En menos de tres meses he tenido el privilegio de ver dirigir al maestro Michel Plasson en tres ocasiones, y en tres piedras angulares del repertorio que mejor domina (Romeo et Juliette, Werther y Faust). A falta aun de Le Cid que también dirigirá él no tengo mas que elogios a la gran labor de este octogenario tan erudito.
A pesar de lo habitual que es este titulo en el panorama lírico internacional, ópera legendaria en la Ópera National de Paris o en el Metropolitan de New York donde es el octavo titulo mas representado a lo largo de su historia, no ha sido una obra que yo haya visto más que dos veces en toda mi vida. Y es una ópera que siempre me ha gustado tremendamente. Cuando se presento la temporada parisina 2014-15 me tentó viajar para presenciar este titulo en directo el trío protagonista (eslavos los tres), y sin duda alguna el maestro concertador. El resultado ha sido satisfactorio en todos los aspectos aunque me mantengo algo mas parco en el apartado escénico donde habría mucho que mejorar.
A Ildar Adbrazakov con la actuación de este pasado domingo ya le he visto la asunción trinitaria del rol de Mefistófeles más habituales: el de Gounod, Boito y Berlioz. Me faltaba el de Gounod y es el que mas estudiado tiene (ignoro si sera el que mas haya representado a lo largo de su carrera); le va estupendamente a su voz, aunque no es un bajo con rotundidad en el registro grave, mas bien lo contrario. En un teatro tan inmensamente grande como es Bastille ignoro si sus graves se escucharían a partir de la platea. Yo, ubicado en una centrada localidad de la fila 11 en muchas ocasiones los tenia que intuir. La vis cómica de este, a veces, simpático demonio la resuelve con gracia e histrionismo. Si antes he mencionado que en menos de tres meses he visto a Plasson en dos ocasiones casualmente en esas dos estaba Roberto Alagna como tenor. Una lastima que en esta no fuera él el Doctor Faust, como ya asumiera en 2011 en este mismo teatro. No es que Piotr Beczala me disguste, todo lo contrario, pero si me dan a elegir prefiero al francés que al polaco. Su timbre es hermoso, musical y calido, su voz fluye con soltura, su técnica no del todo bien depurada (el pasaje no lo tiene del todo bien resuelto), su fraseo algo torpón y desmañado, y aunque el registro central es esmaltado el agudo surge timbrado pero tambaleante en las notas mas agudas del pentagrama. Su labor fue in crescendo con un titubeante acto inicial aunque fue muy encomiada con ovaciones muy cerradas en la cavatina “Salut, demeure chaste et pure”. A mi criterio Krassimira Stoyanova fue la gran triunfadora del trío protagonista; o yo al menos fue con la que mas disfrute. Por la forma en como delinea el personaje, aunque quizas resulte una Marguerite matronil y añosa, y por la entrega y el empeño que proporciona en toda su labor. Voz caudalosa, muy musical, timbre hermosísimo, centro diamantino, agudos bien perfilados, fraseo elegantísimo y evolución escénica desde la pizpireta Marguerite inicial hasta la enajenada del final pasando por la inocente enamorada del acto III y la turbada protagonista del acto IV. Anduvo sobrada de medios y exquisitez en la narración del Roi de Thulé, el aria de las joyas y en el aria de la chambre (aunque el escenográfo la ubicara tirada en la calle) y exhibió un fraseo ejemplar en la escena de la iglesia. Creo que fueron más que merecidos los aplausos recibidos por tu interpretación. Todo un gran descubrimiento Jean François Lapointe como Valentin; voz caudalosa, timbre grato y proyección correctísima que lucio imponentemente en una de las arias más maravillosas de la historia de la Ópera, “Avant de quitter ces lieux”. Correctos Damien Pass y Doris Lamprecht como Wagner y Dame Marthe y discretísima Anaik Morel como Siebel.
El coro sobresaliente en una obra en la que se requiere bastante su participación; mejor ellos que ellas. La orquesta respondió brillantemente a las exigencias del director, el gran triunfador de la velada. Desde la obertura inicial, sabiamente conducida hasta los momentos mas íntimos del acto III o del IV, pasando por la bulliciosa kermesse o el coro de soldados del IV hasta el soberbio trío del ultimo acto su dirección no languideció en ningún momento, dando a cada escena el tempo necesario, concediendo una cohesión orquestal sublime engarzando cada detalle hasta el preciosismo. Donde mas se recreo y mas exhibió un refinamiento orquestal fue en el dúo amoroso del acto III; inolvidable! Quedara para mi bagaje personal de recuerdos líricos.
La dirección escénica esta firmada por Jean Romain Vesperini, que se estreno en este mismo teatro como inicio de temporada 2011-2012 y fue un autentico escándalo, el cual corroboro como horrenda e inútil. En aquella ocasión el alboroto fue motivado por las declaraciones y reproches que se hicieron Alagna y Lombard y por el rechazo tan unánime que la crítica y el publico hicieron a la labor de Vespirini. Confirmo que es una dirección errónea, sin chispa, que no crea la atmósfera que las distintas escenas requieren, ni el clima que se puede exigir en una ópera con tantos contrastes y tan marcados. Un mismo planteamiento escénico para los cinco actos que solo funciona en la estancia del Doctor Faust del primero y queda ridículo en la kermesse o en la escena segunda del acto IV. El vestuario inspirado en los años 30 es suntuoso pero no luce apenas nada ante la inaparente escenografía.
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