La dirección del Teatro de la Zarzuela se ha propuesto relacionar el género lírico español, en todas sus facetas, con lo que de manera parecida se hacía en el resto del mundo, para poder comparar influencias, simbiosis y particularidades de cada uno de estos géneros hermanos internacionales. Con estas dos obras (Lady, be good, de Gershwin, y Luna de miel en El Cairo, de Alonso) se pretende abordar lo que se ha dado en llamar “comedia musical”, a la americana o a la española, en estos casos concretos. Para la ocasión se le ha ofrecido a Emilio Sagi la puesta en escena de ambas obras, y en mi opinión es el director asturiano quien se ha convertido en el verdadero protagonista del espectáculo, para lo bueno y para lo malo.

Lo mejor se produce en la obra de Gershwin, una gozada de música (lo mío con el compositor norteamericano es amor a primera vista: me pasó hace bastantes años con Porgy and Bess, y me volvió a ocurrir hace menos tiempo con esta obra), que Sagi aborda sin complejos y a calzón quitado. El texto queda reducido a lo mínimo para su justa comprensión, y todo se vuelca en la música y en los bailes, otorgando al espectáculo un ritmo y un brío extraordinario. Los cantantes (la mayoría provenientes del mundo del musical) no son gran cosa, pero el conjunto da la sensación de estar perfectamente engrasado e incardinado en el estilo, de tal manera que los varios elementos nacionales que forman parte del reparto parecen salidos del mismísimo Broadway. Tomado individualmente, un espectáculo deslumbrante, y de lo mejor que se ha visto en La Zarzuela en los últimos años.

Con la obra de Alonso parece que Sagi no se ha sentido tan a gusto, circunstancia bastante paradójica en alguien como él que ha mamado esta música desde la cuna. Del libreto original no ha dejado más que un par de frases, y se ha inventado una historia de su propia cosecha para poder darle continuidad a los números musicales. Es cierto que el texto de Muñoz Román no era La vida es sueño, ni siquiera Eloísa está debajo de un almendro, pero el problema es que lo que se ha inventado Sagi es infinitamente peor: un conjunto de frases mal hilvanadas, de escasa gracia y llena de tópicazos y lugares comunes. Una pena, porque la parte musical vuelve a ser estupenda, y esos diálogos tan torpes e infumables lo único que consiguen es ralentizar el espectáculo con continuas caídas de ritmo.

Acostumbrados como estamos a escuchar estas músicas con orquestas ratoneras, es un gustazo poder disfrutarlas en su verdadera dimensión, con despliegue de percusión y metales (celesta, vibráfono, campanólogo, piano, batería, tres saxofones, tres trombones, amplia variedad de sordinas, y demás familia... ). De la obra original de Francisco Alonso se ha respetado toda la partitura, salvo un número tirolés, pero en compensación se han añadido tres fragmentos más: una canción mexicana y un pasodoble racial (el único momento ingenioso e hilarante de la propuesta de Sagi), ambos añadidos por el propio compositor en revisiones posteriores, y un fox perteneciente a otra obra del maestro granadino: Doña Mariquita de mi corazón. El conjunto musical es, repito, una gozada.

La parte vocal contó con una pareja protagonista estupenda: Ruth Iniesta y David Menéndez, ella sobre todo cada día más asentada. María José Suárez, demasiado desmelenada, y Enrique Viana, fuera de sitio vocalmente, y repitiendo sus gracias habituales que ya resultan un poco cansinas. Por el cariño que se le tiene, lo mejor es correr un tupido velo sobre la prestación de Mariola Cantarero, en estado vocal deplorable . Y contagioso el entusiasmo que desprendía desde el foso la dirección de Kevin Farrell (un director que no conocía, y que supongo que proviene también del musical), desbordante en la obra de Gershwin, como era de esperar, pero sorprendente en la obra patria, marcándose dos pasodobles de extraordinaria efervescencia rítmica.

Decía Sagi en la presentación del espectáculo que lo único que pretendía es hacer disfrutar al público, y a fe que lo ha conseguido, a pesar de los contras señalados. La recomendabilidad es absoluta para todos los que estén por Madrid estos días. Se lo van a pasar pipa. Durante tres horas, se tiene la sensación de que otro mundo es posible “en algún lugar, más allá del arco iris” .

Excelente crónica D. Rupert. Volaremos para Madrid en un par de fines de semana, espero poder ir a la Zarzuela el sabado 14 y disfrutar tanto como usted. Y sepa que comparto su entusiasmo por Gershwin. Bien interpretado es sencillamente delicioso.

O sea, que la obra de Gershwin es fiel a su título.
Allí estaremos este viernes, confiando en disfrutar. La crónica de Rupert me ha alegrado el día.
Del compositor guardo un buen recuerdo gracias a la película que de pequeño me obligaron a ver: Rhapsody in blue.
Y Alonso es un seguro.

Gracias por la crónica; servidor acudirá el día 12. Don Rupert confirma los "dientes largos" que ya me había puesto el trailer publicado por el teatro:
http://vimeo.com/118246041

Me ha contado mi cuñado no alemán, amante de la historia, que Lady be good era un bombardero estadounidense de la II Guerra Mundial, que se estrelló en África. Parece que así fue: http://es.wikipedia.org/wiki/Lady_Be_Good_(B-24).

Sin haber ido aún a ver las funciones (iré más adelante), me permito una reflexión previa sobre Luna de Miel en El Cairo. Creo que, puesto que es un género que casi casi da la mano a la revista, es un error por parte del teatro contar con cantantes líricos. Yo hubiera contratado actores de cartel (y señoras y señoritas de buen ver) que sepan cantar, para hacer el género revista con todas las consecuencias. Evidentemente, si es revista, entre que salga Mariola Cantarero y que salga, por ejemplo, Natalia Millán, pues yo creo que no hay color... Veremos.
Es una opinión, no sé ustedes qué piensan...

Pues Mariola Cantarero tiene ahora un tipín de revista Está guapetona.

Yo creo que a mejores voces, mejores resultados. En el video Ruth Iniesta dice que debe adoptar una tesitura que no es ni de ópera ni de zarzuela, lo que parece darle la razón; pero aun así no implica que cantantes líricos no lo puedan hacer perfectamente. Natalia Millán me encanta como cantante de musical y, todo sea dicho, como señora, pero ¿podría cantar sin micro? Y entre ella y Ruth Iniesta, creo que tampoco hay color (como cantantes, claro; en lo otro, tampoco, pero al revés )

El otro día estuve viendo en la TV la gala del 15 aniversario de Stage y cuando escuchaba a la chica que cantó las partes del Fantasma de la Opera y lo comparaba con lo que tengo en mi cabeza que es la interpretación de Sarah Brightman, se me venía el alma a los pies, y no es que lo hiciese mal, pero no tenía ni de lejos el agudo de la musa de Lloyd Weber. Según nos dicen la revisa no deja de ser un musical primitivo o una opereta, asique las voces importan ¿no?

De todo modos, no escribo para contradecirlo, su argumento es interesante y como bien, dice, habrá que verlo.

Es verdad, es verdad.

Si es revista, yo la verdad no veo mucho problema en que salgan con micro; de la misma manera que cuando vamos a ver un musical damos por hecho que van a ir microfonados. Yo hablo más de una cuestión estilística y de género: obvio que las voces importan; pero creo que la revista tiene que tener un sabor picarón, picante y sugerente que los cantantes de ópera probablemente no le sepan dar... Cuando pongo por ejemplo a Natalia Millán como alternativa (una señora que canta Cabaret maravillosamente y recita Shakespeare igual de maravillosamente, o sea, una artista completa) me refiero a que, dentro de contratar actores, se debe contratar a buenos profesionales: tampoco me sirve cualquier actriz de Física o Química o una cosa así. Pero sospecho que a estas funciones les va a faltar "sabor".
P.D.: La mayoría de la gente que trabaja ahora para Stage (las Talía del Val, Lydia Fairen y demás...) es que cantan bastante de aquella manera y tampoco me servirían para esto, insisto... Atrás quedaron los tiempos en que Stage contrataba a Natalia Millán, Asier Etexeandía, Marta Ribera o Macarena García. Ahora tienen un "elenco" estable sin figurotas, que o lo tomas o lo dejas, donde para que te salga uno bueno (Gerónimo Rauch) hay que tragarse a 10 entre regulares y malos. Es lo que hay.
Pero insisto, yo creo que para un mes de funciones, el Teatro de la Zarzuela debió haber contratado un reparto de relumbrón. Porque es que encima si tú haces revista con Natalia Millán, Manuela Vellés, Manuel Bandera y Blanca Suárez (por poner un caso), se te abarrota el teatro. Y con Enrique Viana, pues no; obviamente

Eso si que no se lo puedo rebatir, con Natalia Millán y Blanca Suarez en escena creo que compraría fila 1 de patio de butacas en vez de los estupendos asientos de tercer piso que tengo.

¿Y verdad que cuando Suárez bajase la escalera vestida sugerente mientras le canta al oído lo de "Ven que te espero en El Cairo" le iba a importar un rábano que llevase micrófono? Pues eso...

Tanto como me importó cuando una bailarina de Cabaret me estampo un besazo en la mejilla; no fue Natalia Millán pero le juro que ni traté de borrar la huella de carmín; por suerte mi señora es muy comprensiva y se partía de risa.

Tengo muchas ganas de verlo. Me parece un programa doble estupendo, dos obras muy distintas y muy similares a la vez.

Y tengo un especial cariño a Luna de miel en El Cairo, que me trae muchísimos recuerdos de mi padre. Aunque lo mejor sea la música del maestro Alonso, no creo que el argumento sea tan malo como para cambiarlo de arriba a abajo. De hecho se parece mucho al de Lady be good!, enredos muy divertidos de personajes que no son quienes dicen ser... Esperaremos para valorar.

Y coincido con Gruberoviano en preferir en principio voces de musical a voces líricas, y eso no quiere decir que sean voces peores. Es una técnica diferente ¿no? ¿Belting o algo así? Me suena haberlo oído o leído en algún sitio.

No soy yo muy partidario de esta propuesta. No digo que sea mala, pero no me convence. En un teatro lírico como La Zarzuela creo que deben de respetarse los códigos líricos. Otra cosa es si se monta una revista en un teatro de la Gran Vía, donde habitualmente se hacen musicales. Cada mochuelo en su nido y Dios en el de todos . De hecho, en estas funciones no hay amplificación (salvo en el personaje de Jeff White, no sé muy bien por qué) ni en Gershwin ni en Alonso, aunque Lady be good está cantada por intérpretes de musicales. Se nota que las voces no están bien proyectadas, pero el conjunto funciona. De todas formas, y para mayor abundamiento, Luna de miel en El Cairo no es una revista al uso del tipo de Las leandras o Las de Villadiego, características de los años de la República, con vedetes pechugonas y mucho chiste verde de doble sentido. Aquí nos encontramos en un estilo más refinado y elegante de comedia musical blanca, para todos los públicos. Es de los años cuarenta, y la censura permitía pocos deslices libidinosos. España en aquellos tiempos sólo podía ser casta y pura, además de grande y libre .