Dazsak yo también creo que se porta bien, con su muy limitada voz de tenor digamos que Pearsiano. Canta con bastante intención y en estilo. No me fijé en que tiene a Sigfrido en su repertorio. Puede ser espectacular

Alejo Pérez no digo que lo haga mal. Pero, comparto con Tunner la impresión de que a esta música se le puede sacar más vidilla, sobre todo en los grandes momentos instrumentales.

La puesta en escena de Decker es obviamente acertada. Cuenta la historia sin excesivos recovecos ni grandes pretensiones, y es vistosa. A mí no me entusiasma, pero por motivos muy personales y un poco redichos (perdona Wanderer que no lo comentara antes). Es una puesta en escena de una abstracción o estilización un poco alambicada, y yo creo que a esta ópera de asunto tan enrarecido le conviene una producción que tenga un poco más los pies en el suelo. También me irrita la firma del director de escena; sus manierismos, que pretenden ser inconfundibles, como los retratos grandes y pequeños de los rostros de los protagonistas, los grupos de personajes como de la commedia dell'arte, etc.

De todas formas, imaginen una ópera de 10 horitas basada en la Montaña Mágica, trufada de discusiones de treinta minutos sin pausa entre Naphta y Settembrini . Por comparación esto es Gianni Schicchi.

Peeperkorn (el personaje más querible de La Montaña Mágica) lo imagino como un bajo rossiniano cantando el aria de don Profondo de Il viaggio a Reims.

Por otro lado: no tiene nada, nada que ver con la ópera; y no puede ser un enlace más impertinente y absurdo.

Pero me ha hecho gracia este texto de G-Ruano, titulado Muerte en Venecia, en el que se refiere al tránsito de Fortuny (lo ha subido la Biblioteca Nacional):
http://www.bne.es/webdocs/Actividades/e ... enecia.pdf

Y, ya que estamos en la Biblioteca Nacional, y en vista de las futuras representaciones en el Real de esa maravilla que es el Hänsel und Gretel de Humperdinck, hay una exposición curiosa de ilustraciones del cuento (todavía no la he visto, pero quiero hacerlo):
http://www.bne.es/es/Actividades/Exposi ... index.html

Con la lectura del libro y la escucha me está pasando lo mismo. No empatizo en absoluto ni con el protagonista ni con la historia. Pensaba que con la lectura del libro conseguiría entender mejor al protagonista, pero por ahora no es así. De todas formas, me sigo esforzando.

Cierto que es difícil empatizar con Aschenbach.

En la película es patético y merecedor de compasión a la vez. Visconti es cruel: Un cincuentón babeando por un adolescente y, ante eso, la filosofía, la literatura, no sirven de nada.

Bueno. Pues finalmente el viernes 19 tuve mi experiencia veneciana. Antes de dar mis impresiones, decir que he intentado prepararla lo mejor que he podido, audición de CD, leída de libro visión de DVD. Suena a poner la venda antes que la herida, pero allá va.

En cuanto a la representación, decir que en este caso la puesta en escena acompaña. Está al servicio de la obra. Pueden luego darse impresiones diversas sobre si Decker es muy Decker, si se gusta mucho a sí mismo o cosas así, pero se ve que la obra está estudiada y que todo está dispuesto para acompañar y ayudar. Me encantaría que muchas puestas en escena tratasen de realzar la obra que escenifican la mitad de como ocurre en este caso.

Los cantantes y la dirección. Pues no puedo decir nada. Daszak lo da todo interpretativamente. Creo que todos están entre correctos y bien, pero no lo sabría decir. Reconozco mi ignorancia musical, sobre todo cuando no sé si están dando la nota o no. Podrían desafinar hasta el infinito y yo no me daría cuenta . Me parece tan meritorio aprenderse esta partitura de memoria que con sólo eso me parece sobresaliente... Lo mismo de la dirección y la orquesta, y eso que las partes que más me gustaron fueron las no cantadas.

De todas formas, la primera parte me parece mejor que la segunda. Hasta que comienza con las partes "oníricas" hay cierto ritmo y variedad. A partir del final de la primer parte, a patir del primer sueño, es una sucesión de repetir lo mismo una y otra vez hasta el final. Cuando Ashchenbach comienza su duelo con Apolo y Dionisios, yo comencé mi particular batalla con Morfeo, y debo reconocer que no siempre salí victoriosa.

En conclusión, sigo sin empatizar (por no decir entender) lo que nos cuentan ni Mann ni Britten, ni los dos juntos.

En cuanto al público, pues por lo menos paraíso estaba completamente lleno y no hubo deserciones. No pude ver más abajo porque estaba arriba del todo y me daba vértigo. Aplausos al final, no para tirar el teatro, pero sí más de lo que yo esperaba.

Estuve en la función del viernes y, una vez más, Benjamin Britten me demostró que es un genio. Primera vez en directo, confirmar que es una obra áspera (sobre todo en lo que al texto se refiere) y que pide máxima concentración pero que disfruté desde la primera nota. Testamento brutal el de Britten.

Una acompañante novata, en la sexta función de ópera de su vida, me dijo al final de la representación: me ha costado entrar en la propuesta estética de Britten pero una vez asimilada, este espectáculo me parece impresionante. El valor de la falta de prejuicios.

Hombre, puede gustar o no gustar, sea uno novato o curtido en mil batallas. Y además puede ir uno con mil prejuicios y salir contento; eso me pasó a mí en su día cuando fui a ver Katia kabanova casi llevándome la almohada porque el año anterior me había aburrido como una ostra con El Caso Makropoulos; pese a mi prejuicios, acabó siendo una de mis noches más memorables en el Real. Y por tocar un poco las narices, ¿la propuesta escénica a la que se refiere es de Britten o de Decker?

Yo juraría que la propuesta estética es de Britten y la escénica de Decker.

Algun forero que asistiera el pasado viernes 19 me puede decir que fue lo que un aficionado gritaba desde el paraiso justamente antes de comenzar la representacion y con la luz ya apagada? No entendi nada y me quede con la intriga. Rapidamente la gente comenzo a chistear para silenciar a esta persona hasta que sono muy clara una voz que dijo: "dejen que se exprese, esto hace grande a la opera!"

De la función no voy a decir mas que me la direccion escenica y la escenografia me parecio excelente; mucho mas que la música. Nunca estare mas de acuerdo con el forero Tunner cuando dice eso de que hay dos catalogaciones de las operas de Britten: buenas y malas, y lamentablemente en esta ocasion toco una de las malas o de las muy malas. Nada que ver con las buenas.

Death in Venice es compleja porque es íntima (en el sentido de recóndita, huidiza y un poco huraña, como el propio Britten), pero cuando te dejas llevar por esa seducción corruptora de su música (tal vez su mejor partitura), el viaje es alucinante. Por eso verla en teatro es un pequeño milagro, una subversión culpable. Es verdad que es difícil empatizar con Aschenbach, pero hay caminos a la emoción más allá de la simpatía, por eso Death in Venice es una especie de anti-tragedia, en la que el conflicto se adormece en un caos moral de esperanzador final. La producción de Decker, brillante técnicamente, peca un poco de evidente, pero es una ayuda para entrar a este gran misterio que legó Britten. ¡Todavía queda mañana para ir a verla!

"¡Déjenme salir, que creía que hoy era 20!"

¡Pillado!

Si les confesara que fue un servidor quien pegó, indignadísimo, esos gritos desaforados de los que se hizo eco (malamente) el forero Yago... ¿me creerían...? Pues así fue, para mi vergüenza perpetua (yo, que nunca había roto un plato en los teatros ). Pero verán a qué se debió el incidente: como todos ustedes sabrán en el Teatro Real hubo un reajuste de plantilla y de nóminas porque, como estábamos en crisis, pues había que recortar para controlar el déficit. ¿Y qué hicieron? Pues echar acomodadores, encargados del guardarropa, algunos técnicos, etc. Mortier, Marañón Bertrán de Lis y otras yerbas o García-Belenguer no se fueron ni a tiros, y tampoco se debieron tocar demasiado sus sueldos (si acaso bajarlos un poquito), pero a los trabajadores sí, a esos les pegaron el hachazo. Pues bien, el otro día en anfiteatro --no fue en paraíso, Yago-- el público empezó a llegar y, como no había acomodadores suficientes (uno sólo donde yo estaba), pues se fue sentando por su cuenta, hasta que se formó un pifostio (con perdón) de padre y muy señor mío. Dieron las 20:00 horas y allí todo el mundo seguía sin acomodarse donde debía: moviendo sillas, levantándose, agachándose, etc.. Apareció una pobre y jovencita acomodadora contra la que se dirigieron todas las iras y entonces, al escuchar todo ese ruido, desde otras partes del teatro empezaron a chistar para que parara el ruido. Pues bien, como yo ya estaba hasta los cojones (con perdón otra vez) de que la tomaran con la pobre e inocente acomodadora empecé a increpar --educadamente, eso sí-- a quienes la abroncaban sin motivo y luego, cabreado ya del todo al pensar cuánto de esta situación se la debíamos a todos los listos y enteraos que no sufren nunca las crisis económicas porque están bien apoltronados, empecé a pegar gritos contra los responsables del teatro por haber tomado la decisión de recortar personal en su momento y, por ende, por haber rebajado la calidad del servicio, pero sin haber hecho lo mismo con los precios de las localidades. Hubo gritos en mi contra y otros que me apoyaron (al menos en la zona donde yo estaba sentado). Y luego debió estar el idealista de turno que pidió libertad y que no se había enterado en absoluto de lo que iba la cosa. En fin, Serafín... Pero en el pecado llevé la penitencia, porque después del descanso un pobre chico se fue pasando por todas las localidades pidiéndonos muy educada y tímidamente las entradas para ver si estábamos bien sentados. Los desgraciados de sus jefes --esto es, los verdaderos culpables de todo lo que había pasado --pues en cierta ocasión decidieron despedir a trabajadores que hacen falta (como bien se ve)-- les habían ordenado, amenazadores, que evitasen cualquier otro incidente o altercado. Imagino que Marañón Beltrán de Lis y otras yerbas, así como García-Belenguer, Matabosch y otros responsables más (si estaban allí) debieron escandalizarse sobremanera cuando, desde el patio de butacas (seguramente la zona premium), empezaron a escuchar el jaleo que se había organizado. Así es que tomaron medidas --contra los de siempre, claro-- para evitar que algo así volviera a ocurrir. Y esta es toda la historia de Pepito Zanahoria (que, en esta ocasión y para mi vergüenza eterna, era yo ).

Con razón dice Tunner que la ópera es pasión y sentimiento...