Muy agradable fin de semana en Barcelona con unas funciones muy disfrutables de esa obra maestra del melodrama romántico italiano y de todo el género operístico en general, que es Norma de Bellini.
Llenazo absoluto tanto el sábado como el Domingo y unas ovaciones a las cavatinas de Kunde y Radvanovsky que remitían a otros tiempos, inéditas en los últimos años, si exceptuamos las visitas de Edita Gruberova al Liceo.
En mi opinión, la cumbre de ambos repartos se sitúa en la presencia de Gregory Kunde. Que sí, que el centro está ajado y leñoso, que no tiene graves (nunca los tuvo una voz construida al agudo, recordemos que repertorio cantaba y es el suyo genuino), pero consigue en su Pollione una magnífica combinación entre voz sonora, viril, robusta, que corre por todos los rincones del teatro, una impecable musicalidad y dominio estilístico, junto a unos acentos siempre justos y variados. Fantástica su gran escena del acto primero. Vibrante en el recitativo, embelasado y evocador en el racconto (con un do como una casa en "Eran rapiti i sensiiiiiii"). Encendido y enérgico en la cabaletta "Me protegge, me difende. Estupendas, musicales, apropiadas, las variaciones tanto en la segunda parte de "Meco all'altar di Venere" como de la cabaletta citada. Bravo!!! No resulta vano volver a incidir una vez más, en el "milagro" de este tenor en su última época,
Sondra Radvanovsky se encarna perfectamente en la tradicional pasión del Liceo, un teatro de respetables dimensiones, por las voces grandes. Su Norma se basa en el apabullante despliegue de una voz exuberante por volumen, caudal, sonoridad y decibelios. La soprano roció su interpretación con un rosario de sonidos de esos que debieron despeinar al concertino de la orquesta y al acomodador del último piso. Un timbre "raro", nada bello, -"turbio" en palabras de un gran amigo y conocedor-, de cierta aspereza, que llega a aturdir en algunos momentos al escuchar tanto sonido sin belleza y sin variaciones de color y contrastes de acentos. Cierto es, que Radvanovsky logra muchas veces plegar ese inmenso caudal sonoro y ofrece filados logrados (otros no tanto), que el legato es correcto y que el fraseo es compuesto, pero sin verdadera inspiración, ni fantasía, ni aristas. Como intérprete se imbuye también en otra tradición, la de muchos cantantes americanos, de expresión siempre sincera, muy honesta y hasta con un toque de ingenuidad, pero superficial, sin verdadero talento, temperamento y personalidad dramáticas. El recitativo "Sediciosi voci" y el "Dormono entrambi", bastante inanes, fueron buena prueba de ello. Al final recibió el premio de la Asociación del cuarto y quinto piso del Liceo por su Tosca de la pasada temporada. La cantante, siempre simpática y accesible, lo agradeció de manera entusiasta mostrando su cariño por el público de Barcelona. Esa comunión actual entre el público del Liceo y Sondra Ravnavnosky es de las que forjan la fidelización de un artista con un teatro, como ya se ha dado con otros grandes cantantes en el pasado y que sin duda, redundará, cómo no, en el bien del gran teatro de La Rambla.
En el segundo reparto y aunque no sean cantantes de relumbrón, se notó que llegaron los italianos. Especialmente en el papel de Adalgisa, con una Annalisa Stroppa, de material modesto, sin extremos y muy inferior al de Ekaterina Gubanova, pero con articulación italiana, dando sentido a las palabras y acentuando, frente a la borrosa, cuiasiinentiligible, plana y aburridísima perorata de la muy sobrevalorada mezzo rusa presente en la primera distribución. El tenor Andrea Caré ofrece idiomatismo, inmediatez, cordialità italiana apoyado en timbre muy grato y con frescura, con un fraseo monocorde y una técnica deficiente especialmente en el imposible paso al agudo que está sin resolver. De todos modos, el papel de Pollione es más bien central y como ni intentó el Do de la cavatina, tampoco lo pasó tan mal. Más que interesante la Norma de Tamara Wilson, otra americana que muestra canto de escuela y con un material de soprano lírica justa y de volumen medio, pero mucho más bello, mórbido, esmaltado y flexilble que el cuadrafónico de la Radvanovsky, que produce el sonido de 5 sopranos en una.
Palumbo no es un director refinado, pero sí teatral. La orquesta arropó y sostuvo siempre el canto y no dejó de lado la suficiente tensión, a pesar de alguna irregularidad producto del contraste entre algún tempo demasiado lento y la exegaración desmesurada del coro "Guerra, guerra".
_________________ "El canto como la belleza que se convierte en verdad" (Friedrich Schiller)
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