En Pamplona la moda es negro (mucho), azul marino (bastante también), gris (tiene su mercado fiel) y si eso, para ir de juvenil, blanco. Yo me integré bastante bien, porque en cuanto me quité la sudadera azulona (por la capucha; es que llovía) llevaba un niki granate-muermo con rayas que ni tan mal, pero cualquiera que llevara una blusa de colores o un abrigo llamativo daba más la nota que Bette Davis en Jezebel. Y era una pena.
Porque el negro era muy EL color. Aunque hay negros y negros, por supuesto. Es verdad que cuando la ópera, en el cartel de la puerta del teatro, pasa de llamarse Alcina a Joyce di Donato, está un poco bastante claro la diva quien es, pero para que no hubiera dudas, la moza se nos presentó con un vestido fantasía de gasas e imitación de escamas (que Dame Joan JAMÁS hubiera podido ponerse; la primera en la frente) y un peinado de rock ochentero muy muy de reinona del barroco posmoderno. Cuanto daño ha hecho la mamarracha de la Kermes. Mucho más sosas las demás (Rice con una gasa con brillantes muy Emma Thompson pero un poco de mercadillo, Christy con una banda beige vertical y marcando estado de buena esperanza, Coote con blusa palabra de honor y chaqueta de smoking por encima), pero es normal. La ópera no se llama como ellas.
Una versión en concierto de una obra maestra como Alcina (a mi modo de ver, la gran gema tapada del catalogo de Handel -prolífico, por otro lado, en espléndidas obras largamente desaparecidas del repertorio-) con un reparto en líneas generales competente en barroco y con el protagonismo de una gran diva, es toda una experiencia para los amantes del canto que no solemos ir a los teatros a ver escenarios. Y en un día de paso entre la representación que se dio en Londres y las que aguardan en Madrid, Viena, París y Nueva York, bien que lo valió.
Barbara!, llama Oberto a Alcina cuando advierte que el león al que la bruja pide al niño que mate es en realidad el padre de éste, transformado en bestia por la maga. Y francamente bárbara estuvo Joyce di Donato en el rol protagonista. La americana conoce perfectamente la ópera, la tiene grabada, la entusiasma y sabe explotar los recursos del papel para atrapar al espectador en un discurso de vocalidad suntuosa, auténtico bel canto (¡qué control diafragmático en Ombre pallide!) y máxima perfilación expresiva (con esa vocalidad híbrida entre soprano y mezzo muy dada al efecto handeliano). La prestación no fue perfecta (algunas veces, a mi modo de ver, tiró demasiado de la cuerda de la expresividad volviéndose algo artificial, las notas en piano que emplea para hacerse la lánguida y melancólica en ocasiones suenas muy fijas, las coloraturas no fueron perfectas -Ma quando tornerai tuvo frases borrosas y cortadas a la mitad- y el registro agudo estuvo a buen recaudo, lejos de peligrosas exposiciones), pero globalmente, la de Kansas dio una gran, grandísima noche de ópera.
Luces y sombras a su alrededor. Relativa decepción la de Alice Coote, muy estimada en este repertorio, como Ruggero, donde la música hizo mucho más por la cantante que ésta por aquella (si una mezzo especializada en barroco tiene el Mi lusinga, el Verdi prati y el Sta nell'Ircana y no lo peta, pues hija mía, la cilpa de Handel no es). El registro más interesante del material es el agudo, y muy astutamente, las variaciones en el da capo del Sta nell'Ircana (tras una primera sección para olvidar) consistieron en quitar agilidades y tirar de escalas más lentas hasta esas notas hermosas y timbradas de la parte alta de su tesitura. Por lo demás, apasionadísimos recitativos, piezas muy estudiadas, muchísimo esmero en resultar comunicativa, pero poco canto virtuoso, por culpa de un instrumento trucado en muchos sonidos del centro y el grave, unos pianos sin apoyo (esta cosa de "el forte se hace apoyando y el piano se hace no apoyando" ¿quién se la ha inventado? Porque vaya artista...) coloraturas huecas y muy ostensibles problemas de de legato en el Mi lusinga, donde llegó a cortar una escala, hacer TRES notas, y volverlo a cortar. A una artista de su nombre me quedo con ganas de escucharla de nuevo en algo que le vaya más, o al menos, menos expuesto.
Si ya había un evidente bajón de calidad instrumental de la di Donato a la Coote, de la Coote a Christine Rice, Bradamante, había otro tanto. Sin embargo, la preparada cantante maneja con destreza el limitadísimo instrumento y dio la mejor coloratura de la noche, en una Gelosia que, incomprensiblemente, nadie aplaudió (es lo que tiene petarlo en el primer acto, que la gente todavía no está muy motivada; luego el público pamplonés se puso a aplaudir absolutamente TOOOODO, y desde luego eso tampoco era) y un Vorrei vendicarmi delirantemente recargado de dificultades, si bien la ejecución fue algo menos impoluta. Una agradabilísima sorpresa.
Bien Anna Devin como Oberto, correcta y anodina en Chi m'insegna il caro padre y Tra speme e timore, y echando toda su carne en el asador (que son más bien pechugas de pollo; tampoco es plan de exagerar) en un conseguidísimo Barbara!
Wojtek Gierlach parecía, en los recitativos, el enésimo pseudobajo de voz inventada de estos de ¿y si me estoy comiendo seis patatas a la vez puedo parecer Cesare Siepi? Pero sorprendió en su única aria con un legato muy respetable y un timbre más libre del que parecía.
Fatal de toda fatalidad el Oronte y la Morgana. Normalmente, los malos tenores cantan aceptablemente en el centro pero abren el pasaje y se les estrangula el agudo. Pues bien, Ben Johnson abre el centro y se traga el pasaje (una cosa muy rara) de tal forma que las series de semicorcheas sonaban bastante homogéneas hasta el Fa-Fa#, pero desaparecian por encima de ese límite. Algún agudo lo intentó en falsetazo, y Dios mío, qué mal falsete! Anna Christy tiene la voz de la cerdita Peggy , toda metida en una nariz microscópica, y agudos o bien sin apoyo (los que eran en piano) o bien con un vibrato infaaaaaame (los que eran en forte). Un horror. Pero se mesaba muy bien el pelo, se colocaba las tetas en el escote, le lanzaba miraditas y gestitos a Christine Rice, y a la gente le pareció simpatiquísima, aplaudiéndola de forma absolutamente desproporcionda a sus méritos vocales.
Bien The English Concert y Harry Bicket, manteniendo bastante bien el ritmo teatral sin exageraciones bartólico-kermesiano-curtistas. Un momento destacadísimo para una cadencia de cello, uno bastante menos logrado en la que hizo la concertino en el Ama, sospira (aunque esto de que la cadencia de un aria da capo la haga el obbligato en lugar del cantante, a mí personalmente me encanta) y el único momento no profesional de la noche, la de los dos metales (¿eran de metal?) que refuerzan el heroico motivo del Sta nell'Ircana, que antiquísimos lo serían, pero dentro de cada uno de los cuales debe de vivir un gato desde 1735. Un momento stonato más propio de Txiribiton que de un sitio en el que la gente paga una entrada.
En resumen, gozada de ópera, gozada de diva y, con sus más y sus menos, aceptablemente bien el resto.
_________________ Die Wahrheit ist bei mir, Mandryka.
Última edición por Peter Quint el 13 Oct 2014 14:09, editado 1 vez en total
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