Otto Nicolai pasó a la historia por una ópera, "Las alegres comadres de Windsor", que todos conocemos bastante de nombre, y menos por haberla escuchado más allá de la célebre Obertura. Y el caso es que los operófilos le debemos gratitud eterna. Resulta que este ciudadano ¡rechazó el libreto de "Nabucco"!. Gracias a esto, dicho libreto cayó en manos de Verdi que, según cuenta la leyenda, quedó fascinado por la frase "Va, pensiero, sull'ali dorate". El resultado fue una ópera con toda la pasión y el fuego que cabe esperar de un autor primerizo. Pero también asoma en ella el genio, y se apuntan las relaciones ¡y los conflictos! paterno-filiales que caracterizan la obra de Don Giuseppe.
He asistido hoy a la última función de la serie que nos ha ofrecido Les Arts. Me tocaba antes por el abono, pero cambié la entrada para ver a Nucci, y me he quedado con las ganas. He visto un típico "reparto Helga", con cantantes de moderado renombre, pero de probada eficacia. De nuevo hay que agradecer a la destituída y masacrada intendente que nos haya traído figuras como Meier, Seiffert, Salminen, Kauffmann, Urmana, Vargas, Garança, Álvarez, Kunde, entre los consagrados, y otros que vinieron siendo prácticamente desconocidos y hoy cantan en los mayores centros operísticos del mundo: De León, Meli, Machaidze, Schrott, Malfi, Agresta, Semenchuck, Dvorchak, Smirnova, Lee, Poplavskaia, etc. Además de Maazel y Mehta, dos mitos de la batuta, hemos tenido a Gergiev, Chailly, Luisotti, Abbado (Roberto), etc. Sirvan estas lineas de homenaje y reconocimiento a una labor impecable en el terreno artístico, que es el que primordialmente interesa al aficionado.
Y vamos con el "Nabucco" de hoy:
Los papeles de Anna, Gran Sacerdote y Abdallo han sido cubiertos discretamente por cantantes del Centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo.
Brian Jadje, en el ingrato papel de Ismaele, ha mostrado una voz interesante, así como un canto con bastante tendencia al "forte". Como esta tendencia, personalmente, no suele molestarme demasiado (a pesar de leer mucho a Celletti, no soy de los que se pirran por los "accenti sommessi"), debe entenderse que era verdaderamente excesiva. De todas formas, no me importaría volver a verle en un personaje de más enjundia.
Verduhi Abrahamian repetía después de su éxito como Adalgisa. Hay que decir que Fenena tampoco es un papel excesivamente lucido, pero tiene una "arietta" preciosa en el último cuadro, en la que ha podido mostrar sus buenas cualidades.
Serguéi Artamonov también repetía. Ha hecho un estimable Zaccaria con una buena voz de bajo. Quizá le ha faltado algo de "autoridad sacerdotal".
Anna Pirozzi era Abigaille. No digo que ha sido la sorpresa de la noche, porque las crónicas de mis amigos Amolaopera, Radamés, Dufol, El Gato Montés y Manuel (y sus comunicaciones verbales en torno a una memorable paella) ya me habían advertido de sus características. Tiene una estupenda voz, que maneja muy bien, con un agudo poderoso, capacidad para matizar y mucha, pero mucha, "italianitá". Un nuevo "descubrimiento Helga".
Ambrogio Maestri sustituía a Nucci. Ha empezado frío, con una voz que no corría, perjudicado por su ubicación inicial a muchos metros de la boca del escenario. Ha ido a más (muy a más) a medida que avanzaba la obra, hasta regalarnos un "Dio di Giuda" y "O prodi miei" de muchos quilates.
Magnífica, como siempre, la Orquesta, y un ¡Bravo! muy merecido para el Coro, con un "Va pensiero" espléndido coronado con un interminable pianissimo hasta el completo desvanecimiento del sonido.
Ramón Tebar ha causado una magnífica impresión, obteniendo de la Orquesta un sonido brillante sin tapar nunca a los cantantes y un acusado "sabor verdiano".
La producción, oscura, tristona, con la inevitable, gratuita e inútil traslación temporal y el vicio de colocar a los cantantes en el quinto pino. En fin, nada nuevo. Diremos piadosamente que no ha molestado, que es la forma políticamente correcta de decir que nos importa un bledo.
Calificación: Notable alto.
|