Llamamos teatro a un drama verbal. Su naturaleza es un juego literario. Su representación añade poco. Hamlet existe ya cuando abro un libro. Que gane o no con un señor en mallas leyéndolo dependerá del señor en cuestión. El arte está en Shakespeare, no en el intérprete. Ciertamente, lo ideal es su representación continuada, pero sigue siendo Hamlet si lo leo a cachitos en voz baja o en silencio. El montaje es un modo particularmente favorable de excipiente.
Llamamos opera a un drama musical. A diferencia del anterior, necesita inexorablemente de un intérprete. En casa oímos sonar membranas que no son lo mismo que cuerdas vocales. Obviamente, leyendo la partitura no sacamos nada. La emoción requiere que tome cuerpo ese sonido. Ciertamente, lo ideal es su representación, pero sigue siendo Brünnhilde aunque vaya en vaqueros, esté sentada en una silla cuando cante y ojee la partitura. El montaje de las óperas es sólo un modo particularmente favorable de excipiente.
Spinoza escribió:
A un altísimo porcentaje del público no le gusta la ópera, sino que le atraen las voces, que es una cosa muy distinta.
Pero oigan que a esa conclusión se llega sin tanto rodeo. A algunos no le gusta la ópera, sino que le atraen las escenificaciones, las tramoyicas, los efectillos de luces, si puede ser con un cantante que lo adorne y haga más grato. A otros le gusta el aspecto social. Todo es legítimo, pero son otros gustos. Inferiores, diría yo, no todos los gustos son iguales. Hay gente que siente pasión por la filatelia.
Suscribo mucho de lo que ha dicho Jane.
Y si volvemos a las Vísperas? Yo repetí el martes y, en fin, lo siento por quien se lo perdiese.