y desfilan. No es el descubrimiento de la rueda, pero no entiendo la rechifla que ha levantado.

Marzelline, Rocco y Leonore me pareció un trío de altura. Voces de ópera que a me justificaron asistir. König, suficiente en su aria, regular en el resto. Don Fernando y Pizarro suficientes, y muy flojo Jaquino. El coro muy bien. Es una obra para lucirse.

La orquesta me gustó en las oberturas/introducciones, más floja en el resto, y sobresaliente en la quinta. Este punto también me gustó. Veo adecuada su introducción. Si hay que cubrir el cambio de escenografía con música, me parece una buena opción. Es verdad que hubiera preferido la obertura Leonora, porque la he escuchado menos veces y en cierta forma es parte de Fidelio, pero el final de la quinta es también muy apropiado. La salida de la oscuridad a la luz.

Se aplaudió mucho al final. Caras sonrientes, incluída la mía y la de mi marido.

Bonita crónica, Luz...Y nuestras reacciones muy similares; me alegra que te haya gustado...una buena tarde de ópera

Un saludo,

Estoy de acuerdo con los que os ha parecido disfrutable. FIDELIO sin duda es una obra maestra y fundamental en la historia de la ópera, marcó a todos los compositores posteriores.
La pena ha sido no haber visto la escenografía de la FURA, pero el alquiler es el alquiler.......

Corte el rollo, amigo. O vaya a una terapia de grupo o algo así.
Pero deje de aburrir con esto ya, que ya es que ni tiene gracia (al principio sí, pero empieza a sonar un poco esto ya como al chiste de mis tetas, un tanto setentero ya, y usted que va de modernillo, aplíquese para variar).

La pena fue no tener cantantes más apropiados. Porque el acto II hasta el interludio orquestal fueron una cadena de despropósitos.
Desde luego, no me pasó con la Traviata y aguanté hasta el final. Pero las gracias se las doy al sordo que es la repera.

Bien Fritsch, Selig y Juric. Pieczonka tiene una bonita voz pero es un quiero y no puedo, como el resto ,donde König se lleva la palma.
La dirección me la esperaba más mortecina, después de leer las opiniones de los foreros,pero no llegó la sangre al río. Desde luego se perdió esa maravillosa entrada de los prisioneros y le faltó dramatismo a la gran escena de Florestán y tensión al segundo acto.
La escenografía no es nada del otro jueves, el bailecito de los soldados me provocó la risa y la escena final es de primaria. El Segundo Acto me transportó a las tripas de la prisión.

Resumiendo, una tarde agradable. Fidelio es una de mis óperas favoritas. Y puede con todo (llámese König ó Haenchen).

Estuve en la función del pasado domingo, y he sido de los que han visto el vaso medio vacío o más bien vacío, ello a pesar de ser Fidelio una de mis óperas absolutamente favoritas.

La función de todos modos me ha servido para elaborar una completísima teoría general sobre las mermas y quebrantos del alquiler en la ópera, con la que paso a castigarles en las próximas líneas. Por favor, sáltense este mensaje si les da pereza solo de lo que ya he escrito hasta aquí.

En la base de la teoría se halla la ingrata y difícil palabra Gesamtkunstwerk, que conviene repetir(se) en varias ocasiones, ya en voz alta o mentalmente. Realizado este rápido ejercicio, se está ya en condiciones de comprender que un Gesamtkunstwerk puede ser decorar una casa, o vestirse para salir a la calle, o confeccionar un menú. Un, dos, tres, responda otra vez.

Y así como no todos los muebles sirven para todas las casas, ni todas las ropas para todas las ocasiones, ni todos los vinos para todos los pescados... no todas las producciones sirven para todos los teatros, ni para todos los repartos, ni para todos los directores de orquesta. Algo que seguramente Matabosch comprende a la perfección, aunque seguramente no siempre lo demuestre.

Esta producción de Alli se estrenó hace unos diez años en Valencia, y sirvió para inaugurar el entonces flamante Palau de les Arts. Yo no estuve allí, pero tengo la impresión de que 1) en su voluntad de ser clásica, respetuosa con la literalidad del libreto, 2) en su monumentalidad escenográfica, 3) en su visión romántica del drama beethoveniano, y 4) en su designio de espectacularidad a través del empleo de proyecciones que parecen evocar el imaginario de las películas de ciencia-ficción; probablemente funcionara en aquel momento y en aquel teatro. En una ocasión solemne, con motivo de la inauguración de un teatro de ópera que en cierto modo era en sí mismo una proclama futurista (con ribetes de nave espacial), la producción valía a la vez como una suerte de emanación del propio edificio, y en su talante clásico-romántico, como una declaración de principios acerca del credo estético del nuevo teatro, una mezcla de tradición y de fe en el futuro, en aquellos años que mirados desde aquí parecen tan ingenuos como puedan serlo unos niños jugando con burbujas. Asentada además en una dirección romántica de Mehta, y en la personalidad desbordante de fieras escénicas como Meier, Seiffert o Salminen, aquello tuvo seguramente coherencia artística y la vibración y exaltación que puede esperarse (casi en condiciones de piloto automático) de esta, una de las más geniales óperas del repertorio.

Es decir, todo lo que ha faltado en esta triste y mediocre reposición madrileña.

Porque efectivamente, lo que valió en 2006 para Valencia no vale (por esta vez) en 2015 para Madrid, y en esta ocasión, la producción hace gala con desmedrado énfasis de 1) su ausencia de ideas acerca de la obra, 2) su inexistente dirección de actores, 3) su risible resolución de escenas como la marcha de los soldados que divide las dos mitades del primer acto o el propio final ahíto de banderolas, y 4) su futurismo más bien de serie b, con esos efectos especiales casi o sin casi entrañables de las películas de ciencia ficción para la sobremesa, quiero decir esas que vienen bien para dormitar a la hora de la siesta.

Otro problema grave es que lo que se ve no tiene nada que ver con lo que se escucha desde el foso. Haenchen propone un Fidelio de inequívoca filiación dieciochesca, leve, bajo en calorías, que quiere ser claro de texturas, contenido en sus gestos y en sus brillos. Un Fidelio leído desde el clima de enredo doméstico de las escenas iniciales, que sin embargo no crece como debería en su temperatura, que no cobra hasta bien entrado el segundo acto el vigor propio de una partitura que (incluso en condiciones de piloto automático) supone un viaje hacia el infinito (o hacia el hiperespacio) como pocas otras existan. Y que por ello resulta monótono en lugar de ligero, prosaico en lugar de leve, arbitrario (ese injerto de los dos últimos movimientos de la Quinta en el lugar que la tradición destina a la Leonora n.º 3) en lugar de revolucionario. La verdad es que da rabia escribir mal acerca de un maestro tan interesante, y no ya por los logros de sus anteriores apariciones en el Real, cuando era un virtual desconocido para el público madrileño, sino especialmente porque es el único en este Fidelio que trata de hacer algo diferente (Kinder, schafft neues!), el único que mantiene viva la idea mortieril de la ópera como un lugar para descubrir (con el obvio riesgo de que no siempre guste lo que se descubre) y no para dormitar, pero la cosa, esta vez, no ha funcionado.

Asaeteados entre la insoportable levedad del foso y la atronadora vaciedad del escenario, el modesto equipo de cantantes concentra heroicamente todos sus esfuerzos en la pura y simple supervivencia. Entender que la logren o no depende de lo que cada cual entienda por supervivencia. König se supera a sí mismo con toda probabilidad en cuanto a la ingratitud (léase fealdad) del timbre, con unos agudos destemplados como nunca y un fraseo indiferente como siempre; dramáticamente el personaje no existe, aunque de esto él no tenga toda la culpa. Pieczonka, en el papel seguramente más dramático de cuantos ha abordado en su carrera hasta la fecha, responde en el registro grave con mayor suficiencia que en un agudo que más de una vez le suena desapaciblemente metálico; la cantante es musical, lo que le vale para resolver con gusto y cierta sensación de holgura el tan sublime como terrible Abscheulicher, wo eilst du hin?; pero su personalidad en el escenario nunca ha sido arrolladora, y aquí, en la nada dispuesta por el ¿¿¿director escénico???, su personaje se difumina en cuanto a su carácter y a sus motivaciones. Selig destaca por el timbre cálido, la proyección suficiente y la buena dicción; pero su Rocco bonachón, benévolo, sanchopancesco, carece de los pliegues que sabemos (gracias, Salminen) que posee el personaje. Held no pasa de una rutina mal entendida, ni Lyon de una rutina bien entendida. Tampoco Jurić deja especiales motivos para el recuerdo. Fritsch es quizá la mejor del reparto por la holgura de sus medios en relación con las (no muy onerosas) exigencias a que ha de hacer frente.

En fin, otra vez será.

De acuerdo en todo Sr. Wanderer . Desde que está Matabosch ha dejado de ensayarse como hay que hacerlo y eso se nota. Faltan ideas y como no se tomen medidas NOS ABURRIREMOS CADA VEZ MAS.