Acabo de ver Nabucco y estas son mis impresiones.
He visto dos grandes protagonistas: coro y orquesta por un lado. Un gran bloque muy sólido, consolidado, con mucho protagonismo en esta ópera y con grandes, grandísimos, momentos. Ese final -una pianísima eternidad- del Va pensiero, vale muchos quilates. No olvidar esos grandísimos solistas que hacen las veladas de Les Arts sean remansos de paz, arte y armonía en este atribulado mundo que nos ha tocado vivir. No quiero dejar de destacar a Alvaro Octavio, como tantas otras noches que ha hecho maravillas y prodigios con sus solos de flauta. Magnífico.
Por otro lado Anna Pirozzi (Abigaille). Gran soprano, de las que llenan la escena sin abusar nunca del grito, y aunque tiene potencia, me quedo sin embargo con sus momentos más íntimos, esos agudos pianísimos, los fiatos emitidos con suma perfección, y también los registros más graves, donde resulta conmovedora, y por tanto logra emocionar que es, siempre para mi, la base de cualquier arte y, en particular, de la ópera.
El resto cumplidor, aunque si hubiera que destacar a alguien sería a la mezzo armenia Varduhi Abrahamyam, a quien ya habíamos visto en Norma.Me ha gustado aunque sin llegar a apasionar el protagonista Ambrogio Maestri quien sustituía a Leo Nucci.
Mención aparte merece el Director Ramón Tebar que va a ser uno de los titulares de les Arts en el futuro inmediato. Me ha gustado, atento con los cantantes, sacándole partido a la orquesta y con mucho gusto y pasión. Quizá debería haber dado algo más de protagonismo en los saludos finales al coro y a su Director. Lo eché en falta.
Dicho lo cual, no puedo dejar de comentar el sonrojo que me produce ver la mala educación de algunas personas. Delante de mi, la señora ya entrada en años, bien vestida (de las que antaño se decían “gente de orden”), concretamente la que se sentaba en la butaca 16 de la fila 4, apenas iniciado el tercer acto, se ha sacado del bolso unas natillas (de chocolate), con su cucharita, luego una manzana troceada en gajos, y finalmente ha sacado unas toallitas para limpiarse y –a continuación- se ha pintado los labios con el va pensiero ya iniciado. Si opera es emoción (o un “instante de la inteligencia” que decía el maestro Kraus) entenderán todos Vds cómo sale uno de enfadado del teatro cuando una iletrada le hace añicos a uno los momentos de emoción. Ah, mi amigo Mandrika le afeó la conducta pero ni por esas.
Decir por último, cómo tratando de evadirme de las natillas, muchas de los compases de Nabucco me iban recordando lo que iba a ser el Verdi posterior: ha habido compases que me han sonado a Traviata, otros a Rigoletto… y siempre esa musicalidad tan definida e inconfundible. Creo que es el Sr. Carl Tunner quien solía suscribir sus comentarios con una cita que decía algo así, como “no hay una sola nota de Verdi que no me interese”, o algo así, a la hora que escribo me fallará la memoria seguro. Pues sí, estoy de acuerdo. Así que Viva Verdi, Viva Italia, y Viva Les Arts.
Y ¡¡¡Bona nit!!!!
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