Yago escribió:
Algun forero que asistiera el pasado viernes 19 me puede decir que fue lo que un aficionado gritaba desde el paraiso justamente antes de comenzar la representacion y con la luz ya apagada? No entendi nada y me quede con la intriga. Rapidamente la gente comenzo a chistear para silenciar a esta persona hasta que sono muy clara una voz que dijo: "dejen que se exprese, esto hace grande a la opera!"
Si les confesara que fue un servidor quien pegó, indignadísimo, esos gritos desaforados de los que se hizo eco (malamente) el forero Yago... ¿me creerían...? Pues así fue, para mi vergüenza perpetua (yo, que nunca había roto un plato en los teatros
). Pero verán a qué se debió el incidente: como todos ustedes sabrán en el Teatro Real hubo un reajuste de plantilla y de nóminas porque, como estábamos en crisis, pues había que recortar para controlar el déficit. ¿Y qué hicieron? Pues echar acomodadores, encargados del guardarropa, algunos técnicos, etc. Mortier, Marañón Bertrán de Lis y otras yerbas o García-Belenguer no se fueron ni a tiros, y tampoco se debieron tocar demasiado sus sueldos (si acaso bajarlos un poquito), pero a los trabajadores sí, a esos les pegaron el hachazo. Pues bien, el otro día en anfiteatro --no fue en paraíso, Yago-- el público empezó a llegar y, como no había acomodadores suficientes (uno sólo donde yo estaba), pues se fue sentando por su cuenta, hasta que se formó un pifostio (con perdón) de padre y muy señor mío. Dieron las 20:00 horas y allí todo el mundo seguía sin acomodarse donde debía: moviendo sillas, levantándose, agachándose, etc.. Apareció una pobre y jovencita acomodadora contra la que se dirigieron todas las iras y entonces, al escuchar todo ese ruido, desde otras partes del teatro empezaron a chistar para que parara el ruido. Pues bien, como yo ya estaba hasta los cojones (con perdón otra vez) de que la tomaran con la pobre e inocente acomodadora empecé a increpar --educadamente, eso sí-- a quienes la abroncaban sin motivo y luego, cabreado ya del todo al pensar cuánto de esta situación se la debíamos a todos los listos y enteraos que no sufren nunca las crisis económicas porque están bien apoltronados, empecé a pegar gritos contra los responsables del teatro por haber tomado la decisión de recortar personal en su momento y, por ende, por haber rebajado la calidad del servicio, pero sin haber hecho lo mismo con los precios de las localidades. Hubo gritos en mi contra y otros que me apoyaron (al menos en la zona donde yo estaba sentado). Y luego debió estar el idealista de turno que pidió libertad y que no se había enterado en absoluto de lo que iba la cosa. En fin, Serafín... Pero en el pecado llevé la penitencia, porque después del descanso un pobre chico se fue pasando por todas las localidades pidiéndonos muy educada y tímidamente las entradas para ver si estábamos bien sentados. Los desgraciados de sus jefes --esto es, los verdaderos culpables de todo lo que había pasado --pues en cierta ocasión decidieron despedir a trabajadores que hacen falta (como bien se ve)-- les habían ordenado, amenazadores, que evitasen cualquier otro incidente o altercado. Imagino que Marañón Beltrán de Lis y otras yerbas, así como García-Belenguer, Matabosch y otros responsables más (si estaban allí) debieron escandalizarse sobremanera cuando, desde el patio de butacas (seguramente la zona
premium), empezaron a escuchar el jaleo que se había organizado. Así es que tomaron medidas --contra los de siempre, claro-- para evitar que algo así volviera a ocurrir. Y esta es toda la historia de Pepito Zanahoria (que, en esta ocasión y para mi vergüenza eterna, era yo
).
Con razón dice Tunner que la ópera es pasión y sentimiento...