Decepcionante podría considerar la representación de Otello que vi la noche del sábado 16 de mayo en el Euskalduna de Bilbao. Quizás por que mis expectativas eran más elevadas que el pobre resultado que describo. Todo hacia pensar a priori, con el elenco vocal contratado para estas funciones que podría ser una función si no memorable al menos relevante, pero no merece aplicarle ninguno de los dos adjetivos. Todo estuvo en su sitio, nada fue reprobable pero ni la dirección de Frizza fue sobresaliente ni la labor de ninguno de los tres cantantes protagonistas hizo que la velada rodara por el camino de la perfección.
Comienzo diciendo que Marco Berti tiene voz suficiente para encarnar al moro. Amplitud, sonido penetrante, potencia, timbre, agudos squillantes. Sobre el escenario es algo tarugo aunque lo mas censurable sea su nula capacidad para construir el personaje. Canto brusco, tosquísimo, sin respetar ni atender a ninguna de los innumerables matices que el compositor puntualizó sobre la partitura. Todo ello consigue una lectura de brocha gorda. En algún momento desafinado (el complicado final del duetto amoroso del primer acto o durante Dio mi potevi) lo mas destacable hayan sido frases sueltas, siempre las mas heroicas de esta ópera: Abasso le spade, A terra! E piangi, Il ciel non ha piu fulmine.
Juan José Rodríguez resbala en el mismo error que se le ha censurado en estos días pasados asumiendo el rol de Germont en el Teatro Real de Madrid: pobre fraseo, ausencia casi total de matización. El complejísimo papel de Iago tiene tanta miga en su concepción escénica como vocal, y Rodríguez no remata ni una ni otra. Tiene material del bueno, pero cantar es una cosa e interpretar otra, y a Rodríguez el personaje de Iago le queda grande. Su racconto del sueño fue el epitome de mi crónica: ni un matiz, sin atender a ninguna de la indicaciones de Verdi en mezza voce en vez de utilizar el mezzo forte durante todo el pasaje, y ya no entro a censurar que no atendiera al pianissimo pppp que debe iniciar la frase seguia piu vago, cupo, sottovoce, u otras indicaciones que enriquecen esta memorable pagina.
Lianna Haroutounian fue una Desdemona algo desmotivada quizás viendo los derroteros que iban tomando la función. Cantante de timbre hermoso y técnica aseadita, pero con tendencia abusiva al forte cuando asciende al agudo. Estuvo correctísima en todo momento y en su gran escena durante el cuarto acto cantó con elegancia pero su canción del sauce me resultó aburrida, aunque la labor del maestro Frizza no ayudaba lo mas mínimo. Tímidos aplausos tras el Ave Maria que nos impidieron escuchar los maravillosos primeros acordes de las cuerdas graves que dan la entrada a Otello al dormitorio.
Más que correcta Maria José Suárez como Emilia; al menos se le oye sobradamente en el cuarteto del segundo acto y en el concertante del tercero, aunque el agudo se le resiente en sus frases del último acto. Bien Jon Plazola como Cassio y Vicenç Esteve como Roderigo y rematadamente mal Josu Yeregui como Lodovico.
La dirección de Riccardo Frizza pecó de ser muy académica pero poco o nada teatral: sin chispa, sin garra, sin lograr levantar el vuelo en ninguna ocasión; ni en los momentos más íntimos dotó de una lectura de un lirismo arrebatador, ni en los más heroicos de un sonido más espectacular. No se distinguió por nada, simplemente. Ya desde la tormenta de la primera escena y el siguiente número, fuoco di gioa se deja entrever el rumbo que iba a tomar la dirección: blanda.
La dirección de escena que firma Ignacio García no desentona con la época en la que Shakespeare sitúa la trama y es correcta en lo que a planteamiento y coherencia se refiere. Iluminación y decorados óptimos y sobresaliente el vestuario de Roberto Caprile, colorista, suntuoso y elegante, aunque a mi juicio muy descontemporizado el vestuario que luce las integrantes femeninas del coro con el que viste Desdemona. Se ven atuendos muy góticos y medievales y otros figurines más renacentistas y con un pequeño detalle en su contra: teniendo en cuenta que la acción se sitúa en Chipre, un bastión militar bajo la dominación veneciana ante la presión ofensiva del imperio otomano tanto lujo en el atrezzo me parece desmedido. Aquello es como la Nicosia fashion week de la época y no una fortaleza asediada por los embates turcos.
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