Después de un Otello que resultó mucho mejor que lo que se temía y de un Don Pasquale normalito (por una vez, lo mejor fue la escena), la 48º Temporada de los Amigos Canarios de la Ópera cruzó el ecuador con un Faust más que satisfactorio. Esta ha sido la temporada de los recortes: se cerraron los talleres, las obras pasaron de cinco a cuatro y las funciones de cuatro a tres.
Anoche asistí a la tercera y última función. La obra se dio completa exceptuando el ballet. En el foso, el ex-tenor Giuseppe Sabbatini, muy aplaudido, demostró que no se "avergüenza" de la belleza melódica ni del romanticismo de la partitura y prodigó ambos sin mesura. Dirigió a una Filarmónica de Gran Canaria de gran nivel (los metales sonaron especialmente bien) y a un Coro de la Ópera de Las Palmas donde los señores estuvieron mejor que las señoras.
En el rol titular, Aquiles Machado hizo gala de un registro central de hermoso timbre, de un fraseo variado, de detalles expresivos de agradecer y de entrega indiscutible. En el debe: agudos musculares, alguna nota abierta, algún piano de los que hacen arquear las cejas (p.ej.: O merveille!).
Margarita fue la soprano francesa Nora Amsellem, que debutaba en el papel. Técnicamente irreprochable, estuvo un poco inexpresiva en su gran escena del 3er acto, pero se fue animando ya en el dúo con el tenor (muy bien dirigido por Sabbatini) y cumplió con creces en el resto de la ópera. Resolvió especialmente bien el frecuentemente omitido 1er cuadro del 4º acto.
El gran triunfador de la noche fue Rubén Amoretti que, pese carecer de rotundidad en el registro grave, se marcó un Mefistófeles de categoría. Estuvo socarrón, amenazador, artero, seductor... todo lo que pide el papel, tanto vocal como escénicamente. Por cierto, ¿este señor no era barítono?
Manuel Lanza fue un Valentín de voz clara y buenas maneras y Anna Moroz una Siebel un poco redicha.
Después de dos producciones alquiladas, la ACO volvió a estrenar una producción propia firmada por Alfonso Romero. Intemporal y practicamente sin decorados, parecía más inspirada en Poe que en Goethe. La acción empieza y termina en un asilo, el Sabbath tiene lugar en el escenario desnudo (durante el mismo vemos a Margarita asesinar a su hijo), a Margarita la encierran en un manicomio... Me gustaron un par de ideas visuales, como Mefistófeles deteniendo el péndulo de Foucault en el momento de su aparición y volviéndolo a activar al final de la obra, o los secuaces del demonio llevando el alma de Valentín al infierno. En general me pareció irregular, aunque tengo que reconocer que me gustó mucho cómo plantearon el cuadro de Margarita en la iglesia.
_________________ No dejes para mañana lo que puedas hacer pasado mañana
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